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Los gobernadores determinan la elección presidencial

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26 diciembre de 2018

por Miguel De Luca y Andrés Malamud

“No importa quién vota, sino quién cuenta los votos”, decía Stalin. Pero también importa cuándo se vota y cuándo se cuenta: los gobernadores, al definir el calendario electoral, influirán en la competencia nacional

La carrera presidencial está abierta. En la línea de largada asoman dos: el que se quiere quedar y la que pretende volver. Ambos tienen con qué ilusionarse. A Macri lo anima el éxito de los que buscaron reelegir en toda América: desde los años setenta, 8 de cada 10 lo consiguieron. Cristina repasa la lista de los que regresaron triunfantes en idéntico continente y lapso: Bachelet, Piñera, Tabaré, Sanguinetti, Daniel Ortega, Alan García, siguen las firmas. Ambos, también, tienen por qué preocuparse. Las encuestas están funcionando como el espejo de la madrastra de Blancanieves, pero al revés: nadie les gana en imagen negativa.

Mientras sopesan experiencias regionales y encuestas de opinión, el que se quiere quedar y la que pretende volver miran a los que siempre están: los gobernadores. Engranajes clave de la política, los jefes provinciales delimitan las posibilidades de presidenciables propios y ajenos cuando arman el calendario electoral de su comarca. Porque, como mostraron hace tiempo Virginia Oliveros y Gerardo Scherlis, desenganchar la votación provincial para salvar la ropa o tirar el lastre es una práctica común, al punto que sobresale como un factor ineludible de toda competencia nacional.

La economía juega su papel en esas 24 decisiones. Carlos Melconian prevé una salida de la crisis diferenciada regionalmente, con forma de letra“ V” en el campo y de “L” en las ciudades. El promedio da una especie de “J” invertida (o “U” truncada); pero el promedio nacional es diferente al de las provincias. En cada una de ellas, el grado de urbanización incide en la definición del calendario electoral.

Vamos al poroteo. Corrientes y Santiago del Estero votan a contrapié, y en 2019 no cuentan. De los otros veintidós distritos, 17 ya confirmaron que separarán la votación provincial de la nacional. Los que unificaron son tres: Formosa, Salta y CABA. De los tres, el distrito más pesado en votos es, a la vez, el más antikirchnerista después de Córdoba: buena noticia para Macri. El formoseño Insfrán y el porteño Rodríguez Larreta van por la reelección; como Urtubey no está habilitado, será presidente o nada.

Primera observación. La mayoría de los gobernadores peronistas no consideró prioritario su involucramiento en la carrera presidencial. Con chances ganadoras que pagan 9 a 1, el pelotón encabezado por Peppo, Bordet y Uñac escogió asegurarse el sillón provincial y sentarse a ver las PASO. En otras palabras, los barones peronistas optaron por un trote remolón hacia el carro del vencedor antes que un paso firme con el derrotado.

Segunda observación. La provincia de Buenos Aires, que todavía no fijó fecha, vuelve a ser la madre de todas las batallas, o quizás, como la bautizara Javier Zelaznik, la madre de todos los naufragios. Sergio Massa y el peronismo gobernante (Frigerio y Monzó) pretendían desdoblar la elección provincial para independizar de Cristina a los intendentes peronistas, pero eso implicaba dos riesgos: primero, que Macri perdiese el arrastre de María Eugenia Vidal; segundo, que Cristina decidiese candidatearse a gobernadora y los dejara sin el pan nacional y sin la torta provincial. La decisión final la tomará la gobernadora, y casualmente coincidirá con lo que prefiera Macri.

Tercera observación. Con esta encadenamiento de primarias, elecciones provinciales (algunas con boleta única, otras con voto electrónico, las peores con ley de lemas), votaciones nacionales y segundas vueltas, la carrera presidencial se convertirá en una dilatada sucesión de ciclos escalonados al estilo de las primarias estadounidenses. Atentos entonces al momentum y al efecto“ bola de nieve”: el momentum es el envión psicológico que puede establecer una seguidilla de victorias o derrotas; la bola de nieve, el efecto contagio producido por ese momentum.

Cuarta observación. La defección de los compañeros gobernadores ya la sufrieron Duhalde en 1999 y Scioli en 2015. Ahora le toca a Cristina ?o a quien sea el candidato peronista ? aguantar el rigor de un calendario electoral hecho a medida? de otros. Sin embargo, hay una diferencia: Duhalde y Scioli la remaron desde un oficialismo nacional que, aunque a desgano o hasta jugando en contra, proveía recursos y expectativas de triunfo. En cambio, Cristina ? o quien sea ? tendrá que remarla desde la oposición, donde los recursos son pocos y las expectativas pasan por tribunales. En política como en el fútbol, en Argentina se define por abajo.

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