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No está muerto quien pelea

05 marzo de 2014

(Columna de Carlos Fara)

En política lo peor es no hacer nada y el Gobierno, mal o bien, está haciendo cosas

El Banco Central sacó de circulación más $ 40.000 millones en los primeros dos meses del año. El crecimiento de la base monetaria se redujo al 21% anual, lo cual significa una baja real dado que dicho porcentaje es inferior a la inflación anual real (índice Congreso). Dado el debate sobre la incidencia de la emisión monetaria desenfrenada en la generación de inflación, el dato es sumamente importante. Ahora habrá que ver cómo evoluciona el gasto público: si eso no se controla, tarde o temprano habrá que volver a emitir y se realimentará la espiral de precios.

Esta información certifica que ?como dicen los técnicos de fútbol que saben? hay que mirar donde viene la pelota, no donde viene el jugador. En política es lo mismo: se debe mirar la tendencia, no la coyuntura. Observar lo que se hace, más allá de lo que se dice. Como “lo esencial es invisible a los ojos”, la noticia de los $40.000 millones no fue tapa de los principales diarios, pero quizá debería serla.

Desde que comenzó el año el Gobierno tomó las siguientes medidas: aumento de boleto de colectivo, devaluación, leve apertura del cepo, suba de tasa de interés, obligar a los bancos a deshacerse de dólares, Precios Cuidados, presión sobre los sindicatos por las paritarias, absorción de dinero y caída en el ritmo de crecimiento de la base monetaria. A esto parece que se va a agregar finalmente una reducción de subsidios que implicará aumento en las tarifas de los servicios públicos. Todas estas medidas, aunque desarticuladas y a destiempo, están en el manual de la gran mayoría de los economistas, provengan de donde provinieren.

Semejante nivel de iniciativa política no es menor para los primeros cincuenta días del año. “Los mercados” creen en hechos, no en palabras.Y estos hechos no hablan de quien se resigna a ver cómo transcurren las malas noticias, sino de quien toma control del timón aún a costa de contradecirse y a regañadientes para con su conciencia ideológica. Es evidente que la Presidenta ha tomado la decisión de terminar su mandato. Pues, no está muerto quien pelea. Si la psicosis dólar blue-inflación afloja, CFK toma oxígeno y mostrará que “los poderes concentrados” no le pudieron torcer el brazo. Hará recuento y control de daños. Aquietada la economía, volverá a la política. Seguro está analizando quién dudó en los momentos de crisis, o quién se puso a hacer cuentas que no debía (¿meses? ¿días? ¿cantidad necesaria de diputados y senadores?). Mensaje a gobernadores e intendentes: la jefa está de regreso y los estará observando. Sin locuras, pero sin tolerancia. El Gobierno tratará de bajar los costos sociales de la desaceleración inflacionaria, aunque costos habrá de todos modos.

Sin embargo, acá hay dos cuestiones que favorecen a la Presidenta:

1) En política lo peor es no hacer nada: es preferible pagar los costos de hacer, que los de la terquedad. El costo de la recesión es menor al de la inflación desenfrenada.

2) La sociedad está madura para el ajuste. No le gusta, pero sabe que ahora hay que pagar la fiesta. Las crisis van haciendo docencia sobre macroeconomía.

Es cierto que la Presidenta habla por cadena nacional y genera interrogantes sobre el rumbo elegido. Algunos analistas se dejan llevar por el tono confrontativo. Pero la realidad política pasa por otro lado. ¿Por qué no se le debe prestar tanta atención al discurso presidencial? Por lo siguiente:

-Si cree que se equivocó, no lo va a reconocer por su propia personalidad.

-A alguien le tiene que echar la culpa.

-Siempre encontrará un giro discursivo para evitar que haya una contradicción.

-Tiene que arengar a la tropa en una circunstancia crítica para que no descienda el ánimo (más de lo que bajó ya), y bajarle línea discursiva.

La experiencia internacional indica que en mayor o menor medida eso ocurre con buena parte de los gobernantes: no es privativa de los “populismos”. Dicho esto, el problema del discurso es que los actores económicos no sienten ningún aliciente a cambiar de conducta en el cortísimo plazo sino, por el contrario, van a agudizar la tendencia. Por las características del callejón en el que está el Gobierno, cualquier cosa que diga o anuncie en materia económica ?además de traerle problemas de contradicción con su relato, lo cual a esta altura es menor? generará dudas. Es mejor hacer sin anunciar. En el corto plazo los agentes económicos no le creerán mucho. Con el primer trimestre en la mano sabremos cuánto había de discurso y cuánto de realidad.

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