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El trípode unitario

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29 octubre de 2015

La Constitución populista de 1994 contenía una fórmula unitaria y recién ahora la vemos.

Echar culpas a los encuestadores formó parte de una primera reacción, emocional, frente a un suceso electoral que alteró nuestras conciencias. Lo que ocurrió el 25 de octubre no fue una revolución numérica, ni algo completamente imprevisible. El 38% a 30% de las primarias y el 39% a 31% de alguna encuesta no son lo mismo que el 37% a 34% de la elección real, es cierto, pero la diferencia no fue tampoco una enormidad. La transformación fue cualitativa: la pérdida de la provincia de Buenos Aires, uno de los dos corazones territoriales del peronismo electoral contemporáneo, era un tabú que pocos nos animábamos a aceptar. Algo así como la caída de Lhasa para los monjes budistas tibetanos.

La clave del shock estuvo en la provincia de Buenos Aires. Los grandes ganadores fueron María Eugenia Vidal y el conjunto de intendentes electos del macrismo que destronaron al oficialismo en Quilmes, Tres de Febrero, Lanús, Morón y Pilar. Todos amarillos, aclaremos. Hubo un electorado con nuevas demandas que no fueron correctamente capturadas por el kirchnerismo, y un discurso novedoso y eficaz del macrismo, dirigido al "hombre común", que se diferenció de la propuesta de poder de Daniel Scioli. En esa superioridad hay que encontrar buena parte de la explicación de lo acontecido. Para el candidato presidencial del FpV, la derrota de su partido en el mismo distrito que él gobierna representa un dolor adicional.

Hay, también, otra conclusión impactante que deja la elección, desde la óptica del analista político. Otro paradigma que amenaza con resquebrajarse. Y me refiero, ahora, al tono de las negociaciones en curso por estos días. En caso de un triunfo de Mauricio Macri el 22 de noviembre, se vislumbra una nueva geopolítica de la gobernabilidad en la Argentina. El trípode al que aludimos en el título de esta nota es la posibilidad de sustentar un Gobierno Nacional sobre una alianza entre la Casa Rosada, la Jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y la todopoderosa provincia homónima. La Constitución populista de 1994 contenía una fórmula unitaria y recién ahora la vemos.

Se trata de una combinación electiva que ningún Gobierno había logrado. Antes de 1994, la ciudad no era autónoma, y desde entonces conocimos la combinación de Casa Rosada + provincia versus Ciudad, o Casa Rosada + Ciudad versus provincia. La alianza de las tres supone una concentración de poder económico, simbólico e institucional que podría hacer temblar las rodillas de las pequeñas provincias del interior.

Esto tiene, en la hipótesis de la presidencia amarilla, otro elemento no menos novedoso y no menos perturbador. En el probable trípode macrista, que describe una característica esencial del PRO como organización partidaria, todas las personas que lo conformarían son un "equipo" liderado por el propio Macri, y no dirigentes políticos en los que reconozcamos un poder electoral propio. Hasta ahora, al menos. Gabriela Michetti (que intentó rebelar una identidad propia y bien no le fue), Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal colaboradores de Macri en la Ciudad, y no podemos imaginarlos sino como brazos muy leales del eventual Presidente. El equipo no contendría las tensiones entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde, Fernando De la Rúa y Carlos Ruckauf, Cristina y Scioli o Cristina y Macri. Hay algo indescifrable en la dinámica interna del « equipo » que desafía a todos los manuales de ciencia política, y que no nos permite analizarlo en los términos de la natural competencia por el poder. ¿Será tan así ?

Obviamente, con el trípode solo no va a alcanzar. Un macrismo en el Gobierno debería negociar con los gobernadores para lograr pasar leyes en el Senado, y sumar muchos más diputados para poner la Cámara Baja a funcionar. En estos días, todos negocian con Sergio Massa, José Manuel de la Sota y otros actores provinciales los términos de un acuerdo de gobernabilidad. Pero el trípode unitario permite soñar con una coalición, por llamarla de alguna forma, indudablemente asimétrica. Nada de parlamentarismos ingenuos. El macrismo es un partido que nació profundamente ejecutivista, cuyo líder prefiere preservarse antes que entregar prematuramente los resortes del poder; ello, sumado a lo anterior, es la guía de las sorprendentes conversaciones que se celebran por estos días.

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