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Un ensayo bipartidista

02 marzo de 2012

(Columna del politólogo Ezequiel Avila)

Tanto De La Sota como Mestre tienen desafíos que pueden distinguirse como políticos y de gestión.

Si bien 2011 fue un año de elecciones, lo que incluyó el regreso de José Manuel De la Sota a la gobernación, Córdoba tienen en pocos días un test eleccionario que plantea aspectos destacables acerca del sistema de partidos de la provincia mediterránea. El 15 de abril, la ciudad de Río Cuarto, segunda en importancia provincial luego de la Capital, elegirá su intendente. Se sabe que el imperio del sur, como se conoce a esta ciudad que oscila entre ser sede de universitarios y centro de la pampa gringa cordobesa, es un distrito que el gobernador conoce bien, no sólo porque reside allí sino también porque fue él quien le dio el título de Capital alterna, tornándola trinchera desde donde combatió con el juecismo, afincado por unos años en la Capital provincial, siempre reacia al peronismo. A pesar de la pregnancia que ha tenido la prédica delasotista en Río Cuarto y de la elevada imagen que ha gozado desde que está en el poder, no siempre ha podido traducir ese capital político en votos a favor de sus delfines candidatos a intendente. Tanto es así que el intendente actual radical ha logrado ya completar cuatro años en el poder y tiene muchas chances de continuar al frente de la urbe sureña. Así las cosas, el escenario se asemeja más a las viejas luchas anteriores a 2001 entre radicales y peronistas, que a la Córdoba tripartidista que inauguró la irrupción del Frente Cívico de Luis Juez.

¿Será Río Cuarto una muestra más de que volvió el bipartidismo a Córdoba? Es difícil ser categóricos en la afirmación, aunque es cierto que las disposiciones de la contienda plantean un rasgo sintomático del rumbo que está tomando el electorado cordobés, ya iniciado en 2011 con el triunfo de Ramón Mestre en la elección por la intendencia de la ciudad capital, marcando un norte más orientado hacia la confianza en los dos grandes partidos que en el liderazgo carismático nacido al calor del “que se vayan todos”. Si Juan Jure, actual intendente de Río Cuarto, se hace nuevamente con la victoria, la Unión Cívica Radical se encontrará con un esquema de poder auspicioso. Contará con dos jóvenes intendentes buscando la renovación partidaria que tanto precisa el centenario partido, encaminados hacia el tan ansiado objetivo de volver a gobernar la provincia, luego de casi dos décadas de justicialismo. Además, se tratará de mandatarios al frente de los dos municipios más populosos de la provincia. Serán, sin duda, dos líderes que encabezarán el conjunto de intendentes radicales que gobiernan localidades más pequeñas pero que suman a las arcas partidarias y fortalecen el esquema bipartidista que tanto buscaban.

Tanto De La Sota como Mestre tienen ante sus narices desafíos que pueden distinguirse como políticos y de gestión. Para el dirigente justicialista, en el cuarto período peronista desde que él asumió el liderazgo del partido, la meta es sentar las bases para una concreta y real plataforma de posicionamiento nacional, que lo lleve a disputar el sillón presidencial en 2015. Pero este objetivo político no sólo depende de cómo se administren la sucesión, los beneficios y costos políticos hacia dentro del kirchnerismo y del peronismo sino que también se presentará en función de su capacidad para gobernar una Córdoba con intensa dependencia financiera respecto al Gobierno Nacional. Gobernar en épocas de vacas flacas no suele ser el mejor trampolín para la conquista de nuevos territorios y menos cuando el engorde de las mismas depende del favor que pueda dispensar la Casa Rosada.

La autonomía ideológica y política de este otrora afín dirigente al peronismo opositor choca con la dependencia económicofinanciera. Crisis en la Caja de Jubilaciones, escasos fondos para aumentos a personal público de áreas de educación y salud, dificultades en el funcionamiento de la empresa pública de energía eléctrica y plegarias para que los roces entre la Argentina y Brasil no obstruyan el comercio automotriz que tanto beneficia a Córdoba, son sólo algunos de los temas que dejan estancado el sueño presidencial de De la Sota.

Por su parte, Mestre tiene un reto de gestión de considerable relevancia. Los cordobeses observan con lupa cada paso que da el dirigente evaluándolo para identificar si se parece más a las llamadas intendencias “buenas” de la Córdoba de la democracia, entre las que se incluyen la de su propio padre y la de Rubén Martí, o si en cambio se asemeja más a las que ejercieron, con poco éxito, los tres dirigentes que siguieron luego de la caída radical. La economía municipal y el estado de la calidad de los servicios públicos, principalmente el de recolección de residuos, son aspectos críticos de la capital cordobesa. Una gestión aceptable podrá darle aire a Mestre para exhibir ante sus correligionarios la necesidad de cambios en el seno de la UCR. Lo intentó mediante la liga de intendentes el año pasado pero para muchos fue un paso en falso, osado, cuando todavía no había demostrado sus agallas como gobernante.

Pronto volvió a ocuparse más de la gestión y menos de la política, pero dejó en claro que pretende ser una voz cantante en el concierto de la UCR nacional. En pocas palabras, el intendente cordobés busca consolidar su partido en la provincia, sumar gestiones municipales exitosas y volver a su partido al poder provincial en 2015 o 2019.

Por el momento, De la Sota y Mestre son las caras visibles de una Córdoba que vuelve a confiar en los dos partidos tradicionales y que huye despavorida de los experimentos de la “nueva política”. Para ser claros, en Córdoba no pudo sostenerse la construcción novedosa que surgió luego de la crisis de 2001 y que cristalizaron, por ejemplo, Mauricio Macri y el PRO en Capital Federal. Más allá de que se cumplan o no sus expectativas y anhelos, tanto Ramón Mestre como José Manuel De la Sota pueden sentirse exitosos en una cuestión. Lograron dejar en un segundo o tercer plano a Luis Juez, el líder que les quitó la paciencia, los dirigentes y los votos desde el 2003 a esta parte. Todavía se jacta de que fueron él y su partido los que rompieron el bipartidismo. Su retórica y forma de conducción siguen teñidas de formatos desestructurados, apelación a valores morales y a discursos fundacionales de una nueva Córdoba. Retórica y conducción valiosísimas en tiempos revueltos como aquellos de 2003, pero insuficientes en tiempos más calmos.

Los liderazgos más tradicionales e institucionales priman hoy en La Docta, aunque sabiendo que ante su fracaso, corren el riesgo de que nuevamente los ciudadanos se vuelquen hacia ensayos innovadores.

(De la edición impresa)

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