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Autónoma y ajena al FpV

12 febrero de 2015

(Columna de Néstor G. Leone)

El Frente para la Victoria con más dudas que certezas ante la elección porteña. Un escenario difícil en un territorio históricamente cuesta arriba.

No es por falta de precandidatos, precisamente, que el kirchnerismo porteño navega en un mar de dudas. Los tiene y en cantidad. Más o menos consustanciados con la causa. Con más o menos historia política en el distrito. Lo que no ha podido lograr hasta aquí es sumarle a esos aprestos parciales (casi individuales) alguna certeza acerca de cómo interpelar a un electorado que le ha sido históricamente adverso. E, incluso, acerca de cómo retener el caudal de votos que supo contar como propio en elecciones anteriores. La posibilidad de volver a quedar relegado a un tercer lugar entre las fuerzas en pugna y, por primera vez, distante de un eventual balotaje genera más de un sinsabor entre sus dirigentes locales. Y apura definiciones, ya con la campaña en marcha y un rompecabezas con demasiadas piezas por encajar.

Se sabe, el PRO pudo construir una maquinaria políticoelectoral bastante aceitada en el distrito que gobierna desde 2007. La que le falta, quizá, allende la General Paz. Eso no le asegura por sí solo extender su predominio sin su principal referencia partidaria como candidato a jefe de Gobierno, pero se encamina a repetir una buena performance. Y se especula, también, con que la Ciudad Autónoma sea uno de los pocos distritos en donde ese universo liberalrepublicano etiquetado como panradicalismo no eche por la borda la recuperación que esbozara año y medio atrás. En ese contexto, el Frente para la Victoria la tiene peliaguda. Más aún si se advierte la ausencia de figuras taquilleras entre sus postulantes, la tensión irresuelta entre la dinámica del PJ local y la de los espacios progresistas de cuño K, y la persistencia de cierto desdén mutuo entre el oficialismo nacional y buena parte del electorado porteño, incluida su potencial base de apoyos.

NOMBRES

Daniel Filmus ha sido hasta aquí el aspirante más repetido, con suerte pareja. Buena en términos relativos; regular, en los absolutos. Fue candidato a jefe de Gobierno en dos oportunidades (2007 y 2011), y en ambas cayó derrotado frente a Mauricio Macri en segunda vuelta. A una distancia considerable, pero sin resignar protagonismo. Y por encima de los porcentajes promedios del kirchnerismo en la Ciudad. La elección como senador nacional, representando a la segunda minoría, en 2009, lo había puesto nuevamente en carrera luego del primer traspié. La derrota, de 2013, en su intento por conseguir su reelección al cargo, lo dejó con escaso margen para nuevos aprontes. Aun cuando siga siendo el dirigente porteño que mejor mida entre el elenco estable kirchnerista. Por lo pronto, ya no le piden el “esfuerzo” desde La Rosada; ni Filmus ya se ofrece como resguardo en última instancia.

Vacante esa referencia electoral, asumida otrora con entusiasmo o por descarte, no fueron pocos los que se mostraron con intenciones de postularse en su reemplazo. Sin conseguir mayor ascendencia y, mucho menos, unanimidad. Juan Cabandié, integrante de La Cámpora, figura entre ellos. Fue legislador y encabezó la lista de diputados nacionales en el último turno, quedando relegado al tercer lugar en las preferencias. O Gabriela Cerruti, la periodista y actual legisladora, que pretende desde Nuevo Encuentro hacerse un lugar en la línea de largada. La sospecha de que no habrá “nominado” desde el Ejecutivo nacional (¿ya es tarde para eso?) y que las primarias abiertas serán el instrumento para dirimir pretensiones los mantiene altivos. La proximidad del cierre de listas, estipulado para principios de marzo, y de las internas, anotadas para el 26 de abril, les retacee chances y, su vez, los ubica como los más competitivos por una cuestión de tiempos.

En cuanto a la estructura orgánica del PJ local, todavía no hay definiciones. Ni grandes pronunciamientos. En proceso de reorganización interna desde el inicio de mandato de Víctor Santa María (abril del año último), el partido pretende recuperar la centralidad perdida en el peronismo porteño y, de paso, alcanzar el protagonismo que no tuvo durante el ciclo kirchnerista, ya fuese por la competencia que le prodigaron los sellos progresistas (el Frente Grande, en especial), por el lugar subsumido que le deparara Néstor Kirchner en los comienzos o por incompetencias propias. La buena sintonía del dirigente sindical de los encargados de edificios con Mariano Recalde, el presidente de Aerolíneas Argentinas, también camporista, deja algunos indicios sobre acuerdos posibles y fórmulas eventuales. Aunque nada esté dicho.

Pero hay más nombres. Aníbal Ibarra, por ejemplo, pretende volver a ocupar el cargo del que fuera destituido luego de la tragedia de Cromanón, pero corre de atrás con el estigma a cuesta. Y no tantas adhesiones K. El subsecretario de Relaciones con la Sociedad Civil, Gustavo López (Forja); el titular del Banco Provincia, Gustavo Marangoni (hombre de confianza de Daniel Scioli) y el diputado Carlos Heller también aparecen con intenciones. Quizá para no quedar relegados en la negociación de espacios en el primer corte de acuerdos. Quizá para obtener como premio una expectante precandidatura a vicejefe.

CAPITALINOS

No obstante estos nombres, es en Jorge Taiana en donde más se posan las miradas. El ex canciller y referente del Movimiento Evita persiste como presidenciable, pero son cada día más los que pretenden que el legislador juegue sus posibilidades en la Ciudad. Prosapia peronista, perfil progresista y respeto entre sus pares juegan a su favor; aunque persistan ciertos recelos desde la Rosada. Una fórmula compartida con Recalde, sostienen muchos, sería lo mejor que tendría el espacio para ofrecer. Claro, lo dicen aquellos que ya se resignaron a la imposibilidad de un candidato sorpresa, con feeling kirchnerista pero apartidario. El intento por Eugenio Raúl Zaffaroni, aseguran los corrillos, ya fue hecho, sin resultado satisfactorio.

El devenir de la causa por la muerte del fiscal Alberto Nisman y las controversias que se sucedan a su alrededor, tendrán su impacto. Así lo considera hasta el más optimista. Sobre todo, por la proximidad de los comicios y la dificultad para imponer, en ese contexto, una agenda propia. Crítica y distinta de la que imponga el macrismo, por caso. Pero unos y otros saben que esas dificultades (ahora potenciadas) vienen de arrastre. De hecho, ni en sus mejores momentos el kirchnerismo pudo cristalizar en votos porteños aquel estado de cosas. Aunque mucho de su núcleo duro, de su minoría intensa, forme parte de los segmentos medios de sus ciudadanos. La inclinación que tenía Kirchner por llamarlos “capitalinos”, surge como parte de ese desencuentro, de esa incomprensión. Y como anecdótica explicación posible.

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