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01 marzo de 2019

por Luis Tonelli

Las elecciones de La Pampa demostraron que en una sociedad conviven distintas formas de hacer política que no son excluyentes entre sí

No usar con temperaturas mayores a 30°. Eso fue la letra chica del manual de Durán Barba para ganar elecciones que los muchachos del PRO no leyeron en La Pampa. Es que la Nueva Política tiene un enorme problema. Envejece mucho más rápido que la Vieja Política. Para decirlo en el lenguaje futbolero, “no tiene aguante”. La militancia tradicional, la de los comités, la de las unidades básicas, funcionan como el default. Cuando todo va mal, ella está.

Lo que sucedió en La Pampa no puede extrapolarse así por que así al resto del país, ya que su primaria es obligatoria solo para las fuerzas que no tienen candidato en común, y es obligatoria solo para los afiliados, aunque pueden participar voluntariamente los independientes. Pero sí resulta un llamado de atención muy importante para la Casa Rosada, quien parece estar despertándose del sueño dogmático del pensamiento único de la Nueva Política recién ahora.

Algo similar, ocurrió en 1998 cuando los asesores de Graciela Fernández Meijide se dejaron llevar por el entusiasmo que les despertaban las encuestas de opinión y descontaron su triunfo en la primaria de la Alianza sobre Fernando de la Rúa. Pero una cosa es contestar un cuestionario, y otra es ir a votar en una interna.

Pareciera como que los cultores de la Nueva Política se apuraron en jubilar ciertos comportamientos políticos, cuando toda sociedad, incluso las supuestamente más avanzadas son una pléyade de actitudes contemporáneas, clásicas y arcaicas, que combinan lo mediático, lo organizacional y lo territorial de múltiples formas.

Claro que, para el mundo de las redes, del cyberspace, y de la virtualidad, los aparatos son una antigualla de los temps modernes (no posmodernes, como los actuales): encima cuestan dinero y demandan tiempo de la dirigencia (como si los trolls y los bots fueran baratos y éticos).

Ciertamente, la participación a través de la redes tiene como incentivo fundamental su bajísimo costo. A veces con poner un “like” ya basta para expresar ciudadanía.Pero otra cosa es ponerse en movimiento bajo condiciones adversas, en las que aumentan las molestias para gente acostumbrada a participar solo desde su zona de confort. Ahí ser ciudadano cuesta, y en las dictaduras, cuesta hasta la vida. De este modo, la ciudadanía incluso la virtual, en épocas de entusiasmo, es movilizable. Pero en el desencanto, la cyberciudadanía es la primera en quedarse en su casa.

Una objeción importante a darle la importancia para la política nacional que tiene La Pampa es que no eran elecciones obligatorias para todos, pero las PASO si lo son. Sin embargo, María Eugenia Vidal fue gobernadora gracias a que en la general pudo movilizar más de un millón de votantes a su favor que no habían participado de las PASO, contra un peronismo que, al contrario de lo que se dice, voto encolumnado en su mayoría a Aníbal Fernández. Vidal obtuvo en las PASO 2.500.000 votos, y sumados los dos candidatos del FpV, 3.300.000. Mientras que, en la general, Aníbal Fernández obtuvo 3.230.000 y Vidal 3.609.000. La clave está en la participación, que en las PASO, hubo 8.200.000 votos válidos y en la general un millón más. Hoy no existe un entusiasmo que pueda movilizar automáticamente al electorado, y nadie puede asegurar que no aumente la abstención y el voto en blanco, tanto en las PASO como en las elecciones generales.

En La Pampa, el nivel de participación electoral solo alcanzó al 20%. El candidato radical a la Gobernación, Daniel Kroneberger se impuso sobre el candidato del PRO, el popular ex defensor izquierdo de Boca Juniors, Carlos “Colorado” Mac Allister (casi doblando sus votos) gracias a los afiliados, que en un 70% compusieron su electorado activo.

Hacer campaña en tiempos difíciles, demanda algo más que enviar mensajes de whats app o transmitir on line los timbreos. Movilizar electorados en una situación adversa demanda tanto militantes convencidos como baqueanos del territorio. Demanda generar confianza capilar, en momentos en que nadie le cree a nadie de los de “arriba”. Son momentos en los que nadie quiere escuchar de política, pero seguramente mucho menos que aparezca Balcarce en el Sillón de Rivadavia. Ya la indignación es colectiva y le ha tocado sufrir en carne propia a los CEO, pese a que ellos dicen no ser políticos.

Por cierto, la grieta ordena negativamente el espacio electoral, y disuelve las candidaturas que intentan ponerse en el medio. El miedo siempre ha sido un instrumento de la política, pero aquí compiten dos miedos: uno, a que el país se convierta en Venezuela (o sea en un autoritarismo cada vez más delirante y destructor); el otro, a que la Argentina se consolide como una democracia con libertades que solo pueden ser disfrutadas por los más favorecidos, y que los postergados nunca las puedan disfrutar efectivamente.

En esta dicotomía, el Gobierno parece correr con alguna ventaja, especialmente por la rapiña al Estado cometida por el kirchnerismo. Pero el abstencionismo y los votos nulos se neutralizan solo con confianza. Confianza que, en primer lugar, el Gobierno debe cimentar evitando cualquier nueva metida de pata y desbande de los mercados. Y, en segundo lugar, debe dejar prejuicios “metodológicos” y valorar cualquier modo de movilización electoral, sea nuevo, viejo o clásico.

Es que, como decía un viejo sindicalista: “La soga viene enchastrada. Hay que agarrarla con los dientes”.

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