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El nuevo mapa electoral

19 mayo de 2011

(Artículo publicado en la edición Nº31)

La previsible decisión de Macri y Solanas no lleva a una polarización por la debilidad de los candidatos opositores.

El panorama de los alineamientos electorales nacionales puede ser interpretado como el desenlace de una crónica largamente anunciada. La renuncia a la carrera presidencial de Mauricio Macri y Fernando Solanas ?como antes las de Mario Das Neves, Julio Cobos o Ernesto Sanz? eran secretos a voces.

En el caso de Mauricio Macri, era la principal hipótesis de trabajo de sus principales asesores y la prolongación de la aventura nacional tuvo más que ver con la necesidad

de reordenar sus recursos y activos políticos en la gestión capitalina que con una genuina expectativa nacional. En el caso de Solanas, las perspectivas nacionales fueron en todo momento casi inexistentes. En ningún momento superó el 5% de la tendencia de voto nacional.

Los primeros datos son elocuentes en el sentido de ratificar rumbos desde hace mucho tiempo entrevistos por el electorado. Cristina Fernandez atravesó la barrera del 40%. Durante los últimos ocho meses su tendencia de voto había oscilado entre el 35 y el 38%, con mínimas variaciones y desde antes, incluso, de la muerte de Néstor Kirchner. Su 41,7% de ahora permite prever incluso una proyección cercana al 45%, si se tiene en cuenta la proporción actual de indecisos, situada en torno al 12%.

CFK refleja, asimismo, el menor porcentaje de rechazo de voto de todos los candidatos aún en competencia: 41,6% contrasta con el rechazo de 58,8% de Alfonsín, el 67,7% de Duhalde, el 71,1% de Carrió y el 64,1% de Rodríguez Saá. La renuncia de una serie de candidatos ?Macri, Solanas, Cobos, Das Neves, Sanz- apenas parece haber alterado la situación. Los 23 puntos que separan a CFK del 18,4% de Ricardo Alfonsín pronostican una cómoda victoria en primera vuelta.

Si bien todo indica posibilidades ciertas de polarización electoral, el techo de Alfonsín impide una expresión plena de las tendencias opositoras a través de la estrecha

chimenea electoral de un partido que atraviesa dificultades evidentes para establecer alianzas sociales, electorales y gubernativas como la que requeriría una verdadera alternativa de oposición al actual Gobierno.

Los únicos cambios se producen, inesperadamente, en el peronismo federal. Eduardo Duhalde crece al 11,1%, lo cual implica una suba de 6 puntos como consecuencia de la renuncia de Macri y Solanas. Rodríguez Saá experimenta una capitalización parecida, llegando a 7,3%, el doble de su registro precedente. Estos porcentajes se ven asimismo reflejados en el 20,1% que muestra el PJ Federal, en el registro de tendencias por partido, casi el doble del 11,3% que lograba en la medición nacional de abril.

Las renuncias de Macri y Solanas eran inevitables. Sus apuestas nacionales estuvieron

condicionadas por un diagnóstico equivocado, articulado por los principales referentes de la oposición desde una lectura errónea de los resultados electorales del año 2009. La idea de que los resultados favorables en la provincia de Buenos Aires abrían un proceso terminal en el kirchnerismo y habilitaban una ofensiva institucional como la desencadenada en el Congreso alentó los esfuerzos de construcción de alternativas

nacionales tanto a la derecha como a la izquierda del oficialismo y el control de la comisiones parlamentarias reavivó expectativas que parecían extinguidas entre las fuerzas de oposición.

Como muestra, cabe considerar el proceso de reacomodamientos internos de la UCR y la emergencia de candidaturas alternativas como las de Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz.

CAMBIO DE PLAN

Sin embargo, la estrategia ofensiva del oficialismo demolió casi todos los supuestos de la estrategia opositora. El kirchnerismo “fue por más” como pregonaba en la intimidad de sus equipos el ex Presidente. El Gobierno impulsó una agenda parlamentaria de choque, ajustó mecanismos de gestión, se focalizó en algunos objetivos centrales que habían estado en la base de su traspié electoral en los comicios del 2009.

Acorraló a sus adversarios, los forzó a definiciones internas que los dividieron y enfrentaron. Desnudó sus flaquezas y expuso a la luz sus carencias de fondo y falta de ideas y propuestas renovadoras. Las luces del espectáculo político iluminaron con crueldad la peor parte de la oposición: sus candidatos. La muerte de Néstor Kirchner impulsó, incluso, una recuperación sostenida de los apoyos sociales del oficialismo,

particularmente en los sectores sociales medios que habitan las ciudades grandes e

intermedias en todo el país.

En un clima de expectativas crecientes, la gestión presidencial incentivó los apoyos políticos a la Presidenta, disolvió las barreras y resistencias nacidas en la crisis del 2008 y generó un interés genuino en la consolidación de un modelo de gestión política

que, sin el nivel de confrontación que le imprimía el estilo de Néstor Kirchner, volvió a ser tolerado, e incluso visto con cierto interés, por amplios sectores del electorado independiente que había apoyado a CFK en la elección del 2007.

Tal como era de esperar, la simplificación actual de la grilla de candidatos favorece, al menos inicialmente, al oficialismo y, en general, al arco justicialista. Sin embargo, nada indica que la oposición carezca de recursos. El nuevo panorama parece haber estimulado los reflejos adaptativos de casi todas las fuerzas políticas. Además del retorno de Macri y Solanas a la ciudad, la UCR ha oscilado hacia el polo opuesto

a lo que pretendía inicialmente.

Hoy Alfonsín busca encabezar una coalición moderada como la que promovían, con mayor realismo e inteligencia, tanto Cobos y Sanz como una mayoría sustancial de sus dirigentes intermedios y votantes. Se avizora incluso la posibilidad de un nuevo frente de centroizquierda, con cabezas visibles en Solanas, Stolbizer y Binner. De aquí en más todo dependerá de la capacidad de todos para articular alianzas, resolver con flexibilidad la ingeniería de listas de convergencia y explotar las posibilidades que brinda la nueva legislación electoral.

En la oposición parecería que el pragmatismo prima sobre el fundamentalismo y las pretensiones testimoniales. Un clima de negociaciones frenéticas permite prever escenarios de cambio. Si bien las ventajas de CFK en un eventual balotaje son abrumadoras, la política argentina presenta tendencias hacia la polarización, que

abren posibilidades para el resto de las fuerzas de oposición. Una amplia mayoría de electores rechazan un escenario reducido a las alternativas del kirchnerismo y el radicalismo.

Ello permite prever un dinamismo hasta ahora ausente, aunque por el momento sea difícil avizorar el sentido de los cambios. Sobre esta base cabe prever una campaña compleja en la que el sentido estratégico de los movimientos será mucho más

importante que la forma y contenido del mensaje de campaña. Si algo ha evidenciado para todos el proceso en marcha es que el margen para pronunciamientos testimoniales es cada vez más exiguo, ante un electorado informado y responsable,

interesado sobre todo en el carácter personal, la independencia de criterio y la predisposición a innovaciones adaptativas de todos aquellos que, contra viento y marea, reconozcan que en un candidato presidencial el sentido de la orientación es infinitamente mas importante que el instinto de supervivencia.

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