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“Estamos condenados a una relación estratégica”

22 diciembre de 2012

Marco Aurelio García, también conocido como MAG, es asesor en Asuntos Exteriores de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y un político de larga trayectoria dentro del Partido de los Trabajadores (PT), al cual ayudó a fundar en 1980. Desde que el PT llegó al poder en 2003, ha sido uno de los principales estrategas de las gestiones petistas. Durante su paso por Buenos Aires, donde disertó en la 18va. Conferencia Industrial, dialogó con el estadista.

Hace uno años, dijo que la región había mejorado en cantidades, por ejemplo, hay más empleo y más chicos en las escuelas, pero no tanto en calidad, por ejemplo, mejorando la calidad educativa o los empleos. ¿Sigue vigente ese diagnóstico?

Sí, pero más para nosotros que para ustedes. La Argentina tuvo un proceso de ascenso educativo anterior al nuestro. Brasil era, y es todavía, un país muy desigual. Eso se manifiesta no sólo en el empleo y en los ingresos, sino también en la educación, que es la forma de desigualdad más cruel y difícil de subsanar pues solucionarlo tarda una o dos generaciones. Logramos que 40 millones de personas ingresen al mercado de consumo y compren televisores modernos, autos e, incluso, una casa, pero la educación de calidad tarda mucho más tiempo. Hemos logrado avances, pero sigue siendo un reto sociopolítico muy grande porque esa gente no sólo quiere mejorar sus hábitos de consumo sino acceder a una ciudadanía más plena, que incluye tener educación y salud de calidad.

Un informe reciente del Banco Mundial sostiene que la clase media latinoamericana se duplicó en la última década. ¿Qué impacto político tiene ese cambio?

Significa que hubo políticas de inclusión social por parte de los gobiernos que permitieron sacar a esa gente de la pobreza. Cuál será el impacto político a futuro es un gran interrogante. Dependerá de cómo las fuerzas políticas se posiciones. En San Pablo, en la elección reciente en las que el PT ganó, surgió un candidato outsider que tenía un programa de televisión en defensa de los consumidores y se apoyaba en algunas sectas evangélicas. Durante un buen período, estuvo en el primer lugar y parecía encaminado a ganar, incluso en las zonas donde el PT era muy fuerte.

¿Qué significa eso?

El PT tuvo que hacer un trabajo más fuerte aún en esas zonas para explicar lo que estaba en juego en esas elecciones. Hay que tener claro, por lo menos en el caso brasileño, que no existen los electores eternamente fieles, sobre todo en una sociedad en cambio y hay que estar atentos a eso. Por eso no creo en las definiciones puramente económicas de lo que es la clase media. También debe medirse a través de las percepciones y los hábitos que la gente tiene sobre su cotidianeidad. Las fuerzas progresistas tienen que entender eso. Las clases sociales no son las de los manuales de sociología o marxismo. Hay cambios constantes y hay que estar atentos.

Con la actual Constitución, Cristina Fernández no podrá presentarse a la reelección en 2015. Lula enfrentó este desafío en su momento y eligió a Dilma. Pese a que era poco conocida, logró ganar ampliamente. Para el kirchnerismo, “elegir a su Dilma” es una opción para estar presente en las próximas presidenciales. ¿Cómo se construyó la candidatura de Dilma?

De una forma muy sencilla. Lula tiene una gran audiencia en la sociedad brasileña, así como Dilma la tiene hoy en día, y también un gran respeto en el partido. Lo que muchos llaman lulismo no existe separado del petismo. Hay una simbiosis. Lula no sería lo mismo sin el PT ni el partido sería lo mismo con él. Lo mismo está pasando con Dilma. Recientemente se hizo una encuesta de mención espontánea, es decir, sin sugerirle ningún nombre a los encuestados, sobre a quién elegiría presidente si habrían elecciones, y Dilma apareció en primer lugar, Lula en segundo y el opositor José Serra, muy atrás.

Es decir, la gente no se identifica con Lula y Dilma sino con sus políticas.

Sí, pero de aquellas políticas de las cuales Lula y Dilma son inseparables. Hay que entender eso.

¿Cómo están las relaciones entre Brasil y la Argentina?

No creo que haya más problemas entre nosotros de los que hay entre los países europeos hoy en día. Hay muchos menos. Las relaciones son buenas. Los procesos de integración deben enfrentar dos realidades que no siempre se combinan. La realidad interna, por un lado y la realidad de la integración, por el otro. Muchas veces estas dos agendas chocan entre sí. Debemos desarrollar una inteligencia para articular ambas. Estoy convencido que el horizonte que se nos plantea es de una integración creciente. Sin exagerar, diría que estamos condenados a una relación estratégica.

¿Qué futuro cree que debería tener el Parlamento del Mercosur?

Va a tomar su tiempo para que funcione. El Parlamento Europeo, por ejemplo, tomó mucho tiempo. El gran tema es que supone pasar de una relación entre Estados a una en la cual se cede, aunque limitadamente, soberanía. Creo que es importante avanzar en ese sentido, aunque en la primera etapa el Parlamento no sea más que una especie de club de debate.

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