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¿Quién fija la grilla?

22 agosto de 2014

Los encuestadores parecen no tomar en cuenta a los partidos políticos que aún pesan en las elecciones

Desde hace varios meses, un grupo de consultoras de opinión pública, a partir de estudios publicados en los principales medios de comunicación, vienen planteando una competencia presidencial tan anticipada como irreal. Estas encuestas sostienen que las elecciones de 2015 se dirimirán entre tres nombres: Sergio Massa, Daniel Scioli y Mauricio Macri. Tres dirigentes de innegable trayectoria política. Y que tienen algo en común, más allá de una aparente afinidad ideológica: carecen de una fuerza política nacional que respalde sus aspiraciones. Y nadie, cabe aclarar, nominó sus candidaturas.

¿Quién determina, entonces, la grilla de los candidatos? ¿Una entente entre medios y consultoras, o los partidos políticos nacionales? Parecería haberse desatado una guerra entre ambos por la construcción de la oferta. Las encuestas “Massa - Scioli - Macri”, mes a mes, muestran como uno sube, otro baja, el otro queda igual, y concluyen en un escenario de relativa paridad o empate técnico. Mientras tanto, las dos principales fuerzas políticas nacionales, que son el oficialismo y el Frente Amplio Unen, quedaron excluidas de la lista. Pese a que ningún politólogo avalaría un escenario de candidatura presidencial exitosa sin el concurso de alguna de ellas. Algo no cierra.

El encuadre partidario de los tres protagonistas de las encuestas no es el mismo. Scioli forma parte del Frente para la Victoria y tiene claras condiciones para ser su candidato. Es el que mide mejor. Pero, como sabemos, no es la primera opción del núcleo duro del kirchnerismo. Massa y Macri, en cambio, son líderes de partidos de distrito, el Frente Renovador y el PRO, respectivamente, con escasa implantación fuera de los territorios en que supieron ser ganadores. Aún no sabemos si serán realmente capaces de perforar sus fronteras y proyectarse al orden nacional. Ciertas encuestas sugieren que sí, pero no explican en qué momento y bajo qué circunstancias los alcaldes de Buenos Aires y Tigre se convirtieron en los líderes preferidos de tucumanos o rionegrinos.

Estas mismas encuestas, realizadas a doce meses de las primarias y quince de las elecciones generales, no están tomando en cuenta que los partidos no están tan débiles como algunos creen. De hecho, podríamos decir que los niegan. El justicialismo, como decíamos en esta columna meses atrás, está experimentando señales de institucionalización. Y ello se confirma con el correr del tiempo: pese al flojo desempeño electoral de 2013 y a los problemas económicos de 2014, se mantiene unido y retuvo la mayoría parlamentaria. A su vez, la oposición radical-progresista pudo rearmar una alianza electoral amplia y competitiva. Una vez que ambas estructuras muevan sus piezas, lo harán en direcciones claras, y se organizarán redes de listas locales en apoyo de sus presidenciables en todo el país, que traccionarán votos de abajo hacia arriba y viceversa.

Es cierto que el sistema partidario argentino no tiene la misma fuerza que en otros países, pero sigue siendo un actor significativo de las elecciones, y hoy se encuentra más robusto que hace unos años. Mediciones que no contemplen eso, carecen de sentido. De hecho, lo habitual en otras democracias es que las encuestadoras investiguen la intención de voto de los electores una vez que los partidos determinaron la oferta. La grilla, sin esa determinación, no tiene sustento.

¿Por qué, entonces, se hacen y se difunden esas encuestas, que son metodológicamente inválidas? Rodney Barker, un politólogo del London School of Economics, sostiene que la gran mayoría de todas las cosas que hace la comunidad política (que incluye a una minoría intensa de políticos, militantes, periodistas, discutidores de política en la mesa familiar, y lectores de el estadista y otras publicaciones similares) está dirigida a sí misma. Que los políticos están permanentemente demostrando autoridad y poder, pero sólo para impresionar a sus pares, y que recién salen a cazar votos del gran público en los días previos a las elecciones. Las encuestas que quieren construir la grilla mucho antes que los partidos, también forman parte de la comunidad política, y están dirigidas a los propios políticos. A impresionarlos.

Los votantes no decidieron su voto, y falta mucho para que lo hagan. Los que ahora tienen que decidir son los políticos de las provincias y municipios. Si ellos creen que Macri, Massa y/o Scioli son el futuro presidencial argentino, van a buscar hacer alianzas con ellos. Y entonces, los tres dirigentes populares sin partido van a obtener el respaldo territorial necesario para montar una candidatura, y serán reales candidatos a la presidencia. Así es como funciona el mecanismo causal más poderoso de la política y la economía: la profecía autorrealizadora.

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