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Boleta única y calidad democrática

16 mayo de 2014

(Columna de Gustavo Damián González, politólogo y especialista en análisis electoral)

El Congreso vuelva a poner sobre el tapete un debate necesario para el país. ¿Cuáles son los puntos a favor y las disidencias en torno a la boleta única?

Una vez más, entró en debate en la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados la posible incorporación de la boleta única en la Argentina para las elecciones de 2015. Debate que resulta anacrónico en el Siglo XXI. Cuando el mundo va en camino hacia el voto electrónico, la Argentina es uno de los pocos países en el mundo que tiene un sistema de boletas por partido.

El tema de la boleta única fue incorporado con fuerza en las mesas de diálogo político del 2009. Todo el arco opositor sostenía que no existía una auténtica democracia si ésta no se llevaba a cabo y es inexplicable que en la reforma más profunda que se realizó desde la recuperación de la democracia no se haya incorporado este mecanismo electoral probado en otras latitudes. En los primeros años de la recuperación de la democracia los estudiosos de la política analizaron y realizaron aportes en torno a la consolidación democrática. A treinta años de aquel hito se hace necesario mejorar nuestra calidad democrática, y el formato en el cual se vota forma parte de esta discusión.

El sistema actual es tradicional en nuestro país. Cada partido político es el encargado de imprimir las boletas de su partido y cada uno de ellos pone en circulación entre dos y cuatro veces el padrón electoral, que en todo el territorio nacional es de 30.600.000 electores. Es decir, que sólo para la categoría nacional, se imprimen aproximadamente 3.800.000.000 boletas. Terminan en una urna efectivamente votadas sólo el 0,75% de la boletas impresas.

Esto significa: a) Un negocio importante de las imprentas/ partidos políticos. Son muchos los dirigentes partidarios que hacen dinero con la impresión de las boletas, incluso algunos de ellos han hecho una militancia/empresa de ello. Es un gasto económico y ecológico innecesario. Entre las PASO y la elecciones generales se imprimen no menos de ocho mil millones de boletas partidarias y se utilizan sesenta millones de sobres. La boleta única reduciría de manera considerable este gasto, ya que sólo se imprime una boleta por elector y no necesita sobre.

b) En algunas partes del país, en especial las grandes zonas urbanas, la inexistencia de boletas es un dato relevante. No queremos decir con esto que el resultado electoral dependa del robo de boletas, pero sin ninguna duda tiene una incidencia y puede definir la composición de los órganos deliberativos. A manera de ejemplo, sólo en la ciudad de La Matanza se necesitan 3.000 fiscales por partido para garantizar la elección, si sumamos a todos los partidos políticos, sólo en una ciudad se necesitarían 31.000 fiscales. En la práctica, sólo los que controlan el Ejecutivo municipal pueden garantizar que la boleta de su partido político esté en el cuarto oscuro. El resto de las boletas desaparecen en las primeras horas de la mañana. La boleta única no rescinde de fiscales, pero estos no tienen la tarea de revisar el robo de boletas.

c) A veces no es el robo de boletas, sino el ocultamiento de las otras. Es habitual que los fiscales tengan órdenes de ocultar boletas específicas de otros partidos y esto desvirtúa la libertad electoral.

d) Las boletas preexistentes se reparten de manera clientelar, incluso en la puerta de los lugares de votación, violando la veda electoral. Esto refuerza las prácticas clientelares de aquellos que tienen capacidad de reparto de boletas. En el caso de la boleta única, no hay en circulación pues el único que le otorga la boleta es el presidente de mesa en el momento emitir el voto.

Sintetizando, hay cuestiones económicas, políticas, ecológicas y sociológicas que impulsan a la incorporación de la boleta única como procedimiento electoral inexorable.

CUESTIONAMIENTOS Y LIMITES

-Algunos consideran que afecta a la gobernabilidad cuando la boleta única es por categoría electoral. Esto significa que cuando la elección es por categoría hay una mayor volatilidad electoral y los Ejecutivos están más condicionados por los Legislativos porque desaparecen las boletas pegadas y, por lo tanto, se fomenta el gobierno dividido. Esto obliga a cambiar la cultura del país: allí adonde el Ejecutivo es de un partido y el Legislativo de otro, se necesitan consensuar políticas públicas.

-Un segundo cuestionamiento es del avance del voto en blanco en las categorías menores. Las elecciones de Córdoba y Santa Fe mostraron un voto en blanco del 20%. Esto puede ser atenuado con una mayor información y cultura democrática.

-Algunos sostienen que este formato electoral debilita a los partidos políticos porque termina conformándose en una confederación de partidos desdibujando el rol de los partidos nacionales. Este es un argumento plausible, pero no es privativo de este formato electoral. La personalización de la política es una tendencia en la región con independencia del tipo de boleta que se utiliza.

Para sintetizar, la implementación de la boleta única es un pedido que lleva años en nuestro país, y en particular desde la oposición. Los oficialismos suelen beneficiarse con las boletas por partido, por ello quienes más se oponen son los intendentes y algunos gobernadores de provincias. La Argentina está atrasada en este terreno y es necesario que se apruebe dicha reforma, la cual redundaría en un avance en la calidad democrática.

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