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La provincia de Buenos Aires y el panradicalismo: una relación difícil

02 mayo de 2014

(Columna de María Esperanza Casullo y Santiago A. Rodríguez)

La contracara del crecimiento del panperonismo en la provincia es la retracción del radicalismo y sus aliados. Causas, análisis y estrategias para revertir esta tendencia.

En un artículo publicado en el estadista número 95 presentamos cifras sobre el crecimiento del voto panperonista en la provincia de Buenos Aires. Decíamos entonces que en el 2013 la suma de todas las opciones peronistas o neoperonistas sacó más del 65% de los votos en 130 de 135 municipios de la provincia, luego de varios años de sostenido crecimiento. Concluimos que “una parte importante de los votantes de la PBA entiende que el peronismo se ha convertido en la mejor opción para ser oficialista y, también, para ser opositor. El precio que han decidido pagar los votantes para expresar su oposición al Gobierno ha debilitado severamente a la oposición no peronista, que pierde así atributos para librar 'la madre de todas las batallas'”.

El debilitamiento del atractivo opositor de las opciones no peronistas puede verse con claridad en los mapas electorales que presentamos a continuación: si en la nota anterior veíamos como la provincia de Buenos Aires se iba cubriendo de azul, ya que en más y más distritos el panperonismo obtiene 65% o más de los votos; hoy mostraremos como paralelamente disminuye el número de circunscripciones en donde la suma de las opciones no peronistas (es decir, la UCR más sus circunstanciales aliados) alcanzan un piso de 30% de los votos.

La UCR llega a la elección presidencial del 2007 en crisis, luego de arañar el 10% de los votos en septiembre de 2003 y caer a casi 8% en el 2005, lo que equivale a un cuarto puesto, con la tradicional lista 3. En el 2007, la Unión Cívica Radical se encolumnó detrás de la candidatura a presidente de Roberto Lavagna bajo la etiqueta de UNA, en la cual el centenario partido aportaba el candidato a vicepresidente y la estructura. De esta manera, el sector no peronista se presentó a elecciones con dos candidaturas fuertes, la antes mencionada y Elisa Carrió, y una que podemos llamar residual, la de Ricardo López Murphy. Finalmente, a nivel nacional, Carrió resultó más votada que Lavagna. En la provincia de Buenos Aires las tres opciones panradicales lograron una presencia territorial uniforme, logrando 30% de los votos en prácticamente toda la provincia (Figura 1). UNA superó el 30% únicamente en dos municipios: Navarro y Tres Lomas.

Figura 1: Año 2007. Municipios de la Provincia de Buenos Aires en donde UNA, la Coalición Cívica y Recrear obtuvieron al menos un 30% de los votos.

En el 2009, sin embargo, la fórmula del entonces recientemente creado Acuerdo Cívico y Social, consolidando al no peronismo en una sola boleta, retrocedió en su performance. De tener un piso del 30% en casi toda la provincia, la identidad panradical pasó a tenerlo en la mitad del territorio provincial. En esta elección, crucialmente, no pudo obtener este piso de votos en la mayoría del conurbano bonaerense, sólo manteniéndolo en San Isidro y Vicente López, tradicionales bastiones radicales (Figura 2).

Figura 2: Año 2009. Municipios de la Provincia de Buenos Aires en donde el Acuerdo Cívico y Social obtuvo al menos 30% de los votos.

En 2011, el radicalismo de la provincia de Buenos Aires decidió ofrecer una oferta electoral distinta y llevó adelante una alianza con Francisco De Narváez, antes que llevar un candidato a gobernador panradical o propio, partiendo aguas con sus recientes socios, que se presentarían bajo el Frente Amplio Progresista y el ARI. Aun con una relativa mejora con relación al 2009, la identidad panradical no pudo alcanzar el 30% en toda la provincia, y tampoco ser competitiva en el conurbano (Figura 3). En este sentido, la alianza con Roberto Lavagna del 2007 fue mejor procesada por los votantes radicales que la alianza con De Narváez: después de todo, Lavagna, aunque peronista, tenía un discurso desarrollista y había sido funcionario de Raúl Alfonsín.

Figura 3: Año 2011. Municipios de la Provincia de Buenos Aires en donde el FAP, UDESO y el ARI obtuvieron al menos 30% de los votos:

En el 2013, finalmente, la UCR presentó una lista a diputados nuevamente en alianza con el Partido Socialista, el Gen y la Coalición Cívica, entre otros. Los resultados fueron los peores obtenidos hasta ahora. En la provincia de Buenos Aires, otrora el distrito de donde surgieran dirigentes como Hipólito Yrigoyen, Ricardo Balbín, Oscar Alende y Raúl Alfonsín, la alianza Frente Progresista Cívico y Social sólo logró el 30% de los votos en un puñado de localidades ubicadas en el centro, oeste y sur de la provincia (Figura 4). Estos municipios, sumados, totalizan menos de 160.000 habitantes según el Censo 2010, aproximadamente 1% del total provincial.

Figura 4: Año 2013. Municipios de la Provincia de Buenos Aires en donde el Frente Progresista Cívico y Social obtuvo al menos 30% de los votos.

Una hipótesis para explicar los pésimos resultados del 2013 es que, luego de las alianzas fallidas del 2011, un porcentaje importante de opositores hayan juzgado que era más útil su voto para Sergio Massa y hayan votado en consecuencia. Otra posibilidad, no opuesta a la anterior, es que la lista del Frente Progresista para estas elecciones no haya resultado atractiva: tanto Ricardo Alfonsín como Margarita Stolbizer habían sido candidatos anteriormente y en la lista del 2013 no existió novedad en las candidaturas. La presencia en la lista de los sectores que motorizaron el fallido acuerdo con De Narváez, probablemente, haya sido también otro factor.

ALGUNAS CONCLUSIONES Y TANGENTES

-Desde 1995, la Unión Cívica Radical no ha podido representar un cabal rol opositor sin entrar en una alianza o frente con otros partidos. Esto se ha profundizado tras la atomización del partido hacia fines de los '90 y la crisis del 2001. En la última década, sólo en 2003 y 2005 ha utilizado la tradicional lista 3. Desde el 2007 hasta aquí, la UCR se ha presentado a cada una de las elecciones nacionales bajo una alianza distinta: con Lavagna primero, dentro del ACyS luego, con De Narváez en 2011 y con el FAP en 2013. Esta política de alianzas demuestra una saludable vocación de articular políticamente, sin embargo, también es posible que la sucesión de aliados tan diferentes haya diluido la marca del radicalismo, perdiendo atractivo. Por ejemplo, en 2011 la alianza nacional UDESO es consecuencia de una situación metropolitana de la ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, sin resultados positivos en ninguna otra localidad del interior provincial (siquiera tuvo impacto claro en el GBA). Se podría argumentar que hubieran obtenido iguales o mejores resultados apelando a la identidad tradicional del sello“Lista 3”.

-Desde el 2007 hasta aquí, la Unión Cívica Radical y sus aliados han perdido aún más terreno: la lucha por la oposición efectiva parece haberse trasladado al interior del extenso y maleable archipiélago panperonista.

-En la provincia de Buenos Aires, desde principios de los '90, la UCR no tiene un claro líder político que sea al mismo tiempo competitivo electoralmente. Esta es una gran diferencia con otras provincias como Santa Fe (Mario Barletta), Jujuy (Gerardo Morales), Córdoba (Ramón Mestre y Oscar Aguad) y aun en Mendoza (Julio Cobos, Ernesto Sanz, Roberto Iglesias y Alfredo Cornejo). Ni Leopoldo Moreau, ni Ricardo Alfonsín, ni Margarita Stolbizer son vistos como candidatos a gobernador competitivos. La estrategia de suplir esta debilidad con alianzas extrapartidarias puede traccionar votos en el corto plazo pero, sin embargo, tiene el efecto paradójico de diluir la marca propia y dificultar la aparición de nuevos talentos políticos en el mediano plazo.

-Asimismo, el radicalismo perdona y contiene mucho menos que el peronismo a “los que se van”. Si bien aceptaron el regreso de Cobos, todavía está fresca la aparatosa excomunión de los radicales K en 2007. Algunos de ellos optaron por integrarse al massismo y no regresaron a la UCR (por ejemplo, José Eseverri, de Olavarría; Gustavo Posse, de San Isidro o Mario Meoni, de Junín). Este factor refuerza las dificultades a mediano plazo, obturando el ascenso desde lo local a lo nacional de líderes más jóvenes.

-Otra diferencia entre el radicalismo y el Frente para la Victoria es que, si se observan las listas de diputados del 2005 a la fecha, puede notarse que el FPV de la provincia de Buenos Aires tiene un núcleo de diputados que se reeligen sucesivamente, como Carlos Kunkel, Diana Conti, Edgardo De Petri, Remo Carlotto, María Teresa García yHéctor Recalde, por citar algunos. Estos son considerados necesarios dentro del Congreso por el liderazgo político nacional; sin embargo, per se, son figuras de escaso atractivo electoral. La gran diferencia es que la certeza que tiene el FPV de obtener 30 puntos o más hace que sea factible ubicarlos en puestos en donde “entran seguro” y darle la cabeza de lista a figuras que, en un principio, tendrían mayor atractivo electoral, y esas sí rotan. Este manejo estratégico, entre capacidad de obtener votos e importancia para el armado interno del partido, se hace mucho más difícil cuando hay menos bancas para repartir.

-Tal vez lo que el centenario partido deba hacer en esta coyuntura es volver al territorio. ¿Qué pasa en esas zonas de la provincia en donde la UCR sigue haciendo pie aún hoy? ¿Cuál es la fórmula exitosa para el mantenimiento local de la identidad, que se traslada a una elección nacional? ¿No hay allí, en Ayacucho o Pellegrini, por ejemplo, dirigentes propios con los cuales construir una apelación provincial?

La UCR de la provincia de Buenos Aires parece falta, en estos momentos, de dos cosas de las cuales en su momento tenía cantidades: liderazgo y épica. Es decir: un liderazgo claro, que discipline a la interna y contenga a los insatisfechos y, al mismo tiempo, pueda desarrollar un discurso llano y directo, no áridamente generalista, para interpelar a la sociedad y atraerla a un proyecto alternativo. Sabemos que decir “hace falta un líder” puede leerse como una apelación a una bala de plata, pero decimos líder y no estadista. No hay que olvidar que, en un momento histórico, de internas difíciles y fragmentadas, eso fue lo que surgió desde el interior de la provincia, más precisamente Chascomús.

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