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"El Gobierno redistribuyó bienes privados, pero no bienes públicos"

fanelli
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11 julio de 2015

Entrevista al economista José María Fanelli

En los últimos años se ha dedicado a estudiar la cuestión demográfica y, sobre todo, el tema del famoso “bono demográfico”. ¿Cómo nació su interés con esta temática?

Por la macroeconomía, como todos los temas que alguna vez estudié. Particularmente, me acerqué a la demografía por la cuestión de los desbalances globales y el rol de los países emergentes en la demografía mundial. En un libro que acabamos de publicar en EE.UU. (“Asymmetrich Demography and the Global Economy”), marcamos que hay tres tipos de países: los jóvenes; los emergentes, como Argentina y Brasil y los viejos, los que están en la etapa de envejecimiento. Teóricamente, los más viejos deberían financiar a los más jóvenes y eso no necesariamente ocurre. Por eso me interesé por la demografía y, como seguí estudiando el tema, publicamos un libro con el Banco Mundial (“Los años no vienen solos”), que es sobre la demografía de Argentina. Específicamente, el país está en el bono demográfico. Dentro de la etapa del bono, que también se llama la ventana de la oportunidad demográfica, hay dos períodos: el período del primer dividendo y el periodo del segundo dividendo. Para nosotros es más importante el segundo: es cuando hay más gente ahorrando y, esa gente que ahorra, necesita que el ahorro se convierta en inversión para que, en la etapa de envejecimiento, que aquí se dará lentamente a partir de 2035, la productividad de la economía sea alta para que menos jóvenes puedan mantener a los viejos. Por eso, el desafío, como se dice, es hacerse rico antes de hacerse viejo. De lo contrario vas a tener una población envejecida, con menos gente en el mercado de trabajo y con poca productividad. El momento es hoy: el ahorro tiene que ser alto y tiene que ser invertido en bienes de capital para aumentar la productividad.

Para los lectores desprevenidos, ¿podría ahondar un poco en lo que constituye el “bono demográfico”?

Es la situación en la cual hay mayor cantidad de gente, en proporción, en el mercado de trabajo. Se llama bono porque hay más gente trabajando, más gente ahorrando, y eso te da oportunidad de crecer. Todavía no hay tantos viejos jubilados y hay menos chicos en el hogar. Tenes mucha gente trabajando, una gran oportunidad para aumentar el capital humano de los más chicos y el sistema de seguridad social todavía no te absorbe tanto ingreso. Esa es la etapa que estamos atravesando.

¿La región también está atravesando esta etapa?

Toda América Latina está en lamisma situación, excepto los países más pobres, como Bolivia y los de América Central, que están en la etapa de juventud y aun no entraron al bono. Por eso es un gran momento para la región.

¿Cuáles son los ejemplos a seguir?

Corea, Taiwán y todos los países asiáticos lo aprovecharon muy bien. Después hay otros como China, que todavía está en el bono, pero tiene un problema por la política de hijo único. Este es el momento de crecer para Argentina y, para que eso ocurra, se tiene que ver reflejado en ahorro e inversión, y eso no está pasando.

¿Hay países que se han desarrollado siendo viejos o atravesando la última etapa del bono?

No, porque ya están desarrollados. Son todos ricos y empiezan a ser viejos porque, en rigor, el único envejecido que hay es Japón. También me empecé a interesar porque Alemania le prestó a España, es decir, los viejos le prestaron a los viejos, y en España la tasa de desocupación es altísima. Entonces tienen muchos viejos para mantener, tienen pocos jóvenes (y la mitad no trabaja), y le tienen que devolver la plata a los alemanes. Lo mismo pasó con Grecia. Hay un lío grande allí. Eso es así porque los países envejecidos no les prestan a los más jóvenes porque la arquitectura financiera internacional no pone los canales para que pasen desde los países desarrollados hacia los más jóvenes.

Si miramos la Posición de Inversión Internacional de Argentina o el superávit de cuenta corriente acumulado en los últimos años, vale preguntarse si tenemos un problema de falta de ahorro o el conflicto reside en que eso se canalizó mal, por ejemplo, hacia la dolarización.

Argentina tiene un problema de ahorro y uno de canalización del ahorro. Las dos cosas. No está claro que uno sea independiente del otro. Puede ser que se ahorre poco porque los incentivos para ahorrar sean débiles y eso se relaciona con las políticas públicas, porque el ahorro público es una parte importante del ahorro global, y tiene que ver con la falta de seguridad jurídica. Entonces, cuando miras la Posición de Inversión Internacional, hay tres países que son acreedores netos del resto del mundo en la región: Argentina, Venezuela y Bolivia. Este último tiene una gran cantidad de reservas internacionales (alrededor del 50% de su PIB), pero en Argentina y Venezuela los activos están en manos del sector privado. Entonces, el desafío que tienen es internalizar su propio ahorro.

¿Hasta cuándo dispondremos de esta ventana demográfica y cuáles son las buenas prácticas para su aprovechamiento?

Según las Naciones Unidas, la ventana estará abierta hasta 2035. Aún nos quedan veinte años. Lo que tenemos que hacer es aprovechar el segundo dividendo demográfico, es decir, que quienes están en el mercado de trabajo y ahorran (los denominados ahorradores primarios), lo hagan. Para eso necesitan incentivos y, esos ahorros, se tienen que convertir en inversión en capital físico y humano. Si vemos la Argentina actual, es claro lo que hay que hacer: invertir en infraestructura y mejorar la eficiencia de la inversión en capital humano. Si no lo haces, vas a ser viejo pero no rico. Hay una cuestión complementaria con esto y es lo que yo llamo el doble bono porque, además del demográfico, estamos en la etapa del bono de los recursos naturales porque hemos tenido y seguimos teniendo términos del intercambio favorables. También hay que lograr que las rentas provenientes de los recursos naturales se conviertan en ahorro. Hay una regla (la regla de Hartwick) que dice que tenes que invertir la totalidad de la renta de los recursos naturales para no agotar los recursos naturales. Si bien los recursos se pueden agotar, la idea es no agotar el efecto de los recursos. Si tu abuela te deja una montañita de oro y la vas gastando, el recurso se acaba. Si, en cambio, la invertís y compras un departamento, vas a tener una renta en el futuro. Ningún país de América Latina, incluido el nuestro, está siguiendo bien la regla de Hartwick. Tenemos los dos bonos pero no estamos ahorrando lo suficiente. Es una oportunidad única, y ni hablar si funcionara Vaca Muerta.

¿Es decir, que deberíamos de tener una cuenta corriente superavitaria porque ambos sectores, el público y el privado, deberían tender a ser superavitarios?

No necesariamente. Porque, si bien tenés que ahorrar mucho, tenés que invertir aún más. Podes tener un déficit de cuenta corriente por razones positivas. Pero si ese déficit es porque consumís mucho, te estas consumiendo los dos bonos. Si aplicáramos las políticas correctas, probablemente tendríamos déficit en la cuenta corriente porque tenemos mucha inversión atrasada. Hay que aumentar el ahorro, y la inversión aún más.

¿Sería, entonces, un déficit compatible con razones buenas: crecimiento e inversión?

La restricción externa aparece cuando estas en desequilibrio. ¿Por qué tenemos restricción externa hoy? Porque el tipo de cambio real no está en equilibrio y siempre faltan dólares. Pero no todo déficit de cuenta corriente tiene que ver con eso. Como somos un país joven deberíamos recibir financiamiento del resto del mundo, pero tenemos muchos activos argentinos en el exterior. Para crecer al 4-5% deberíamos invertir no menos del 25-27% del PIB y hoy estamos debajo de 20%. Tenés que subir la inversión 7 puntos.

¿Y eso puede ser con ahorro interno o no?

Puede ser que hagás un esfuerzo enorme de ahorro en el corto plazo, lo que es difícil. Deberías poner la máquina a funcionar y tener algún déficit de cuenta corriente al principio. El consumo subió, como porcentaje del PIB, ocho puntos y hoy estás en aproximadamente 84% del PIB. Si no hubiera subido esos ocho puntos en los últimos años, el consumo igual te hubiera subido 50% en términos reales porque la economía creció. Pero subió de más y, por ende, cayo la inversión. Si el consumo se hubiera quedado donde estaba hoy podrías tener una inversión de 28% del PIB, y eso ya es exagerado.

Y eso no complicaría el frente externo ni la sostenibilidad de la deuda.

No, si no estamos endeudados y podemos devaluar todo lo que queramos. Y, si eso se hace, a diferencia de Grecia, la deuda pública no sólo no va a subir sino que va a bajar porque va a licuar en valor nominal buena parte de las Lebacs y la deuda que están colocando. No hay ninguna salida que no pase por corregir el precio relativo del dólar. Es muy tentador para cualquier Gobierno. Te daría crecimiento sin crisis pública. Tiene un costo distributivo que hay que manejarlo con política públicas y ahí está el desafío del Gobierno que asuma el 10 de diciembre. Si comparás Argentina del 2001 o la Grecia actual con lo que nosotros tenemos que hacer hoy es casi un chiste. Si sube el dólar es porque la gente piensa que van a hacer las cosas bien. Pero si sube el dólar, y no el precio de los bonos, es porque la gente piensa que van a hacer las cosas mal. Pero no hay ningún escenario en el cual el dólar no suba: o lo hace con el precio de los bonos o sube sin ellos. La gente apuesta al dólar porque es tan tentativo subir el precio del dólar porque generarías empleo, crecimiento y un montón de cosas.

En su libro “La Argentina y el desarrollo económico en el Siglo XXI” habla mucho de la cuestión institucional. ¿Qué implica tener buenas reglas de juego?

La clasificación ortodoxia y heterodoxia se las dejo a las personas que no tienen ganas de pensar. En los '80 yo era heterodoxo porque el FMI estaba equivocado con lo que hacía, y ahora lo vuelve a demostrar en Grecia. Si hoy estuviera en Grecia, entonces, sería heterodoxo, pero en la Argentina actual soy ortodoxo porque creo que las políticas monetaria y fiscal están equivocadas, y pienso lo mismo sobre las reglas del juego. Por eso me estoy concentrando en los bienes públicos que, como la Constitución, no es de izquierda ni de derecha. Para reconstruir las instituciones, tal como escribí en un artículo reciente, tenés que empezar por los bienes públicos. Te dan una práctica institucional muy importante porque, por definición, no se pueden dar en el mercado. Podés contratar a alguien para que dé clases en una escuela, pero el servicio de educación, por la forma en que se financia, es un bien público. Este Gobierno tuvo mucho éxito en redistribuir ingreso, aunque si lo comparás con la década del '70 seguramente fue un fracaso. Pero distribuyó bienes privados: la gente tiene más autos y televisores, pero la seguridad, la educación y la infraestructura es mala. Es decir, no hubo redistribución de bienes públicos. Los bienes públicos en la era liberal de comienzos del Siglo XX eran mucho mejores. Los bienes públicos, por definición, necesitan reglas de juego. No podés privatizar la seguridad o la Justicia. Tenés que generar las reglas del juego para que funcionen. Hemos recuperado el juego democrático pero, a nivel económico, aún no tenemos institucionalidad.

Y sin educación de calidad no se aprovecha el bono demográfico.

No. No queda otra opción que generar bienes públicos para aumentar el capital humano. Y para eso necesitamos reglas de juego. Lo mismo pasa con el ahorro externo. ¿Cómo vamos a internalizar el ahorro sin mejorar reglas de juego claras para el sistema financiero?

¿Es muy costoso lo que hemos desaprovechado del bono demográfico?

Estamos a tiempo aún. Además, todo lo que dejaste de hacer se convierte, de cara al futuro, en una oportunidad. ¿Por qué sos un país acreedor del resto del mundo y tenés tanto capital afuera? Porque no cumpliste las reglas de juego. Pero eso implica que tenés cerca de US$ 200.000 millones afuera y eso no es una mala oportunidad. Hay que hacer las políticas para internalizarlo. Ese ahorro está. No desapareció. Los chilenos, supuestamente el país más neoliberal de Sudamérica, hicieron un fondo con lo que ganaban del cobre y hoy es del sector público. Hay un terremoto, y van y sacan la plata del fondo. Nosotros, que supuestamente somos un país progresista, tenemos a un sector privado, y sobre todo a la clase media para arriba, que se hizo su propio fondo anticíclico. Y lo hizo con criterio. Pero, ¿qué es mejor para la sociedad: qué esos ahorros sean utilizados correctamente o que sólo una parte de la población los tenga? El fondo anticíclico se privatiza porque se privatizó la seguridad del barrio donde vivo, y volvemos nuevamente sobre la cuestión de los bienes públicos. Un programa de Gobierno hoy es fácil: aprovechar el doble bono y dar buenos bienes públicos. Es la mejor manera de proteger a los excluidos.

Tenemos, a nivel económico, menos consensos básicos que el resto de la región: por ejemplo, que la inflación es perjudicial para el desarrollo, que financiar al déficit con el BCRA no es sostenible, que la independencia del BCRA no es ortodoxa ni heterodoxa y la lista puede seguir. ¿Esto no nos habla también de falta de institucionalidad?

Depende de cómo lo mirés. Si mirás el bono demográfico, no hay ningún país que esté ahorrando lo que necesita. Si miras la inversión, ídem. Los países de la región están con déficit de cuenta corriente, inversión baja y atravesando el doble bono. No parecería haber allí tampoco consensos sobre la necesidad de invertir en bienes públicos. El desarrollo financiero, a excepción de Chile y un poco de Brasil, es muy flojo. Es cierto: todos bajaron la inflación y tienen metas de inflación. Está bien, pero esa es la condición previa. La distribución del ingreso no mejoró. Es muy complejo. No hay ningún buen ejemplo para seguir. Uno puede llegar a ser Chile, que hizo todo bien con la macro y ahora debe resolver el problema educativo y distributivo. Veremos cómo les va. Está, como Argentina en los '30 y '40, desafiado por su propio éxito. Crecieron y pusieron la macro en orden. Ahora tienen que darle educación a todo el mundo.

Los países más grandes de la región tienen déficit de cuenta corriente. Sus defensores dicen que está financiado básicamente por Inversión Extranjera Directa (IED), pero les falta una tasa de ahorro más alta, entonces.

Si tenés una tasa de inversión de 18% y 4 puntos vienen por la IED, quiere decir que estás ahorrando 14 puntos. No estoy en contra de la IED, pero en esta etapa deberías estar invirtiendo 20-25 puntos del PIB fácilmente. Corea, el caso que cité al comienzo, tenía una tasa de ahorro de 30 puntos.

¿Se puede aumentar el ahorro tan fácilmente?

En los '60 ahorrábamos 25 puntos del PIB. Se puede, pero necesitamos un nuevo contrato social. El nuevo Gobierno enfrentará dos desafíos: que la gente ahorre o que la gente consuma. Si consume, ¿te tiene que creer? No, va y simplemente consume. Si, en cambio, quiero pasar esos 4-5 puntos del PIB de consumo a inversión, me tenés que creer que en algunos años te vas a quedar con la diferencia. La credibilidad es clave. Hace falta un pacto de crecimiento. El Gobierno le tiene que decir a la gente que se terminó la etapa de anunciar aumentos del gasto o lo que sea. Debe decir 'vamos a hacer infraestructura'. Podemos arrancar con los 5 puntos del PIB que estamos gastando en subsidios, es decir, en consumo. Agarro eso 5 puntos y los pongo en infraestructura. Necesitas una burocracia que funcione y credibilidad política. El Gobierno genera consensos a partir del consumo. Yo quiero un Gobierno que genere consensos a través del crecimiento. Si a la gente le das la opción de una TV nueva o educar a sus hijos, va a elegir lo segundo en tanto y en cuanto crea que el dinero va a hacia allí. Y para eso necesitas instituciones que funcionen.

¿Se puede conseguir esas tasas de ahorro con un tipo de cambio no competitivo, como el que tenemos hoy?

Creo que el tipo de cambio tiene que ser de equilibrio. No creo que tenga que ser muy alto. Ni alto ni bajo. Lo que nos mata es la tentación de atrasarlo. No quiero el tipo de cambio del 2003. Argentina está para ponerse a crecer el año que viene y crecer fácil durante diez años. Hace falta orden y bienes públicos. No hay que inventar mucho para llegar a la frontera de eficiencia, de la cual estamos muy lejos. Tenemos diez años para hacer mejor las cosas con lo que ya tenemos.

¿El desafío, entonces, no es la restricción externa sino aumentar la inversión?

Como puede ser un desafío para un país acreedor del resto del mundo y que acaba de descubrir Vaca Muerta el tema de la restricción externa. Estamos en la etapa del doble bono y estamos, como decía, para ponernos a volver a crecer. Hay que poner nuevas prioridades. Cuando le muestres a la gente que se puede ser transparente y eficiente, eso es como una bola de nieve. Cuando, por el contrario, ves que no sale nada bien, pasa lo contrario. Hace mucho no nos demostramos a nosotros mismos que podemos hacer algo en conjunto y bien. El orgullo de la educación pública hoy es un eslogan. La gente, apenas tiene un peso, huye a la privada. Si querés una derrota más grande para la educación pública, ahí tenés.

Los términos de intercambio son claves para configurar una prognosis de los próximos años. ¿Cómo ve esa película?

Es la pregunta del millón. Pero tampoco le doy tanta importancia a los términos del intercambio. Antes leíamos en los diarios cuanto valía la soja pero ahora tenemos que ver también que pasa con el petróleo porque somos importadores. Y cuando cae la soja también cae el petróleo. Entonces como importás uno y exportás otro, se compensan. Y si suben los dos, tenés Vaca Muerta. Pero son factores exógenos y no los manejamos nosotros. Lo que tenemos es un tipo de cambio que no te deja exportar nada.

¿Entonces no son tan importantes?

Sí, lo son y si fuera ministro quisiera tener la soja en US$ 800, pero los términos del intercambio son volátiles. Lo mejor es no depender tanto de ellos y para eso hay que diversificar la economía y hacer políticas productivas. Sino, es la lotería. Hay que ponerse a trabajar. Las cosas que hay que hacer son claras. Nos hace mal mirar tanto eso: no hay que depender tanto de la soja ni del petróleo. Vuelvo a la cuestión de los bienes públicos porque para tener una industria eficiente también hay que tener puertos, rutas y costos logísticos bajos. Tampoco hay que desatender los servicios, que son otro sector atractivo. Hay que tener industria, aunque no de todo y también servicios.

Vengamos a la coyuntura por un momento. Trazando posibles escenarios para la economía argentina y, casi inevitablemente, alejándonos del debe ser y enfocándonos en lo que puede ser, ¿cómo ve a la economía argentina en los próximos años?

Tenés dos opciones. Una es más de lo mismo e implica administrar los desequilibrios. Tenés que administrar las importaciones, intervenir más en el mercado y cambiar leyes. Eso te lleva más intervención y al final te quedas sin papel higiénico como los venezolanos. Al margen de este escenario, que no descarto, hay dos. Uno, en el que se hacen las correcciones que hay que hacer, que tampoco son tan terribles, te sale bien, la gente te cree y como hay tanta plata de los argentinos en el exterior se te puede generar un problema: te traen la plata junta o llega la IED en manada y se te atrasa el tipo de cambio. Te quiere todo el mundo, y ahí arranca otro ciclo de stop and go. Si pasa lo mismo, pero con un Gobierno con cabeza, se llamaría a un consenso para crecer, recrear las instituciones y legarles un mejor país a nuestros hijos. Ese segundo paso no lo dio nadie. Carlos Menem tuvo la oportunidad en el '91 cuando todo el mundo le creyó y terminó haciendo un plan para ganar con el voto cuota. Este Gobierno también lo tuvo entre 2003 y 2007. Pero le atacó la tentación del 'vamos por todo' y estamos como estamos. El próximo Gobierno tendrá una oportunidad enorme. Excepto que trate de hacer más de lo mismo. Hay una oportunidad, pero me preocupa la tentación de no aprovecharla. La gente quiere salir adelante, pero necesitamos que la política guíe bien.

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