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Gobernadores buscando trampolín

19 marzo de 2012

(Columna del politólogo Lucio Guberman, director del Posgrado en Comunicación Política de la UNR)

La imagen de sus provincias es clave para las aspiraciones de los jefes distritales.

Como las candidaturas que empiezan a andar alistan a varios gobernadores, el imaginario construido en torno a sus lugares de origen jugará algún papel en el modelado de su imagen ante el electorado. La gestión de gobierno y la imagen de sus provincias aparecen como una primera etapa bastante obvia en la instalación nacional de los mandatarios locales, y si bien hay dos situaciones que los empujan a usar sus gestiones como primer paso, la misma no está exento de riesgos que son bien distintos para cada uno de los jefes provinciales. Los dos impulsos para proyectarse nacionalmente utilizando los roles de gobernadores son: 1) la mayor admisibilidad de aparecer en calidad de gestor cuando falta mucho para el 2015 y, por lo tanto, no hay clima para proselitismo explícito; y 2) la necesidad de “no hacer olas” frente al Gobierno Nacional y los pares para evitar represalias políticas.

Sin embargo, no todo es ventaja a la hora de presentarse como gobernador. En términos de las estrategias de posicionamiento, es decir, de la construcción en la mente de los electores, los gobernadores tienen las mismas restricciones que cualquier candidato, derivadas de que el posicionamiento debe hacerse en base a lo que el político debe y puede representar y no sobre lo que “le gustaría” representar. En esto los atributos personales juegan un papel central a tener en cuenta.

El público puede haber asociado esos atributos al candidato antes de comenzar la campaña o puede ser que el candidato tenga elementos en su trayectoria o en su personalidad que le permitan adquirir atributos durante su proceso de instalación. El rol de gobernador es un atributo que puede utilizarse en el posicionamiento. Aunque esta posibilidad no implica “obligatoriedad”. La condición de gobernador aparecerá como un atributo determinante o secundario de acuerdo a la estrategia de posicionamiento definida para la campaña. Si se toman como ejemplos los casos de Eduardo Angeloz y Carlos Menem para la elección presidencial de 1989, se pueden advertir dos usos completamente diferentes de la condición de gobernador.

Angeloz utilizó ampliamente su experiencia como gobernador, y ejemplificó con su propia gestión provincial lo que haría en la Nación (tachar con un lápiz rojo partidas presupuestarias), mientras que Menem, en cambio, dejó en segundo plano su mandato y buscó una proyección centrada en características personales y en consignas nacionales que no tenían correlato en su gestión riojana como la “revolución productiva” y el “salariazo”.

Ni en esa oportunidad ni en varias otras - Sobisch, Rodríguez Saá, Das Neves? la apelación al modelo provincial fue un soporte probadamente exitoso de candidaturas presidenciales. “Preguntá en Chubut”, “Vení a San Luis a verlo”, “Hospitales como los que construimos en Rosario”, parecen ser estrategias que no llevan más allá de la vecindad geográfica.

El caso de Hermes Binner fue más acotado aún: no reivindicó tanto el modelo provincial como sí el de la ciudad de Rosario de la cual fuera intendente entre 1995 y 2003, apelando fundamentalmente al sistema de salud pública construído allí durante las gestiones socialistas. Rodríguez Saá hizo mejor elección en su provincia y en las zonas aledañas. Lo mismo que Binner, quien obtuvo sus mejores porcentajes en la provincia de Santa Fe y en ciudades cercanas como Paraná o San Nicolás desde las que, no casualmente, existe un flujo importante de estudiantes hacia Rosario. Sin embargo, no parecen haber convencido a muchos para que viajen desde lejos a ver qué hay de nuevo en sus pagos.

El “modelo de gestión provincial” de los candidatos mantiene una relación de tensión o de refuerzo con la imagen de la provincia que tienen en su mente los electores. No son lo mismo, pero puede aplicarse el viejo dicho “el fruto no cae lejos del árbol”. Esto indica que se puede construir una imagen de gestor que no quede completamente atada a la de la provincia, pero esta imagen será el telón de fondo en el que se recortará el modelo propuesto de gestión provincial. Así como las provincias son preexistentes a la Nación, su imagen antecede a la de sus gobernantes en la mente de los votantes.

Por todo esto, para la definición de la intensidad de uso del atributo “Gobernador de ...”, no es arriesgado pronosticar un incremento de las investigaciones de las imágenes de cada provincia en el resto del país. Y de estas investigaciones derivarán decisiones estratégicas respecto de cuánto alejarse o acercarse al árbol, según el caso. Las provincias con histórica inversión en publicidad turística como Salta, Mendoza, Córdoba o Buenos Aires, seguramente han constituido zonas de amistad en innumerables cerebros argentinos. Eso les acerca potenciales ventajas competitivas a sus primeros mandatarios. En algunos casos la carta amigable de presentación de la provincia frente al país se utiliza, como en el “Jardín de la República” que sigue presente en la comunicación gubernamental actual que sostiene “es verde, es jardín”.

Pero así como las provincias portan sentidos positivos para la construcción de imagen presidencial, hay problemáticas asociadas a ellas que deben evaluarse en su potencial impacto negativo. En este sentido, el tema de los migrantes de algunas provincias hacia las grandes ciudades de la región central del país podría entrañar una debilidad para la proyección de sus números uno. De la misma manera que el debate actual en torno a la minería puede constituirse en una mochila pesada para quienes provienen de distritos con esa actividad. Sin embargo, hay quienes, lanzados en campaña, han hecho brotar agua de las mismísimas piedras.

(De la edición impresa)

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