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¿Sigue Macri o vuelve Cristina?

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22 febrero de 2019

por Miguel De Luca y Andrés Malamud

Ni la historia ni la ciencia política ponen presidentes, pero permiten calcular las oportunidades de los aspirantes. Salvo que llueva un cisne negro, el futuro de los candidatos establecidos pinta así...

Para Balaguer y Ortega, que pasaron por todas

Cambiemos chocó la economía, pero los mercados siguen prefiriendo su continuidad frente a las alternativas. ¿Puede reelegir Macri? ¿Puede volver Cristina? Para beneplácito de ansiosos y adictos a la política, América Latina provee un excelente laboratorio donde proyectar escenarios y entretenerse un poco.

En la región, la tercera ola democratizadora comenzó en 1978. En esa época, pocos países permitían la reelección presidencial consecutiva. De a poco, la mayoría reformó sus constituciones y hoy la mitad la habilita. ¿Cómo funcionó la nueva regla? De los veinticuatro presidentes que intentaron seguir en el cargo por medios democráticos, sólo tres fracasaron: el nicaragüense Daniel Ortega y los dominicanos Joaquín Balaguer e Hipólito Mejía (véanse las tablas 1 y 2). En apenas dos casos, el presidente optó por no presentarse: mientras Néstor Kirchner prefirió la alternancia conyugal, Rafael Correa allanó el camino a Lenin Moreno, compañero de fórmula en 2006 y 2009 pero no en 2013. Otros presidentes, como Fernando De la Rúa, son inclasificables: cayeron antes de terminar su primer mandato y no tuvieron chance de perder la reelección.

En síntesis, el 87% de los mandatarios latinoamericanos que buscó la reelección la consiguió. E incluso más: como anticipaba Mario Serrafero, la consiguió por una diferencia de votos más amplia que en su primera victoria. El politólogo Javier Corrales, autor de la estimación más actualizada disponible, fija el margen de triunfo de los presidentes reelegidos en el 20% promedio, una montaña de votos.

Pero esto no es un fenómeno exclusivamente regional. En Estados Unidos, la tasa de éxito de los presidentes que pretenden seguir es del 75%, con los reelegidos superando usualmente sus marcas de cuatro años antes. En suma, el ocupante del cargo, o incumbent como se dice en gringo, tiene ventaja. Y la cancha inclinada beneficia al oficialismo sin distinciones ideológicas o de época: la aprovechan por igual progresistas, populistas y conservadores, presidentes ochenteros, noventosos y del Siglo XXI. Por eso, a pesar de su gestión, Macri es un candidato viable.

También desde 1978, quince presidentes latinoamericanos volvieron al poder después de haberlo dejado (véase la tabla 3).Y contabilizamos sólo la tasa de éxito: de hecho, se dividen por mitades los intentos fallidos y los victoriosos (consultar la tabla 4). Pero la experiencia comparada muestra que el retorno triunfal está muy difundido: tuvo lugar en ocho de los dieciocho países de la región (Cuba y Haití están excluidos del análisis por razones revolucionarias o telúricas). Argentina también tiene antecedentes, aunque más lejanos: Julio Roca, Hipólito Yrigoyen y Juan Perón retornaron a la Casa Rosada después de un tiempo a la intemperie. De hecho, desde la reforma de 1994 y como en Brasil, los presidentes pueden reelegirse sucesivamente sólo una vez, pero se les permite volver después de un intermedio.

¿Y cuáles son las posibilidades de Cristina? Cuatro factores resultan cruciales para un retorno presidencial exitoso. El primero es el contexto que, como vimos, en América Latina es ligeramente favorable (y en el barrio de Argentina, en los vecinos Uruguay y Chile, el regreso es casi la norma). El segundo factor es la edad, y Cristina tiene pocos años más que la media regional y bastantes menos que otros comebacks históricos: Yrigoyen, por ejemplo, volvió a los 76 años, y Perón a los 78. El tercer factor es la popularidad al momento de dejar la presidencia: conviene recordar que, en 2015, el candidato oficialista Daniel Scioli encabezó la primera vuelta con el 37% de los votos y llegó al 48% en el segundo turno.

El cuarto factor es la herramienta electoral: Cristina necesita al peronismo, y al parecer está abocada a suturar viejas heridas. Aún así, la unidad del PJ podría depender de que ella no lo encabece. El único expresidente que regresó al poder con un partido diferente fue el venezolano Caldera, en 1994. Su legado fue Hugo Chávez.

Ergo, Cristina es una candidata viable: sus chances merodean el fifty-fifty.

El escenario más temido por el gobierno es que la ex presidente desista de la candidatura y apoye a un peronista no kirchnerista, habilitando la conformación de una gran coalición antimacrista. Lo que se dice una jugada de manual. Las ventajas del incumbent ? conformadas por la combinación de recursos, inercia frente a lo desconocido y temor ante lo demasiado conocido ? sólo pueden contrarrestarse con una oposición unificada. El contexto ayuda a la maniobra. La mayoría de los jugadores de peso, los gobernadores del PJ, tiene habilitado un mandato provincial más, y prefieren asegurarse el pan ahora para ir por la torta en 2023.

Y esto es todo amigos. Porque, como dice Adam Przeworski, la democracia es incertidumbre política institucionalizada: sabemos cómo se juega, pero desconocemos el resultado de antemano. Que gane el mejor, y si no se puede que sea alguno de estos dos.

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