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01 julio de 2020

Por Agustina Suaya (*)

La urbanización e integración de los barrios informales es la salida para garantizar una mejor distribución de las oportunidades de desarrollo y proteger a las familias para la crisis de hoy (y la que vendrá mañana)

Hay dos recomendaciones que se repiten como un mantra desde el inicio de la pandemia; lavarse las manos y respetar el distanciamiento social. Pero cumplir con estos recaudos es más difícil en contextos de extrema vulnerabilidad. Si tomamos los datos del último censo para la Ciudad de Buenos Aires podemos notar las amplias brechas que existen entre los barrios formales e informales. Durante una crisis sanitaria, social y económica como la que estamos viviendo, estas brechas estructurales exponen a las familias a distintos niveles de riesgo.

Nota: Los gráficos muestran el porcentaje de hogares en barrios formales e informales que tienen la condición detallada en el eje Y (NBI, hacinamiento, construcción insuficiente, servicios insuficientes). Los barrios informales se identificaron usando la información provista por RENABAP. Esta información se cruzó con datos del censo a nivel radio censal. Fuente: Elaboración propia en base al censo 2010 y RENABAP

Mientras que 5% de los hogares que viven en los barrios formales de la ciudad tienen al menos una necesidad básica insatisfecha, esta situación alcanza al 23% de las familias que viven en barrios informales o asentamientos de la Ciudad. De manera similar, la tasa de hacinamiento en barrios informales supera en 10 veces a aquella registrada en el resto de la ciudad (10% vs 1%). La informalidad que enfrentan estas familias les impide acceder al mercado de alquileres, por lo cual terminan pagando precios considerablemente más altos por viviendas que tienen deficiencias en términos de construcción y calidad de servicios básicos. Los datos del censo indican que el 33% de los hogares en asentamientos de la Ciudad tienen una construcción insuficiente y que al menos 10% de estos hogares cuenta con servicios insuficientes, frente al 2% y 1% respectivamente en los barrios formales de la Ciudad de Buenos Aires.

Dada estas condiciones de base, no es sorprendente notar que la tasa de contagio del Covid-19 crezca a un ritmo más acelerado en entornos de extrema vulnerabilidad social. Los datos oficiales muestran que el número de personas con Covid-19 en asentamientos de la Ciudad de Buenos Aires se triplicó durante las últimas dos semanas de mayo, mientras que durante el mismo periodo, la cantidad de casos en el resto de la ciudad se duplicó. Esta diferencia es parcialmente un producto colateral de las estrategias activas de testeo en estos barrios informales, donde el número de testeos creció en más del 600% durante el mismo plazo. Sin embargo, alguna parte no menor de este crecimiento en los contagios seguramente esté vinculado a las brechas estructurales anteriormente mencionadas.

Sin acceso a servicios de calidad, especialmente agua potable, es difícil cumplir con las normas de higiene. A estos factores hay que sumarle las necesidades económicas, alimentarias y la falta de acceso a internet que también obligan a las familias a moverse de sus hogares en busca de recursos básicos. Tal como muestran algunos estudios para América Latina, a mayor vulnerabilidad social más difícil es sostener el distanciamiento social, y por lo tanto más se exponen estas familias a posibles contagios. Finalmente, las condiciones deficientes de infraestructura de la vivienda y el hacinamiento hacen que el contagio se multiplique a una tasa mayor en tanto personas expuestas al virus conviven de manera cercana con un mayor número de individuos.

Durante el tiempo que dure esta crisis es fundamental sostener y reforzar los mecanismos existentes de trabajo en los barrios informales, especialmente aquellos vinculados al testeo, el aislamiento de los enfermos en lugares seguros y seguimiento de los contactos cercanos. El refuerzo económico que se está haciendo a partir de los programas sociales, sumado a las políticas de distribución de alimentos e insumos de limpieza es fundamental para acompañar y sostener a las familias en este momento.

Esta pandemia no hace más que sacar a la luz la importancia de impulsar políticas tendientes a reducir las desigualdades estructurales tanto en términos de infraestructura de vivienda (déficit cualitativo de vivienda) como en acceso y calidad de los servicios públicos. En ese sentido, los procesos de urbanización e integración de los barrios informales son la única salida para garantizar una mejor distribución de las oportunidades de desarrollo, contribuyendo a proteger a las familias no sólo para la crisis de hoy, sino también para la que vendrá mañana.

(*) Investigadora asociada del Programa de Monitoreo y Evaluación de CIPPEC

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