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Leiras: "Esta Argentina con dos grandes coaliciones me gusta más y se puede gobernar mejor que con el electorado antiperonista disperso"

MLeiras
MLeiras
02 septiembre de 2020

En los últimos años las coaliciones fueron ganando terreno en la discusión política de nuestro país. Los huérfanos de la política de partidos fueron encontrando paulatinamente su lugar. En lo que para algunos representa una novedad y para otros una continuidad histórica, partir de 2019 el Frente de Todos y Juntos por el Cambio parecen hegemonizar la escena política. ¿Cómo fue el proceso de construcción de ambas coaliciones? ¿Cuáles son sus desafíos? En un intento por comprender las sorpresas, continuidades y el eje que estructura la política partidaria argentina, el estadista dialogó en extenso con el politólogo Marcelo Leiras, Profesor Asociado del Departamento de Ciencias Sociales de la UdeSA.

Hoy hay dos grandes coaliciones, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, que dominan la política argentina y que se construyeron, cada una en su momento, desde la oposición al gobierno de turno. ¿Qué diferencias y similitudes hay entre los procesos de construcción de ambas?

Las motivaciones son parecidas en un sentido abstracto: se reconoce que lo que se obtiene cuando la coalición de enfrente gana una elección presidencial es peor que lo que uno puede obtener, en términos de satisfacción ideológica o acceso a cargos de gobierno, aún cuando sea socio menor en la coalición propia. Esta es probablemente la amalgama más potente en cada uno de esos espacios. Ahora, el definirse por oposición, el aspecto negativo de la coalición, no me parece que sea igualmente importante en ambos casos. Juntos por el Cambio expresa fundamentalmente anti-kirchnerismo. Esa es su principal credencial, ese fue su programa de gobierno y ese es su discurso como oposición. Pueden tomarse las declaraciones de sus principales dirigentes de hoy y compararlas con las de 2013 y se encontrarían muy pocas diferencias. El país cambió, ese discurso político no. Probablemente tampoco hayan cambiado las motivaciones del grueso de sus votantes. No es distinto a lo que ocurre con la posición de los sectores de derecha en otros países del mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, la identificación negativa, la bronca hacia el otro, es más extendida y más intensa entre los votantes republicanos que entre los demócratas. No he visto datos de encuestas pero mi sensación es que ocurre algo parecido entre los votantes de Juntos por el Cambio. Naturalmente que hay identificación negativa dentro del Frente de Todos hacia la otra coalición pero no es el principal componente ni el rasgo más importante. Allí son más fuertes los componentes positivos: la demanda de protección social y, ahora va quedando claro, también el compromiso con el régimen democrático. El discurso, las imágenes que se usan en las manifestaciones públicas y las declaraciones de lo que ahora se llama el “ala dura” de la oposición se parecen muchísimo a los de las derechas golpistas en Bolivia o Brasil. Frente a eso los miembros de la coalición oficialista confirman su compromiso democrático e, incluso, su esfuerzo por encontrar puntos de encuentro con dirigentes y votantes más cercanos a la oposición. No me parece que haya otros contrastes importantes entre los procesos de construcción de una u otra coalición.

Algunos autores como Juan Carlos Torre argumentaron en los últimos años sobre la división de la base social del peronismo. El éxito electoral del Frente de Todos pareciera haber logrado unir desde arriba lo que estaba dividido desde abajo. ¿Cuáles son las tensiones o los desafíos que enfrenta en ese sentido la coalición oficialista en el Gobierno, en particular en un contexto de recesión? A seis meses de Gobierno, ¿se puede identificar una “división de funciones” entre sus distintos componentes?

Puedo imaginarme que hay diferencias en la composición social de los electorados de Unión Ciudadana, el Partido Justicialista y el Frente Renovador. No estoy seguro de cuáles son y no me parece que tengamos un retrato sociológico completo de esos electorados. Ahora, me parece que la reunión “desde arriba” respondió a una demanda o al menos a preocupaciones comunes que se registraban “abajo.” Ninguna alquimia de dirigentes consigue convencer a 49% de los votantes de que tienen necesidades o aversiones comunes. Ahí había algo que ya estaba amalgamado antes. Sospecho que el fracaso económico de Macri debe haber ayudado a producir esa amalgama. En el contexto de esta pandemia parecen noticias de otro universo, pero la gestión económica de Macri a partir de abril de 2018 hasta diciembre de 2019 fue realmente muy mala. Son muchos meses de sensación de descalabro y deterioro. Tiene que haber diferencias sociales muy profundas para que semejante situación no genere un deseo más o menos común de estar mejor. Sin embargo, sí, estamos en otro universo. Y, sí, creo que el electorado del Frente de Todos incluye gente no sé si con intereses contradictorios pero sí con urgencias distintas. Por dónde empezar, quién se levanta más rápido, quién tiene que esperar y cuánto, estos son desafíos que el programa de recuperación y la explicación pública de ese programa que ofrezca el gobierno van a tener que enfrentar.

El peronismo siempre ha manifestado una fluidez interna en torno al liderazgo luego de las derrotas electorales. ¿La figura de Cristina Fernández en la vicepresidencia ha roto con esa “tradición”?

“El peronismo siempre” es una fórmula retórica complicada. Menem tuvo un segundo gobierno mediocre en términos de crecimiento y terrible en términos fiscales y de integración social y sin embargo en 2003, cuando la convertibilidad y el conjunto de políticas armado para sostenerla habían estallado, fue necesario desarmar temporalmente el Partido Justicialista para que perdiera la elección presidencial. De modo que Cristina no es la primera líder peronista que sobrevive a una derrota electoral. Ahora, ciertamente, la de 2015 no es la primera derrota de la que el kirchnerismo se recupera, ¿no? Ese me parece un dato interesante: Adam Przeworski dice que la democracia es un sistema en el que los partidos políticos pierden elecciones. El kirchnerismo es una fuerza política que sabe seguir cuando pierde elecciones. La democracia se fortalece con esas fuerzas políticas. Aprecio esa propiedad. Ahora, volvamos a los liderazgos peronistas derrotados: la vigencia de Cristina tiene bases distintas y resultados muy distintos que los de Menem. El esquema de políticas que sostuvo el crecimiento de los años del Frente para la Victoria, creo yo, se agotó. Pero no explotó como del de la Convertibilidad y tiene sobrevida Otra diferencia: ¿Te lo imaginás a Menem cediendo el primer lugar de una fórmula? Yo no. Desde ese punto de vista, sí, el liderazgo de Cristina se reconstruyó desde la derrota nacional, sobrevive y para sobrevivir, a diferencia del de Menem, no desarma sino que rearma el rompecabezas peronista. Desde ese punto de vista la construcción de tu pregunta está bien: “el peronismo nunca antes.”

¿Cuáles son los desafíos hoy de Juntos por el Cambio para mantenerse unido sin tener la figura del presidente que aglutine desde arriba?

Lo que vale de lo que dije para el Frente de Todos también vale para la oposición. Quizás Juntos por el Cambio está unido desde abajo y no necesita que lo aglutinen. Propongo pensarlo al revés: ¿Si no hubiera abajo una demanda de oposición intransigente al peronismo, un político con las cualidades de Macri, después de hacer el gobierno que hizo, tendría alguna relevancia pública? Ese electorado gorila intenso, yo creo, no es mayoritario. Combinarlo con otro electorado puede plantear algunos problemas, pero yo creo que son de importancia menor. Repetiría mi argumento inicial: ¿hay algo más interesante para cosechar en la oposición fuera de Juntos por el Cambio que dentro? A mí me parece que no. Pero hay un punto en el cual la representación de la intensidad gorila puede ser un lastre electoral: si alguien se asusta de esa intensidad (a mí me parece que no sería raro que a alguien le pase eso) el costo de mantener unido Juntos por el Cambio puede aumentar. Pero la conducción de la oposición está integrada por dirigentes con experiencia. Me paree que si creyeran que algo de eso puede ocurrir rápidamente abandonarían el gusto por los chaski bum que desarrollaron en los últimos meses.

¿Hay antecedentes en nuestro país de una coalición de gobierno que a su vez tenga enfrente una coalición opositora? ¿Cuáles son los efectos más importantes de este escenario en la dinámica del sistema partidario?

Por supuesto que hay antecedentes. Es lo que ocurrió desde 1983 hasta que a Alfonsín le pareció bien firmar el Pacto de Olivos. Tanto entre los especialistas como en el debate público argentino hay dos valoraciones muy distintas sobre el bipartidismo (que para mí es idéntico a que haya dos grandes coaliciones compitiendo por la presidencia). Hay gente a la que le parece un esquema simplificador que ahoga la expresión de diferencias que enriquecen el debate y las decisiones democráticas. A mí me parece que los sistemas de representación deben hacer más simples, no más complejas, las decisiones políticas. Para pluralidad, me basta (y me encanta) la pluralidad social. Simplicidad en la toma de decisiones, en la medida en que no deje afuera a gente que puede impedir que esas decisiones tengan efectos, me parece un buen principio general. Esta Argentina con dos grandes coaliciones me gusta más y creo que se puede gobernar mejor que la Argentina con el electorado antiperonista disperso. También es cierto que esa Argentina bipartidaria, antes del 83 o, si estamos muy generosos, antes de La Hora del Pueblo, había sido un ingrediente del coctel de dictaduras con el que convivimos durante casi treinta años. Viendo la interacción entre funcionarios y funcionarias del gobierno y la oposición y apoyado en mi fe en el aprendizaje político creo que eso no va a ocurrir. Duhalde habló y mucha gente le recomendó que vaya al médico. Yo creo que eso indica que aprendimos. Después de lo que nos pasó, ¿cómo no íbamos a aprender?

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