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Urbanismo estratégico

27 abril de 2011

En todo el mundo las ciudades se agrandan y se transforman generando nuevos desafíos para las autoridades. Sustentabilidad, descentralización e integración.

El reconocido urbanista y geógrafo Peter Hall (Londres, 1932) estuvo en Buenos Aires,

invitado por el Instituto para la Ciudad en Movimiento y dialogó con el estadista sobre uno de los temas a los cuales le dedicó su esfuerzo intelectual: el desarrollo de las ciudades. Es, sin duda, uno de los temas al que los políticos le deberán dar más atención. Las ciudades, en la Argentina y el mundo, son cada vez más grandes y decisivas en el futuro de un país. Las fuerzas atractivas de las grandes ciudades son poderosas e inevitables, dice Hall.

¿Cuáles son sus primeras impresiones de su estada en Buenos Aires?

-Es difícil hacer un juicio viendo sólo una parte de la ciudad. La primera sensación es que es una ciudad muy a la europea, quizás la más de la región. Si bien no recibe a tantos extranjeros, da la sensación de que por la gravitancia del puerto es una de las ciudades más importantes del mundo.

Cada vez se habla más de la agenda metropolitana y de los problemas comunes de todos los habitantes de la metrópolis. Sin embargo, no hay instituciones específicas que atiendan esos desafíos. ¿Qué nos dice la experiencia sobre qué hacer?

-Es una de las preguntas más difíciles. No hay una solución fácil en ningún lugar del mundo. El problema es que mientras las grandes ciudades se expanden, se convierten en algo diferente. Pasan de ser una simple metrópolis a lo que yo denomino una megaciudad metropolitana regional. Los casos más avanzados se ven en China, donde hay megaciudades como Hong Kong o Shanghai de entre 100 y 140 millones de habitantes. Es extraordinario; nunca hemos visto algo así antes. Las ciudades se van

expandiendo y atrapando lugares que antes eran independientes. Por suerte, a ustedes les falta para llegar a ese nivel. La pregunta es si debemos conscientemente desarrollar polos por fuera de la ciudad en donde la gente puede trabajar. En Londres hay 50 polos como estos. Cambridge y Oxford, por ejemplo, son dos polos educativos reconocidos. Allí, la gente trabaja y vive en el mismo lugar y, en simultáneo, se benefician de la cercanía con Londres. Este es el modelo correcto y en Londres está teniendo éxito, aunque parte haya sido por diseño y otra, por accidente.

¿Se pueden crear instituciones, entonces?

-A medida que las ciudades se agrandan y se vuelven gigantes, se hace difícil organizar y crear instituciones que se dediquen a la gobernanza metropolitana. Estas megaciudades son tan importantes que terminan dominando el país del cual son parte. Un tercio de la población inglesa vive en la megaciudad londinense. Esto pone en riesgo la cohesión del Estado central. Lo mejor que se puede hacer es organizar una coordinación de funciones limitada, especialmente en transporte. Los estadounidenses tienen autoridades metropolitanas de tránsito que se ocupan de coordinar las inversiones en transporte público y en autopistas. Esa es la columna vertebral de la estrategia de desarrollo urbanística.

Según el último censo, alrededor de Buenos Aire viven casi 16 millones de personas. Empero, es sólo 1 o 2% de la superficie total del país. ¿Es inevitable, sostenible y conveniente?

-Es inevitable y puede ser conveniente y sustentable, aunque no será automático. Lo inevitable se debe al hecho de que ese crecimiento está generado por fuerzas económicas poderosas. Esa clusterización atrae al sector de servicios, el principal empleador de la economía. Las áreas metropolitanas, por lo tanto, tenderán a agrandarse. Por ejemplo, muchas ciudades del norte de Inglaterra, con un viejo

perfil industrial, están perdiendo sus funciones. Además, si se planea bien puede ser sustentable. Creo que dentro de la región metropolitana se debe apuntar a desarrollar muchos polos o unidades sostenibles. El objetivo ideal sería el de ciudades medianas, de entre 100.000 y 200.000 habitantes, en donde haya empleos y servicios para la mayoría de sus habitantes. También estarán quienes quieran o necesiten recorrer distancias más largas, o quienes quieran ir al corazón de la metrópolis, y ellos precisan

un sistema de transporte eficiente.

Desde el punto de vista urbanístico, ¿cuál es la mejor manera de integrar las villas de emergencia al resto de la ciudad?

-No hay una única receta. Una de las opciones más realizables para América Latina es apuntar al mejoramiento integral de esos territorios, desde los servicios públicos a la educación. Hubo experiencias que, en 20 años, transformaron villas en suburbios de clase media. Esa opción, que no es la única, podría replicarse en mayor escala. Me parece que sería un proceso de integración natural y con la menor cantidad de tensiones.

Hace algunas décadas se pensó trasladar la capital del país a Viedma. Otros países federales y extensos han hecho lo mismo. ¿Qué la parece?

-Puede funcionar. Es una operación bastante costosa y, para países en desarrollo, puede terminar siendo ruinosa. También es cierto que Buenos Aires puede perder una cualidad metropolitana, en caso de que ocurra. Debe ser estudiado con cuidado.

En el 2008, la crisis económica mostró a la dirigencia política corriendo detrás de los eventos. ¿Pasa lo mismo a la hora de comprender la complejidad de las ciudades?

-Creo que los políticos de todos los países del mundo no tienen una comprensión acabada de lo que está pasando en la ciudad. Siquiera nosotros, los académicos, la tenemos y eso que estamos todo el día pensado en eso. Los factores detrás del crecimiento de las ciudades son muy fuertes y suelen ser ignorados.

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