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El clima o los porotos

28 octubre de 2014

Aún no está claro si el deseo de

cambio teñirá todo el proceso

electoral o pesarán las estructuras

A solo un año para las elecciones presidenciales más analizadas que se recuerden. Tras doce años de kirchnerismo, el Gobierno más largo de nuestra historia constitucional, un andarivel que tuvo a Néstor y Cristina Kirchner como referencias centrales, la elección que se viene plantea la pregunta de cómo será la política sin un Kirchner en la Presidencia. Sea en modo de análisis riguroso o mera proyección de ansiedad, la imaginación de ese futuro ya más cercano suele anticipar un cambio de clima político.

La metáfora del “fin de ciclo”, y en menor medida también la del “poskirchnerismo”, describen un cambio importante que sobreviene. Los kirchneristas progres, en sus charlas de sobremesa, también aportan lo suyo cuando expresan su preocupación por la “derechización” de la sociedad. Sin embargo, ese clima de cambio aún no se ha explicitado. En las encuestas actuales ?que, cabe aclarar otra vez, reflejan un escenario anterior a la definición del candidato del kirchnerismo? podemos ver a un ex vicepresidente de Néstor Kirchner y a un ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner liderando tendencias. No parece ser, esa al menos, la oferta de un cimbronazo político-ideológico.

Y si vemos los números finos de esas mismas encuestas, podemos leer que la opinión pública, aún cuando manifieste su preocupación por la inflación y la inseguridad, sigue apoyando muchas de las políticas más representativas del kirchnerismo. El mundo que rodea a Argentina tampoco parece indicarnos un cambio profundo. Comparemos este último año de Cristina Kirchner con el de Raúl Alfonsín. El padre de nuestra democracia contemporánea no solo enfrentaba un fuerte y concreto cuestionamiento ideológico interno ?se nos viene rápidamente a la mente las imágenes de Bernardo Neustadt y de la contundencia discursiva de la UCeDé?, del que se hacía carne su propio delfín ?el radical liberal Eduardo Angeloz?, sino que el entorno geopolítico era un Estados Unidos que estaba emergiendo victorioso de la Guerra Fría, un “faro” ?al decir de Kissinger? del capitalismo mundial, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher ejerciendo un liderazgo en el que se verían reflejados los presidentes latinoamericanos de los '90. En suma: Alfonsín atravesó su último año en el medio de un arrollador clima de giro ideológico.

No parecería estar sucediendo lo mismo en la actualidad. No hay una oposición ideológicamente contundente, no hay cuestionamientos programáticos al kirchnerismo en el seno del Frente para la Victoria, y el “mundo” no es, definitivamente, un ciclón de modelos a seguir.

¿A qué se debe toda esta reflexión? A que es un dato relevante, para la campaña que ya se insinúa, establecer si esta va a ser una elección de clima o una de porotos. Si hay un clima de cambio en el ambiente, una parte del electorado votará a aquél que mejor refleje el cambio y eso quebrará los equilibrios duros de las preferencias, construyendo un nuevo ganador. Esa sería “una elección de clima”. Si, como ya sucedió en Argentina, la economía se deteriorara seriamente, y uno de los candidatos tuviera la capacidad de convertirse en un portador de soluciones a los ojos de la sociedad, ese candidato tendrá una ventaja competitiva que podrá definir el 2015.

En cambio, si ello no sucediese, si la economía estuviese administrada hasta el final y el clima de renovación fuera más módico (algo de clima seguro que habrá; la cuestión es de intensidades), entonces la clave de la elección pasarán a ser los porotos. Es decir, la estructura territorial con la que contará cada uno de los candidatos, que se convertirán en locomotores de grandes alianzas multidistritales.

Si fuéramos hacia una elección de porotos, ganará el poseedor de la coalición más voluminosa. Todavía, a doce meses de los comicios, no podemos saber en cuál de los dos escenarios estaremos. Sin embargo, hay un dato sugerente. Los protagonistas de la carrera que son los que más saben lo que está sucediendo, hoy están apostando a sumar más y más porotos. Daniel Scioli y el kirchnerismo, aunque aún no han definido cómo van a convivir, aseguraron en conjunto que la coalición se mantenga tal cual. Y Sergio Massa y Mauricio Macri, en su voracidad por los porotos, se llevan puesto al FAUnen. Invierten, sin dudas, más tiempo y esfuerzos en ese escenario, que en desarrollar las grandes ideas para surfear la ola de las transformaciones anunciadas.

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