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La reinvención de lo posible

Macri-CFK-1
Macri-CFK-1
01 marzo de 2019

por Néstor Leone

CFK restableció puentes con viejos adversarios y dejó de lado algunos enconos. Minoría intensa, ¿mayoría esquiva? El duelo de fondo con Macri

1. ¿VOLVER?

Los convencidos, los consustanciados y no muchos más que ellos consideraban posible que Cristina Kirchner llegase a este principio de año decisivo con chances concretas de pelear las presidenciales. Lejos parecía haber quedado la despedida multitudinaria, en Plaza de Mayo, el último día de su gestión. Y más cercana en el tiempo y en las apreciaciones la serialidad inacabada de causas judiciales en su contra y la reapropiación crítica de la “herencia recibida” por parte de Cambiemos. La decisión de negarla en público por parte de dirigentes que hasta hacía poco habían formado parte de su elenco estable de gobierno, la vocación de encomendarla al pasado, irremediablemente, y recluirla ahí, por parte de líderes territoriales de los más variados, y el contexto regional más adverso a las ideas progresistas (populares o populistas), con un clima de época en sintonía, parecían confirmar el carácter ineluctable de una certeza extendida. En ese sentido, la elección de medio término de 2017 en la provincia de Buenos Aires, donde quedó relegada a un segundo lugar frente al insulso Esteban Bullrich, fueron leídos como muestra de ello. De impronta apocopada y descendente. Circunscripta al núcleo duro, y sin capacidades política de salir de allí. Y de dirigente sin mucho más para ofrecer. Sin embargo, la expresidenta está en carrera. Otra vez. En silencio, pero con gestos estentóreos hacia interlocutores de los más variados. Con encuestas que, en general, tienden a sonreírle. Y con actores, también de los más variados, que ven en ella (a regañadientes, algunos; muy a su pesar, otros), la mejor (¿la única?) expresión para enfrentar a Cambiemos. Y mantenerse de pie, cada uno en sus espacios de poder acotados.

2. RAZONES

El derrotero de Cambiemos, por cierto, hizo bastante para que esto suceda. No tanto porque desde sus laboratorios de estrategias prefiriesen tenerla a ella como rival. Más bien por la consecuencia de sus políticas públicas, regresivas, con indicadores socioeconómicos e institucionales que lejos están de aquella promesa de cambio reparador, de unión de los argentinos. Y por las perspectivas inciertas que su gestión genera. Por cierto, el nivel de rechazo hacia la expresidenta sigue siendo alto y el Gobierno mantiene el timón de la agenda de debate público, la iniciativa política y un esquema de gobernabilidad sin mayores contratiempos. Pero esos datos, hoy corroborables, también están sujetos a cambios posibles. En tanto aquellos indicadores socioeconómicos e institucionales persistan en su caída. En tanto, el Gobierno no logre reconstruir expectativas, capital importante para una coalición que hizo de la idea de cambio promisorio un valor en sí mismo. No obstante, otras razones parecen confluir. Las características mismas del sistema de partidos que sobrevino, como pudo, luego de la crisis de representatividad de 2001-2002, con una fragmentación persistente de las fuerzas que quedan al margen de la administración del Estado Nacional, la partición del Partido Justicialista como partido nacional en estructuras provinciales fuertes pero con baja capacidad de agregación y por la incapacidad de los liderazgos provinciales de trascender con su predominio local más allá de sus fronteras. O ciertas aptitudes de Cristina Kirchner, en un contexto de transición donde lo nuevo, que tarda en nacer, corre el riesgo de nacer viejo. Por caso, su decisión arriesgada de ser candidata en las elecciones de medio término, que la tuvo como derrotada, pero también como única opositora real y convencida a Cambiemos.

3. MINORIAS INTENSAS

El escenario electoral parece partido en tres. Tres tercios dispares, no precisos. Uno de ellos lo constituye el voto al Gobierno, con se mantiene inalterable en su núcleo duro, con porcentajes parecidos a los que obtuvo en la primera vuelta de las presidenciales de 2015.V oto conformado por el tradicional voto radical, republicano, liberal, antiperonista o gorila, que hasta entonces se inclinaba por variantes distintas entre una fragmentada oferta y que desde la constitución de Cambiemos se mantiene fiel, a pesar de cierta incomodidad e, incluso, de descontento. El segundo tercio más o menos consolidado es el del voto kirchnerista, que recoge una identidad propia y segmentos del votante tradicional peronista. Como reivindicación de la experiencia de gestión del Frente para la Victoria y como frontera frente a Cambiemos. El tercero no tiene portador, pero sí muchos que pretenden hablar por él. Está más asociado al voto volátil, independiente, desencantado o apolítico. Y es la masa de votantes a conquistar, por unos y otros, para construir mayoría. El líder del Frente Renovador, Sergio Massa, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey y el economista Roberto Lavagna ven encuestas y se entusiasman. O dicen entusiasmarse. Pero sin base real. Quién conquistará, si no los corazones, por lo menos la anuencia, como mal menor, de ese sector amplio de la sociedad es la gran pregunta, entonces, que se prolongará indefinidamente. Por lo menos, hasta el camino de las PASO hacia las generales. O hacia el balotaje. Cambiemos hoy parece estar más cerca. Por cierto expertise en campañas, ciertamente eficaz. Por cierta ventaja tradicional de los oficialismos. No obstante, el peso de la crisis, cada vez más extendida, deja menos márgenes para neutrales y suspende o pone en cuestión evaluaciones terminantes sobre aquel pasado, sobre aquella herencia que se había considerado maldita.

4. PROFECIAS

La grieta fue un subterfugio que“ vendió bien”. Fue usada hasta el hartazgo por analistas y referentes del periodismo. Como trinchera. Propia, muchas veces. Pero la invocada grieta hacía más referencia a minorías politizadas o repolitizadas que a escenario extendido, generalizado. La persistencia de heterogeneidades sociales y de viejas y de nuevas fragmentaciones políticas relativizaban, en el análisis más serio, esa etiqueta taquillera. La distribución de voluntades desde 2003 hasta la fecha también habla de eso, de esa comodidad analítica, que se da de bruces con la realidad. De hecho, la elección de 2015 es una muestra de ello, con la necesidad de tres turnos para que una fuerza logre la anhelada mayoría y la persistencia de grises, no convencidos, caminos alternativos y voces en disonancia. Sin embargo, la profecía, de tan repetida, parece camino a autocumplirse. De tanto pretender escapar de ella, invocándola, se corre el riesgo de que se nos venga encima. La pérdida de peso de terceras vías posibles, el antagonismo mayor y el contrapunto inevitable de modelos confluyen como explicación posible. También la política de Cambiemos en varios rubros, más responsable en tanto administrador de los resortes del Estado, que lejos estuvo de“ unir a los argentinos”. ¿Quién se beneficiará con ella o de ella? Difícil saberlo. Aunque sí se tenga algunas sospechas de lo que se pierde en el camino.

5. ESTRATEGIA

Cristina no confirmó si será candidata a la Presidencia. No lo hará hasta muy cerca del cierre de listas. Para mantener el timón de las decisiones de su espacio y para evitar que sus adversarios jueguen con ese dato ya puesto. Actores del sistema judicial incluidos. Pero hace gestos como si lo fuese, como si ya hubiese tomado la decisión de serlo. Restableció puentes con viejos adversarios y dejó de lado algunos enconos. Por caso, Alberto Fernández, quien fuera jefe de Gabinete durante sus primeros meses de gestión y, más tarde, un dirigente con el que intercambiaba resquemores, hoy aparece como uno de sus voceros “de hecho”. Pero la lista de reencuentros políticos es amplia. E incluye a gobernadores y dirigentes sociales que la desconocieron como líder hace no tanto. En una acumulación “hormiga” que pretende sumar más allá de los convencidos y que resulta moderada en sus formas. Su nivel de rechazo sigue siendo relativamente alto. Articular desencantos será su desafío.

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