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Un balotaje de cuatro vueltas

26 febrero de 2015

El sistema argentino es mutante: duplica al normal. La llamada segunda vuelta es, en realidad, la cuarta. Y difícilmente hará falta.

Empezó la maratón electoral y va ganando el radicalismo. Suena raro, pero el 60% de los electores de Mendoza capital votó en las primarias de la UCR. El actual intendente, Rody Suárez, será reelecto el 3 de mayo, y el intendente radical de Godoy Cruz, Alfredo Cornejo, será elegido gobernador el 21 de junio. No es casualidad que los dos candidatos presidenciales del radicalismo sean mendocinos.

Estas elecciones son importantes porque crean una tendencia: cuando en agosto se realicen las PASO nacionales, el radicalismo habrá ganado entre una y tres gobernaciones, el PRO una o dos, el Movimiento Popular Neuquino (MPN) una y el oficialismo no más de tres. A ello se sumarán varias primarias provinciales y elecciones municipales donde el Frente para la Victoria hará agua. ¿Condena al Gobierno está dinámica? No necesariamente. Más que perjudicar al oficialismo, el efecto de la cascada electoral será ordenar a la oposición. O mejor dicho, a sus votantes. Los resultados le indicarán a los electores quiénes son los opositores con posibilidades. Los dirigentes que patinen en el interior podrán consolarse con la gobernación bonaerense.

La primera vuelta, entonces, se construye en las elecciones provinciales que se extienden hasta agosto. A ese mes se llega con gobernadores electos en Neuquén, Salta, Santa Fe, Mendoza, ciudad de Buenos Aires, Tucumán y alguna más, y con intendentes electos en varias capitales provinciales ? en mitad de las cuales vence el radicalismo?. Antes de eso, el 10 de junio, sabremos si la UCR disputa las presidenciales en el mismo espacio que el PRO. Con el envión de las provinciales, la combinación entre el territorio radical y la popularidad de Macri promete un cabeza a cabeza con el FpV en las PASO del 9 de agosto: ésta es la segunda vuelta.

La primera vuelta oficial del 25 de octubre no será, entonces, primera. Ahí se juega todo. En un balotaje normal, los electores votan al candidato preferido en la primera vuelta y al menos malo de los sobrevivientes en la segunda. Pero en el balotaje mutante, si la oposición se fragmenta al Gobierno le basta el 40% para ganar. Y muy probablemente lo tenga. La oposición puede vanagloriarse de su mayoría social, pero si no la traduce en mayoría electoral está condenada a marchar detrás del partido judicial.

Una alternativa electoral viable no es consecuencia automática de un mal gobierno. Las clases medias provinciales no tienen los mismos reclamos que las clases medias porteñas. Si en las provincias modernas lo que irrita es el estilo y la estética del gobierno, en las menos modernas fastidia su desempeño. Los sectores a seducir son diferentes en cada geografía. Para combinarlos hace falta articular discursos paralelos. Eso es lo que lograron históricamente el radicalismo y el peronismo, que expresaban al mismo tiempo a los estratos conservadores del interior y a los modernos (medios u obreros) de las zonas metropolitanas. La debilidad de Massa en Capital, Córdoba y Santa Fe, así como la pérdida de San Isidro, muestran que no hace pie en los sectores modernos. La debilidad de Macri en el interior, sólo parcialmente compensada con celebridades, puede ser neutralizada por el aparato radical. Tanto Macri como Massa pelean por la reconstrucción de un bipartidismo que los tenga como polo.

Sintetizando, el balotaje mutante queda así:

? Primera vuelta: elecciones provinciales entre el 22 de febrero y el 9 de agosto.

? Segunda vuelta: PASO, 9 de agosto.

? Tercera vuelta: primera vuelta oficial, 25 de octubre.

? Cuarta vuelta: segunda vuelta oficial, 22 de noviembre.

La primera vuelta determinará tres espacios viables: uno oficialista y dos opositores. La segunda descartará a uno de los opositores. La tercera seleccionará al ganador. La cuarta es innecesaria. Tres-dos-uno-cero. El 10 de diciembre asumirá un nuevo presidente, que convivirá con un Senado peronista, una cámara de diputados fragmentada, catorce o dieciséis gobernadores peronistas y media docena de radicales. Las capitales provinciales se repartirán a medias entre peronistas y radicales. Igual que bajo Menem, o De la Rúa, o los Kirchner. Si el presidente es peronista podrá armar una coalición de gobierno. Si no lo es, deberá parecer o perecer.

La nueva política... ¿Me repite la pregunta?

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