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Ir desde la concentración hacia la convergencia

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28 junio de 2015

(Columna de Ricardo Porto)

La concentración de medios puede afectar a los sistemas democráticos y por eso es importante preservar la libre circulación de información.

“Cuando teníamos todas las respuestas, nos cambiaron todas las preguntas”. Así comenzó la videoconferencia de Edison Lanza, Relator de la Libertad de Expresión de la OEA, en el seminario “Regulación de la Convergencia”, que tuvo lugar en la Cámara de Diputados a fines de mayo. Lanza explicaba que, luego de años de discusión, la doctrina había logrado importantes consensos en torno a la necesidad de establecer reglas de desconcentración y defensa de la competencia en los medios de comunicación tradicionales. El problema, según el Relator, era que en estos momentos, estos medios no solo compiten entre sí, sino que el desafío más importante lo enfrentan con Netflix, Google, Facebook, YouTube y una variada gama de actores de las diversas plataformas audiovisuales.

Uno de los organizadores del seminario fue Martín Becerra, doctor en ciencias de la comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes, quien acaba de publicar el libro editado por Paidós: “De la Concentración a la Convergencia. Política de Medios en Argentina y América Latina”. Nadie mejor que Becerra para intentar dar respuesta a estos nuevos y complejos interrogantes. Hace unos años, junto a Guillermo Mastrini, escribió “Los Dueños de la Palabra”, en donde se ponía de manifiesto el elevado nivel de concentración mediática que existe en nuestro continente. En su nuevo trabajo, Becerra analiza las particularidades del novedoso mercado infocomunicacional convergente, conformado por los medios tradicionales, los prestadores de servicios de telecomunicaciones y los actores de Internet.

En ese orden, presenta las cifras que muestran un altísimo nivel de concentración en América Latina; tomando especialmente en cuenta el sector conformado por los canales de TV paga, las empresas de telefonía móvil y los prestadores de Internet de banda ancha. El autor trata de responder el interrogante que plantea cómo medir la concentración de medios. ¿Por el porcentaje de penetración en los mercados (pero en cuáles mercados); por el nivel de concentración de la propiedad, por los ingresos de los diferentes grupos, por una fórmula compartida, por reglas ex ante, que determinan pará- metros expresos o por reglas ex post, en donde se deja librado a la autoridad de aplicación aplicar conceptos generales, entre otras variables? Para ello se vale de las diferentes corrientes de opinión; incluso, de aquellos que ven en la concentración de grupos nacionales una forma de enfrentar el desembarco de los gigantes internacionales de las comunicaciones.

En ese contexto, Becerra explica cómo la concentración de medios puede afectar a los sistemas democráticos, destacando la importancia de preservar la libre circulación de información y la pluralidad de contenidos audiovisuales, como requisito para asegurar el debate robusto sobre las cosas públicas que exigen los estándares democráticos.

En la obra se repasan las últimas respuestas normativas que se han dado para regular la convergencia tecnológica. Por caso, se enumeran las directivas sobre concentración y pluralismo de la OCDE y la legislación de países tales como Alemania, Francia, Gran Bretaña, Holanda y Estados Unidos.

No obstante, el análisis particularizado está centrado en los países latinoamericanos. En tal sentido, se realiza un interesante estudio comparativo de las similitudes y diferencias que presentan las legislaciones de medios de Ecuador, Venezuela, Argentina, Uruguay y México, entre otras naciones. Advierte Becerra sobre las miradas ingenuas, que ven en la tecnología un fetiche emancipador, que apuesta y confía en el rol de Internet como un elemento alternativo al modelo comercial y concentrado de las industrias culturales. Por el contrario, cita a Michael Copps, quien afirma que estamos permitiendo que la banda ancha de Internet siga el mismo camino que transitaron la televisión, el cable y la radio; todos medios controlados por muy poca gente, lo que constituye un enorme peligro para la democracia. En este contexto, Becerra examina la complejidad de los últimos debates sobre la convergencia y las TICs. En tal sentido, pone de manifiesto el contraste que se produce entre la radicalidad de la cultura digital y la férrea regulación de la propiedad intelectual, que actúa como una barrera de entrada al conocimiento, retrasando las innovaciones y la creatividad en la red. Por otra parte, Becerra destaca el papel que desempeñan los intermediarios de Internet y advierte acerca de la importancia de las nuevas regulaciones, para ampliar o cercenar la libertad de expresión. En tal sentido, describe la importancia de los nuevos institutos jurídicos de las comunicaciones, tales como la neutralidad en la red y el denominado derecho al olvido. Asimismo, el autor explica la diversidad de enfoques que muestran las discusiones que tienen lugar en el seno de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones y en la Unesco. En efecto, mientras que en este último ámbito se ponen de manifiesto los aspectos políticos de las comunicaciones, en el seno de la UIT tiene lugar una visión supuestamente aséptica de la regulación de las redes de telecomunicaciones.

Becerra explica cómo se ha reproducido a nivel nacional este disímil tratamiento de la cuestión; destacando el fuerte componente político que impregnó el debate sobre la Ley de Medios y el temperamento aparentemente técnico que mostraron las discusiones en torno a la Ley Argentina Digital. En este punto, es preciso recordar que nuestro país ha avanzado en la regulación de la convergencia mediante la sanción de la Ley 27.078 Argentina Digital. No obstante, el camino recién comienza, pues, dada la naturaleza abierta de la norma y las amplias facultades concedidas a la autoridad de aplicación, será necesaria una importante tarea regulatoria y una intensa coordinación entre la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) y la Autoridad Federal de Tecnologías de la Información y la Comunicación (AFTIC). Para llevar adelante esta importante tarea, nada mejor que tener a mano el libro de Becerra.

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