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Un mercado heterogéneo

13 julio de 2012

Los desequilibrios dentro del mercado laboral son amplios. El rol del Estado, los impuestos y las demandas sindicales.

En su discurso del 26 de junio la Presidenta describió con números y conceptos la heterogeneidad del mercado laboral argentino. Fue una reacción ante el paro nacional que Hugo Moyano, líder de la CGT y otrora aliado había convocado a Plaza de Mayo, y, al mismo tiempo, más que eso. La heterogeneidad tiene tres ejes principales: la oferta, la protección legal y la porción de la torta.

Del lado de la oferta hay un problema para 7,1% de la Población Económicamente Activa (PEA) que está desempleada y para otro 7,4% que está subocupada, según cifras del Indec del primer trimestre. Por lo tanto, la oferta es escasa para 14,5% de la PEA. Del lado de la protección, el índice a mirar (no debería ser el único) es el de trabajadores en negro: según el Indec, 32,8% de los trabajadores no están registrados. “Ellos están cubiertos por la Asignación Universal por Hijo, que cubre a 3.800.000 pibes y 1.800.000 familias”, dijo CFK. Es una cifra alta y el Gobierno lo reconoce como un aumento pendiente. La distribución regional muestra que el Noroeste tiene la tasa más alta: 41,5%. Bajo estos dos parámetros, lo sucedido luego de la crisis de 1999-2001 ha sido favorable pues ambos indicadores han mostrado una tendencia, con ritmos variables, a la caída. Sin embargo, en los últimos años parece haber alcanzado un equilibrio estacionario y perforar los actuales niveles será cada vez más difícil. Hoy, la cantidad de empleos creados y las alzas salariales reales son menores que en los primeros años de la recuperación.

El reparto es el tema más urticante. “Los peronistas siempre dijimos que queríamos llegar al fifty-fifty: 50% para el capital y 50% para el trabajo. Estamos llegando al 50% en el trabajo y el problema es cómo se reparte ese 50% dentro de la propia masa de los trabajadores”, dijo CFK. Este tema es “la madre del borrego”, añadió y detalló que 19% de los trabajadores alcanzados (el sujeto de protesta) por el impuesto a las Ganancias capta 41% de la masa salarial, y el 81% restante se queda con el 59%. Según el sociólogo Artemio López, hay dos grandes asimetrías en el mercado laboral. Por un lado, la que existe entre los registrados y los informales. “Un trabajador informal hoy recibe 57% menos de salario que su par formal por igual carga horaria”, escribió en su blog. Según un estudio de Flacso, en 2011 un trabajador registrado obtuvo un sueldo promedio de $ 3.904 mientras que el de un informal fue de $ 1.818. Es decir, un informal gana 54% menos que un registrado. La otra asimetría, expresa López, es la que existe al interior del mercado salarial formal: “En el universo de asalariados formales ?apenas el 60% de los asalariados totales? el 20% que más gana atrapa el 50% de la masa salarial formal privada, mientras el 30% de trabajadores formales de menor salario, toma apenas el 10% del total de la masa salarial formal privada”.

LA ARTICULACION

Además de caracterizar al mercado laboral, el otro eje del discurso presidencial fue el rol que le cabe al Estado como agente homogeneizador de esa heterogeneidad. Sin un Estado fuerte, en términos fiscales y sin políticas sociales (asistenciales, como la AUH; destinadas a mantener el empleo, como las Repro o los subsidios a los servicios públicos, que operan como un salario indirecto), el cuadro distributivo sería peor. “Estas cosas no son gratis, cuestan plata”, dijo la Presidenta.

Y allí aparece el impuesto a las Ganancias y el esquema tributario en general. Pero, ¿es justo cargar las tintas sobre el impuesto a las Ganancias? Los especialistas consultados por el estadista reconocen que si bien se trata de un tributo esencialmente progresivo (pagan más los que más ganan), advierten que podría hacerse aún más progresivo y que, en un plano integral, el sistema tributario en su conjunto presenta un carácter regresivo.

Para el tributarista Jorge Gaggero, del Plan Fénix, el vicio es que “el sistema tributario actual privilegia los impuestos a los consumos y muestra un nivel de tributación directa, es decir sobre los ingresos y los patrimonios, muy débil”. Según el analista Ricardo Rouvier, tras todo este debate “ha quedado más al descubierto la falta de una imputación a la ganancia financiera, y la necesidad de una reforma tributaria”. Estaría en plena consonancia con el relato oficial: un impuesto a la renta financiera sería lógico para un gobierno que presume de privilegiar el trabajo y la producción antes que la renta y la especulación, y una transición hacia un esquema tributario más progresivo sería un puntal fundamental para seguir mejorando uno de los indicadores que más le inquieta al kirchnerismo: la distribución del ingreso. Sobre éstas cuestiones, la Presidenta dijo poco y nada.

La heterogeneidad también plantea un interrogante sobre el rol que les cabe a los sindicatos. Como señalan Sebastián Etchemendy y Ruth Collier en 'Golpeados pero de pie. Resurgimiento sindical y neocorporativismo segmentado en la Argentina (2003-2007)', “en su nuevo papel como actor corporativo, los nuevos sindicatos promueven simultáneamente elementos tanto de igualdad como de desigualdad social ?proveyendo mayor igualdad entre los sectores más altos y los más aventajados de la clase trabajadora, pero mayor desigualdad en el interior de la clase baja (?) Algunas de sus demandas pueden resultar contradictorias con las de los sectores más débiles y empobrecidos de las clases bajas, por ejemplo, el éxito en el reclamo de reducción del impuesto a las ganancias de los trabajadores mejor pagos puede resultar en menores recursos para las políticas sociales orientadas hacia la pobreza extrema o el sector informal”.

Esa heterogeneidad y el conflicto de intereses al interior del amplio universo trabajador plantea el desafío de implementar “políticas públicas cuidadosas y equilibradas que apunten a preservar el poder asociacional de los sindicatos para discutir por los beneficios y ayudar a contener la inflación, pero que al mismo tiempo incentiven la inclusión social del sector informal marginalizado, para mejorar los niveles de igualdad social en la Argentina”.

Con una tasa de sindicalización baja, la llave para homogeneizar el mercado laboral parece no estar (sólo) en los sindicatos.

La multicausalidad del fenómeno precisa de un Estado que participe y, asimismo, que se abra el debate y se labren consensos amplios que incluyen a los empresarios y las organizaciones gremiales. La informalidad, la oferta de empleo, la presión tributaria y la capacidad de negociar con la patronal forman parte de ese debate, y la estructura productiva, la inflación y la educación (según el estudio de Flacso, en 2011 un trabajador con terciario o universitario completo recibió un salario promedio de $ 4.675 mensuales, en tanto que uno con secundaria incompleta obtuvo una retribución promedio de $2.357) también deberían estar. Que la Presidenta lo haya puesto sobre el tapete es un dato alentador. En definitiva, es en el mercado laboral en donde se libra gran parte de la batalla contra la desigualdad social. No casualmente las sociedades con pleno empleo, respeto a los derechos laborales y niveles de ingresos similares (ya sea antes del pago de impuestos o luego) son las menos desiguales y, sin dudas, el modelo a aspirar.

(De la edición impresa)

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