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Democracia de proximidad

30 noviembre de 2012

Los instrumentos de la democracia tradicional dejan paso a la intervención de una ciudadanía atenta y cada vez más impaciente.

El conflicto de las interpretaciones no bastará para minimizar la importancia objetiva de los cambios cada vez más profundos que se vienen produciendo en las formas de manifestacion politica de la ciudadanía.

La Argentina es sólo un capítulo más dentro de un vasto proceso extendido a lo largo y ancho de la geografía de las democracias contemporáneas. Las movilizaciones de septiembre y el 8-N configuran, en efecto, junto con el paro general del 20-N, manifestaciones típicas de un nuevo género de accion política y por completo diferente de la ya conocida. De allí la inutilidad de comparaciones forzadas con respecto al tipo de movilizaciones propias de la política tradicional.

Cualquiera que haya sido el número de personas que el pasado 8 de noviembre ocuparon las calles de casi todas las ciudades grandes y medianas del pais, ese dato puede ser lo de menos, si se tiene en cuenta que no estuvo allí el núcleo esencial de la energía ciívica de la protesta. Importan mucho más los oyentes y televidentes que siguieron las alternativas de la movilización a traves de los medios radiales y televisivos, y los portales infomativos. Los principales informativos por lo menos triplicaron sus niveles de audiencia.

Un encendido del 70% en el prime time de las 19.30 horas en todas las pantallas y radios del país explica los resultados de la docena de encuestas difundidas con posterioridad y los más de 500 artículos y columnas de análisis reunidos por este cronista con el auxilio de un buscador estándar de Internet. Algunos porcentajes hablan a las claras de la nueva dimensión a la que ha entrado de lleno la política argentina, siguiendo tendencias comunes a casi todas las sociedades del mundo.

Según una encuesta nacional de OPSM en los días posteriores al 8-N, cerca del 95% de la poblacion siguió directamente las alternativas de la jornada. El 67,6% cree que la protesta será importante para el futuro político del país y 72,5% está de acuerdo con sus propósitos básicos. El 60,8% estima que la protesta social fue espontánea y 34,2% cree, en cambio, que obedeció a un armado político. El 86,1% prevé que este tipo de demostraciones se repetirá próximamente y 46,7% adelanta desde ya su intención de participar de algún modo en futuras demostraciones de protesta. Después de todo, el 77,3% juzga muy o algo justificado el fondo de los reclamos.

Si bien la dirigencia tradicional se ha apresurado a denunciar el carácter “difuso” de este tipo de manifestaciones, lo cierto es que la agenda fue clara y precisa: la inseguridad, la inflación, corrupción pública, impedir la rereelección presidencial y defender la independencia de la Justicia fueron las demandas básicas recnocidas por los participantes, según el sondeo nacional comentado, efectuado sobre una muestra de 1.200 residentes en 65 localidades de todo el país.

Para quienes ven la realidad de la politica por el ojo de cerradura de la competencia electoral, es posible que los cambios sean mínimos. Las multitudes del 8-N expresan tendencias similares a las que, en los últimos meses, han venido evidenciando las encuestas nacionales. Ellas revelan un empeoramiento gradual de casi todos los indicadores de apoyo y evaluacion de desempeño de un gobierno que parece haber comprendido que hacerse cargo de los cambios pendientes implica costos políticos necesarios e inevitables.

De allí que en el plano del voto, el oficialismo conserve lo sustancial de su caudal electoral ante la ausencia de propuestas y liderazgos alternativos. Sin embargo, el paro general ilumina otro costado diferente de la realidad: el de la situacion de la propia coalición de gobierno. El éxito de la huelga será capitalizado por sectores del peronismo que cuestionan las premisas mayores del modelo kirchnerista. Descuentan la imposibilidad de una reforma constitucional y se anticipan a la cuestión sucesoria, hasta ahora un verdadero tabú para la sensibilidad del oficialismo.

Si en el 8-N el Gobierno midió sus fuerzas con los sectores medios, independientes y potencialmente opositores, a partir del 20-N pasa a enfrentar a sus propios demonios interiores. Para quienes tratan de ver la realidad profunda y a largo plazo de la política argentina, un análisis desapasionado del nuevo clima de movilizaciones enciende luces de alerta imposibles de ignorar. Un primer dato, avizorado ya en 2001 es que, al igual que la mayor parte de las sociedades actuales, la Argentina ha incorporado a sus prácticas políticas la perspectiva de lo que muchos denominan, en todo el mundo, una “democracia de proximidad” .

Los instrumentos de la democracia tradicional ? partidos, urnas, campañas, militancias y PASO- dejan paso a la intervención, la vigilancia y el control de una ciudadanía informada, atenta y cada vez más impaciente. Un nuevo actor ? la ciudadanía impaciente e indignada? ocupa ya no sólo las plazas mayores de todas las ciudades del mundo: monopoliza también todos los segundos del encendido radial y televisivo de todas las señales públicas y privadas del espectro audiovisual. No sólo se opone: tambien propone, discompone y descompone. Está muy lejos del “que se vayan todos” del 2001. Más bien postula que sigan todos, que se hagan cargo de sus responsabilidades y, sobre todo, que no pretendan representar ni expresar a nadie.

Los nuevos indignados abominan de la política pero están dispuestos a soportarla todo lo que haga falta. Está en tela de juicio el sistema tradicional de representación y, por un buen tiempo, las soluciones tardarán en articularse. Desde este punto de vista, la contabilidad tradicional de la política tiene poco para aportar. No hay punto de comparación entre este nuevo género de movilización, cognitiva y afectiva y las manifestaciones populares propias de la política tradicional. Ningún líder, partido ni plataforma puede alcanzar la importancia de las nuevas convocatorias.

¿Quién osará en el futuro próximo superar los registros del 8 o el 20-N? Es casi una la línea demarcatoria entre el pasado y el futuro. En Madrid, la última manifestacion de “indignados” duplicó cómodamente la participacion de la convocartoria en repudio del “tejerazo”, la más importante en la Historia de España. Preguntarse por el grado de “espontaneidad” de este nuevo tipo de fenómenos es también algo ocioso y de escasa utilidad. Nada en la sociedad de la hiperinformación es totalmente casual ni espontáneo: la realidad se construye y reconstruye de modo constante.

En el fondo, también nos construye desde perspectivas múltiples y cambiantes, a la luz de las cuales nociones ortodoxas tales como “amigo y enemigo” , “propio y ajeno” , “ganadores y perdedores” y “ellos y nosotros” tienden a perder la significación estratégica de los tiempos heroicos de la vieja política.

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