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¿Argentina vota a Dilma o a Marina?

01 octubre de 2014

(Columna de Claudio A. Caprarulo, economista de Analyitica Consultora)

La inserción económica internacional de Brasil en los próximos años es un punto en el que se diferencian las propuestas de las candidatas. En lo referido a lucha contra la inflación y el rol del Banco Central, también.

Los resultados de las encuestas abren dudas acerca de la continuidad del Partido de los Trabajadores (PT) en el gobierno brasileño después de doce años. De ser así, la futura presidenta sería una ex ministra de Lula y ex miembro del PT, Marina Silva, cuyo plan de gobierno marcaría rupturas (y ciertas continuidades) con el actual modelo de desarrollo petista y con la propuesta de Dilma para su futuro gobierno. ¿Qué puede cambiar para nuestro país si prevalece una u otra opción?

Veamos. Dilma, con un discurso similar al del kirchnerismo, habla de iniciar un nuevo ciclo que no avale retrocesos en los éxitos conseguidos durante su presidencia y la de Lula. Su apuesta está basada principalmente en mantener dos pilares del modelo anterior (la percepción de solidez económica y las políticas sociales), agregando un nuevo e imprescindible pilar: la competitividad productiva. Esta surgiría de un renovado impulso de la inversión en la producción, el consumo masivo y en infraestructura, con el fin de fortalecer el consumo interno.

Sin embargo, hasta ahora Dilma no encontró la solución para reactivar una economía que bajo su mandato creció, en promedio, apenas 1,7% anual, menos de la mitad de los resultados de los gobiernos de Lula. El modelo de altas tasas de interés con la consecuente apreciación del real parece haber encontrado un límite. La caída en el precio de las commodities y la apreciación del dólar pueden ser el puntapie inicial para una nueva etapa con el real menos apreciado y una industria más competitiva. Por caso, en lo que va del mes de septiembre la devaluación llegó al 4%.

De todas formas el mensaje es claro; Dilma entiende que el mercado interno todavía tiene mucho camino por recorrer y quiere impulsarlo. Ello podría significar un aumento de las exportaciones argentinas. Principalmente porque nuestras ventas están orientadas a su demanda interna (autos, productos químicos). Al mismo tiempo el PT buscará profundizar la políticas de compre nacional, sobre todo en Petrobras, protegiendo a la industria local. Si bien esto puede condicionar algunos mercados para los productos argentinos, el crecimiento del mercado interno más que compensará esa situación.

Respecto de la política exterior, Dilma plantea que la prioridad seguirá siendo América Latina, buscando fortalecer el Mercosur, la Unasur y la Celac. En particular, aumentará la integración financiera y de infraestructuras físicas y de energía. En forma embrionaria ya sucede, dado que es el principal financista en los proyectos de infraestructura de la Unasur a través del BNDES.

A su vez, destaca, nuevamente como el kirchnerismo, que Brasil pudo crecer sin someterse a las exigencias del FMI el cual, al igual que la ONU y el Banco Mundial, no reflejarían la actual correlación de fuerzas a nivel global. Por lo tanto continuará luchando por una reforma de tales organismos.

Si bien el plan de gobierno de Marina comparte este último diagnóstico y la necesidad de profundizar las relaciones dentro del Mercosur y la Unasur, marca como contrapunto respecto del PT aumentar la apertura económica de Brasil. En ese sentido promovería un acuerdo entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico con el objetivo de dar un primer paso para avanzar en acuerdos multilaterales y bilaterales con los países desarrollados. Sin embargo, no se puede considerar a Brasil como una economía cerrada, su grado de apertura comercial (importaciones + exportaciones con relación al PIB) era del 17% en 2001 y en 2013 fue del 21,5%. Al mismo tiempo, el año pasado ingresaron US$ 86.000 M en concepto de IED (Inversión Extranjera Directa) más del doble que en 2007. Está claro, el bajo crecimiento de Brasil en los últimos años no se corresponde con un problema de inserción internacional.

Un detalle a destacar es que la candidata de la oposición culpa a la Argentina del estancamiento en el tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. Por ello, y la fuerte afinidad entre el PT y el kirchnerismo, el escenario de Marina presidenta permite vislumbrar un 2015 con mayor tensión en las relaciones bilaterales con nuestro país.

El objetivo de la reorientación de las relaciones exteriores en un eventual gobierno de Marina es que las empresas de Brasil aumenten su participación en las cadenas globales de valor. Ello junto a la iniciativa de un Estado con menor injerencia en la economía parecería indicar un modelo más orientado a lograr un crecimiento traccionado por el desarrollo del comercio exterior y en segundo lugar del mercado interno.

Por caso, Marina plantea la necesidad de un Banco Central más independiente y de un régimen más estricto de metas de inflación. En los últimos años al Banco Central de Brasil no se lo puede acusar de poco ortodoxo; nunca le tembló el pulso a la hora de subir las tasas para bajar las expectativas inflacionarias. Parece difícil que de llegar a ser electa, Marina tenga margen para realizar una política monetaria aún más contractiva.

Un mayor grado de apertura comercial de Brasil podría potenciar las exportaciones argentinas; sin embargo, si el mercado interno se vuelve menos dinámico habrá que esperar cuál efecto termina prevaleciendo.

Con independencia de quien gane las elecciones del 5 de octubre o el 26 si es necesaria una segunda vuelta, no puede esperarse en los próximos años un fuerte repunte de la actividad en Brasil y un cambio importante en su impacto sobre la economía argentina. Sin embargo, revitalizar niveles superiores de integración hace tiempo dejó de ser una opción para pasar a ser una necesidad.

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