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Sobre la agenda opositora

19 septiembre de 2012

(Columna de Nicolás Tereschuk)

La manera en que la oposición debata públicamente determinará, en parte, si surge un contrapeso que compita con el Gobierno.

La inexistencia de una agenda opositora parece notoria si se analizan algunas de las últimas polémicas públicas encaradas por los principales referentes de ese sector. Por el momento, los debates que se llevan adelante desde los sectores enfrentados al Gobierno Nacional surgen como un reflejo de la iniciativa política oficial o como espejo de los “temas del momento” en los medios de comunicación que han elegido un tono opositor.

El bloque de discusiones en torno a “La Cámpora en las escuelas”, como presentaron esa situación distintos medios de prensa, fue un ejemplo de ello. Legítima o no, la discusión surgió como un reflejo de sectores de la oposición de informaciones surgidas de la prensa. Lo mismo ocurrió con una brevísima discusión del PRO con el cantante Fito Páez como coletazo de ese mismo tema. Los debates sobre la posibilidad de que se habilite el voto optativo a partir de los 16 años, en el que la oposición aparece por el momento fragmentada, con posiciones favorables en algunos casos como la del socialista Hermes Binner, es otra muestra de esa situación.

La iniciativa en términos de cuestiones “nacionales” sigue estando del lado del oficialismo. Por otra parte, a un observador desprevenido, le llamaría la atención el alto nivel de abstracción de algunos de los ejes de debate planteados por la oposición. Así, el radicalismo, a través del presidente del Comité Nacional, Mario Barletta, hizo el mes pasado una convocatoria a la oposición para oponerse a una eventual reforma constitucional que habilite una nueva reelección de Cristina Kirchner.

¿Es hoy una posible reelección la principal preocupación del electorado? ¿Lo es si se toma en cuenta sólo la opinión de los sectores “enojados” o descreídos del Gobierno? Lo mismo ocurrió con Mauricio Macri, quien en un encuentro con más de 200 dirigentes afines en la localidad cordobesa de Huerta Grande, enfatizó que “no hay que tenerle miedo a ella, porque somos mucho más que ella”. Otra vez se trató de una actitud reactiva a ciertas palabras de la Presidenta de la Nación y, a la vez, una convocatoria abstracta. Las apelaciones de dirigentes opositores al manejo de los fondos de la coparticipación dirigidos a las provincias aparecen también como un tema de un nivel de abstracción enorme, en comparación con otras preocupaciones de los argentinos. Podría pensarse que lo son tanto como las ideas de llevar al país hacia las dinámicas de “Brasil, Chile y Uruguay”, como plantearon algunos candidatos presidenciales en las últimas elecciones.

Lo mismo ocurre con las denuncias sobre “autoritarismo” y hasta “fascismo” y la idea de una violación permanente de normas “institucionales”, un presunto peligro que acecharía a la “libertad de expresión”.

LAS AGENDAS

¿No serían, en cambio, más fructíferas para la oposición en términos electorales promesas de revertir medidas que han “enojado” a un sector específico de la población, como los controles cambiarios? ¿O asegurarles a sus votantes cuánto se reduciría la inflación en un año si ellos gobernaran, por más que una política más firme en ese sentido pudiera tener efectos en términos del empleo? Incluso sabiendo que la cuestión de la “inseguridad” suele aparecer al tope de las preocupaciones en cualquier encuesta pero que no termina decidiendo el voto de muchos ciudadanos, ¿no sería mejor prometer reducciones notorias de los índices delictivos en determinadas regiones del país? ¿O, por más que no tenga “buena prensa”, dar cuenta de las demandas de un sector del electorado al que le molesta la amplia cobertura que tienen los planes sociales y el acceso de jóvenes de hogares pobres a las netbooks que distribuye el Gobierno?

Dicho en otros términos, ¿qué perdería la oposición con salir a manejar una agenda más concreta y clara de “centroderecha” en lugar de plantear un conjunto de eslóganes abstractos “de centro”? Aún si no le sirviera para “ganar” una elección, ¿no le permitiría consolidar una porción “propia” del electorado, una base de pertenencia sobre la cual comenzar a desplegarse?

Otro elemento a tener en cuenta en términos de la agenda opositora es cuán interesados están desde ese espacio en avanzar con la agenda que le plantea “el hombre de a pie” y cuánto en seguir enfocando sus esfuerzos en aquellos temas que, sobre todo, les preocupan a sus dirigentes y a los principales referentes de los medios de prensa enfrentados al Gobierno.

Una pista de esta situación puede verse en una encuesta realizada por la consultora Poliarquía a 200 “líderes de opinión” a fines del año pasado y difundida en enero de este año. Para el 43% de ese sector “influyente”, los principales problemas del país son los siguientes: “la baja calidad institucional”, “la forma de ser de los argentinos”, “la clase dirigente”, “el hiperpresidencialismo” y “el mal funcionamiento de la Justicia”. Así, cuando se pregunta sobre “el aspecto más criticable del gobierno kirchnerista”, el 78% de las menciones hablan de: “La baja calidad institucional”, “la concentración del poder”, “la manipulación de las estadísticas públicas” y “las estrategias de confrontación como instrumento para hacer política”.

Como vemos, los “líderes de opinión” parecen bastante cerca de evaluaciones de “alto nivel de abstracción” y alejados del conjunto de problemas concretos que, sean oficialistas u opositores, sienten como obstáculos en sus vidas cotidianas los argentinos. El otro elemento que llama la atención de la encuesta es el alto nivel de confianza que estos “líderes” manifiestan tener en instituciones que han visto deteriorada su imagen a los ojos de la sociedad en los últimos años. Así, para este segmento de la población, los medios de comunicación siguen contando con el 66% de confianza, junto con otras instituciones como el Poder Judicial (59%) o las grandes empresas (54%).

La forma en que la oposición comience a enfocar su agenda pública de cara al Gobierno Nacional será uno de los elementos que delinearán el escenario electoral del año próximo. Y se tratará de una de las cuestiones que determinarán si comenzará a aparecer o no un “contrapeso nacional” en el sistema político al protagonismo todavía muy relevante que muestra el oficialismo.

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