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Buenos Aires en loop

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19 marzo de 2020

Por Jorge Alvarez

A doscientos años de su fundación, la provincia de Buenos Aires parece estar loopeada en su batallas y sus desafíos.

Creada por un vacío del poder central en 1820, su existencia ha sido motivo de innumerables conflictos fiscales y políticos con la Nación. Antes, la administración del puerto; hoy, la distribución de la coparticipación de los ingresos federales; antes, el poder político del gobernador y hoy, el poder electoral de los intendentes del conurbano.

Su tamaño y envergadura, vuelven a estar en discusión en la medida que el país federal reflexiona sobre su propia sustentabilidad.

Buenos Aires nace con un territorio sobredimensionado y con escasa capacidad administrativa de mando sobre sus dominios. Su primera geografía se extendía en el oeste hasta la Cordillera y hacia el sur hasta Tierra del Fuego y las Islas Malvinas.

Pese a todo, su capacidad de gobierno inicial no llegaba con suerte al radio actual de la ruta 6, llamativamente ese el radio es el que hoy divide las dos realidades marcadas que todos reconocen en Buenos Aires.

De un lado de la ruta, en el denominado conurbano donde vive poco más de dos tercios de la población provincial (que equivale a poco más de un cuarto del total del país) y, por el otro lado, se inicia el país rural.

La federalización del puerto que crea a la actual CABA como Capital Federal, fruto de la derrota de Carlos Tejedor, es una amputación de poder político que erige a la Ciudad de La Plata como la sede administrativa provincial. Desde entonces la ciudad de las diagonales busca un reconocimiento que solo la jerarquía burocrática del Estado asume como tal.

En esos años, el poder central porteño le arrebata los territorios de La Pampa, Neuquén, Santa Cruz, Chubut y Tierra del Fuego, generando entonces la delimitación geográfica que conocemos actualmente.

La provincia de Buenos Aires es grande y poderosa, pero si se observa bien su estructura es una cáscara vacía, cara y sin poder de fuego que comienza a complicar ya no solo a las administraciones provinciales, sino fundamentalmente al poder central al solicitarle constantemente ayuda financiera cómo un adolescente hace con sus padres

A partir de la reforma constitucional del 1994, fruto de la alianza de Raúl Alfonsín con Carlos Menem, desapareció el Colegio Electoral para elegir presidente y se reconfigura el sistema de partidos políticos en Argentina. Los intendentes de las grandes ciudades del conurbano pasan a ser los grandes electores y el poder político del gobernador bonaerense se diluye.

Así como la Nación transfirió a la provincia responsabilidades administrativas sin recursos, el peso político de los intendentes fue generando el híbrido actual en el cual se avanza en un lento proceso de municipalización de la seguridad y la educación, generando una zona gris donde el poder del Gobierno provincial se diluye y con él, la calidad de las prestaciones

Desde entonces el debate educativo es exclusivamente salarial, la prestación de la salud empeoró y la agenda de la seguridad generó el promedio de un ministro del área por año

Los gobernadores de la provincia de Buenos Aires cada vez son más administradores del poder central de turno y cada vez tienen menos margen para hacer una agenda que favorezca el desarrollo provincial. No en vano en los últimos 20 años todos los gobernadores vienen de CABA.

Caso extraño el bonaerense, ya que nace como expresión natural del federalismo pero en su organización interna abreva en el unitarismo rabioso. En Buenos Aires los municipios no son autónomos sino autárquicos, generando un sistema de poder bicéfalo que con los cambios sociales comienza a ser un cóctel complejo de resolver.

Vista a la distancia, a Buenos Aires el poder político y económico nunca le bastó para decidir su rumbo. A lo largo de su historia siempre convivió con un poder omnipresente en el puerto que le intervino facultades.

Buenos Aires puede salir del loop constante si evita el recorrido histórico donde el poder central porteño le arrebata visibilidad. Para ello debería analizar seriamente iniciar una fuerte reforma institucional que la haga viable dotando, en primer término, de autonomía a sus municipios, reconfigurando sus alcances y limitando los megamunicipios que son réplicas en pequeño del Estado provincial, que aparecen enormes pero sin capacidad de administrar las necesidades de sus habitantes.

No se trata de dividirla, se trata de hacerla administrativamente viable. Basta con conocer su Historia para no repetirla.

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