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Una agenda para los jóvenes urbanos

29 octubre de 2014

Los jóvenes que viven en ciudades serán un segmento determinante del electorado 2015. ¿Los políticos se están dirigiendo bien a ese segmento? Obama y la problemática local

Diagnóstico: los jóvenes son un segmento determinante del cuerpo electoral. Según las cifras del último censo 2010, en el país había 9,4 millones de argentinos de entre 20 y 34 años, un tercio del padrón electoral total. Si se incluyeran a los de 16-20, la cifra supera cómodamente los 12 millones. “En el nuevo escenario de voto a los 16 años, 39% de los votantes tiene menos de 34 años. Obteniendo una victoria del 50% en este segmento se obtendrían 18 puntos en el total nacional”, calcula el analista Rubén Weisteiner y pone el ejemplo de Obama versus McCain de 2008. Si consideramos que la amplísima mayoría vive en ciudades, se decanta el hecho de que el votante medio de las elecciones presidenciales entrantes serán los jóvenes urbanos: la edad mediana de la población argentina es 30 años y más del 80% vive en las ciudades.

¿Los candidatos están atendiendo debidamente este segmento? ¿Hay algunos que lo están haciendo mejor que otros? Según Carlos Fara, a los líderes de Unen se le complica más penetrar en el segmento sub-40 que a Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa, quienes tienen perfiles menos ideológicos y más feeling con los jóvenes. Pero tampoco ve a algunos de ellos claramente imponiéndose en ese segmento sobre los demás. No hay ningún Obama 2008, por ahora. Las intenciones de voto, pues, no se alejan mucho del promedio, dice Fara. El corte socioecónomico es un predictor del voto mucho más preciso que el demográfico y no parece haber un margen para un corte etareo transversal a esa clivaje primario. El voto joven, añade Fara, es más bien procíclico y volátil: fue predominantemente kirchnerista en 2011 y, en la PBA al menos, massista en 2013. Hoy, como el escenario en general, está más repartido.

Según Sergio Balardini, experto en juventud, “tanto el kirchnerismo como el macrismo, sin emitir juicio de valor sobre una u otra propuesta política, han sabido interpelar a contingentes importantes de jóvenes, de diferentes sectores sociales, articulando diferentes demandas y aspiraciones”.

¿Es posible, a lo Obama, desarrollar un discurso joven para obtener la delantera en ese segmento? Fara matiza esa posibilidad. Según Weisteiner, la posibilidad está (“no hay que hacer campañas, hay que construir movimientos”, dice), pero eso no implica que alguien lo logre.

Hay un hecho estilizado innegable: los jóvenes son uno de los segmentos más vulnerables de la sociedad. El grado de urgencia de sus demandas es acuciante, aunque eso no implique, como decíamos, que tiendan a favorecer a las opciones más rupturistas. Más importante aún, los jóvenes son los menos apuntados por políticas públicas para promover su desarrollo, lo cual habla de su escasa capacidad de influir en la agenda pública. “La política como institución no deja de ser una instancia adultista, es decir, con sesgo de mirada adulta, a la que se le hace difícil integrar la mirada de las y los jóvenes con igual respeto y consideración”, analiza Balardini y pone como contraejemplo la experiencia del Gabinete Joven de Santa Fe. El programa Progresar, lanzado por el Gobierno hace unos meses, es un ejemplo casi solitario en ese sentido. La tasa de desempleo juvenil, por ejemplo, es entre dos y tres veces más alta que la nacional.

“Muchos están apelando al voto joven, pero sin tanto éxito, especialmente en el caso de los menores de 25. Es mucho más complejo que simplemente lanzar un app porque 'a los pibes les gusta estar en las redes sociales'”, dice Augusto Reina, consultor político de Doserre. Otro buen ejemplo es el plan del Gobierno de la Ciudad de la primera vivienda: Primera Casa BA. Es algo más concreto y tangible que viene a resolver una preocupación central de los jóvenes de más de 20/25 años, así como los programas para terminar de modo acelerado los estudios primarios o secundarios, más allá de las críticas que suscitan entre los pedagogos, que ofrece la propia Ciudad o el Gobierno Nacional para los más jóvenes. Muestran a los políticos dejando a un lado la prédica más autoreferencial y bajando al barro de las urgencias juveniles.

Hay dos temas de agenda que (algunos) candidatos están sacando a relucir y que apuntan a seducir al voto joven: la verde y la tech. La “agenda verde”, cimentado sobre la creciente concientización sobre la importancia del cuidado del medio ambiente y el desarrollo sustentable de la vida moderna, tiene a los jóvenes urbanos como sus principales propulsores. La temática pierde relevancia a medida que sube la edad y nos alejamos de las urbes. El interés por lo verde trasciende lo discursivo y se está colando en los hábitos diarios. Un estudio de opinión pública, de mayo de este año, muestra que 57% afirmó de los porteños “habitualmente” separa la basura en su hogar. La promoción del uso del transporte público, y la bicicleta en particular, también tributan a esta agenda verde y son política valoradas por los jóvenes, así como las campaña que promueven el reciclado y que balancean lo ecológico con el desarrollo productivo ilimitado. No parece haber, salvo en el caso solitario de “Pino” Solanas, una preocupación en el discurso presidencial sobre el tema.

En la “agenda tech”, en tanto, tienen una importancia estelar de las comunicaciones. La penetración de la tecnología está en alza en la sociedad. El “parque de smartphones” se acerca a los 15 millones y muchas de sus aplicaciones, para funcionar, precisan de redes que funciones apropiadamente, lo que requiere empresas que inviertan lo necesario y un Estado que lo incentive. Los smartphones, sin los cuales casi nadie sale de su casa, se han convertido en instrumentos vitales para la interacción humana. Pero el segmento más globalizado del mercado de trabajo demanda más que redes 3G, sino 4G, que funcionen: quieren un país más abierto al mundo, donde los últimos avances tecnológicos estén disponibles y no a precios irrisorios. La actual política de limitación de las importaciones y de las compras a través del e-commerce es vista como una barrera para el progreso.

Para un grupo reducido de este nicho también importan los incentivos estatales para la instalación y desarrollo de las nuevas empresas, casi todas de servicios, que van naciendo al son del cambio tecnológico. Aquí nuevamente se destaca el PRO, por ejemplo, con su Distrito Tecnológico. Rosario tiene el propio hace diez años.

En una visita que seguramente muchos precandidatos intentarán emular, el renovador Sergio Massa estuvo en Silicon Valley y desde allí dijo que “sin revolución tecnológica la Argentina no tiene futuro”. Una foto en las oficinas de Google hoy quizás rinde más que la tan buscada .jpg con el Obispo de Roma. En una campaña presidencial que dura más de un año y medio, es importante diversificar las propuestas con temas de impacto simbólico y bajo costo político como los programas y las políticas de estímulo a la juventud y sobre temas a los que ellos les dan importancia.

Abrir el cofre del voto joven no es un desafío menor. Y la recompensa puede ser alta.

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