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Reflexiones sobre la “sorprendente” sorpresa de un resultado anunciado

Lopez-Obrador
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31 julio de 2018

Con el contundente triunfo de López Obrador abre una nueva etapa política que pocos creían posible

Por Juan Manuel Abal Medina

Ciudad de México, noche de domingo, pocos minutos después del cierre del escrutinio los mexicanos escuchan sorprendidos al candidato del oficialismo, José Antonio Meade del PRI, reconocer la victoria de Andrés Manuel López Obrador, antes incluso que las autoridades electorales anunciaran el resultado del conteo rápido. Poco después el otro candidato importante, Ricardo Anaya postulado por una extraña coalición entre el histórico partido de la derecha, el PAN, y el histórico de la izquierda, PRD, hace lo mismo. Así antes de las 10 de la noche México se da cuenta que lo que iba pero no podía suceder ha sucedido.

Habiendo presenciado, como veedor electoral, esa elección me es difícil explicar cómo la victoria de un candidato que venía encabezando absolutamente todos los sondeos desde el inicio del proceso electoral y que en todas las encuestas superaba por más de 20 puntos a su inmediato perseguidor pudo resultar tan sorprendente. Más aún al ser el sistema electoral mexicano para la elección presidencial de simple mayoría, es decir basta tener un voto más que el segundo para ganar la elección sin importar porcentaje alguno.

Pero sí, esto es México y gran parte de los mexicanos, adherentes u opositores a López Obrador no podían creer ese domingo 1 de Julio a las 22 lo que había ocurrido. López Obrador, AMLO como se lo llama por esa particular costumbre de usar las siglas en los líderes políticos, es politólogo de la UNAM y un histórico dirigente que fue militante del PRI y acompañó a Cuauhtémoc Cárdenas cuando rompió con ese partido, se presentó como candidato por afuera y“ ganó” hace 30 años una elección que obligó a la apertura del sistema político mexicano, un sistema de partido Estado que se vanagloriaba de ser“ más longevo que el PCUS”.

Luego de esa elección, que finalmente pone en el gobierno a Carlos Salinas del PRI, López Obrador junto a muchos otros dirigentes de la izquierda y priistas, acompañó a Cárdenas en la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y con ese partido ganan en 1997 la primera elección de la Ciudad de México que consagra a Cárdenas como Jefe de Gobierno y tres años después, con Cárdenas como en 1988 y 1994 candidato a la presidencia, López Obrador gana la elección directa en la Ciudad convirtiéndose en su Jefe de Gobierno.

En la Ciudad realiza una gestión muy controvertida pero con enorme apoyo popular, terminando su mandato con un 80% de aprobación ciudadana, después de superar un intento de desafuero montado por el PRI y el PAN. En 2006 y en 2012 se presenta como candidato del PRD a la presidencia, sufriendo una feroz campaña negativa que buscó, hasta el mismo día de los comicios, presentarlo como un “populista castrochavista”, la versión más dura y radical de los movimientos nacionales populares latinoamericanos.

Lo cierto es que entre los efectos de esa demonización y evidentes acciones fraudulentas, López Obrador no alcanzó la presidencia en 2006 frente a Calderón, del PAN, y en 2012 frente al actual presidente Peña Nieto, en lo que muchos entendieron como el regreso definitivo al gobierno del PRI, después de un breve descanso.

Tras esa segunda derrota López Obrador abandona el PRD y crea el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y casi sin estructura institucional que lo apoyara fue por tercera vez a disputar la Presidencia y vaya si lo logró. Su elección fue la victoria más contundente desde el final del sistema de partido de Estado; casi 55 puntos y mayoría parlamentaria en ambas cámaras, 307 de los 500 diputados y a 68 de los 128 senadores.

Entonces, ¿cómo explicar la sorprendente sorpresa que inundó a México ese domingo a las 10 de la noche?

Son dos, desde mi punto de vista, las explicaciones de este extraño fenómeno. Para los partidarios de López Obrador la gente lo iba a votar “pero no lo iban a dejar llegar” esa respuesta recibí una y mil veces en los días previos. Un “algo iba a pasar” que refería de manera genérica a fraudes monumentales, compras masivas de votos y cosas aún peores. “Colosio, Kennedy”, decían por lo bajo.

Y no eran temores infundados tanto por la historia como por el presente. Decenas de años de relatos de fraudes y de uso y abuso de los recursos estatales, se combinaban con la resistencia que sus partidarios suponían generarían las promesas de López Obrador de terminar con 30 años de políticas neoliberales y con la corrupción e impunidad de la clase gobernante.

Muchos mencionaban la elección de 1988 cuando Cárdenas y su Frente Democrático Nacional generaron una votación tan masiva que el sistema, literalmente, no pudo procesarla. Queda en la historia la respuesta que el entonces Secretario de Gobernación a cargo del proceso electoral dio a los periodistas que lo cuestionaban por la inusitada demora en presentar los resultados. “Se cayó el sistema”, dijo y así fue. Se sumaba el recuerdo del asesinato de Luis Colosio en 1994, candidato del PRI que se veía en aquel tiempo como muy distinto al establishment político de la época, y se mezclaban en los relatos con las certezas de acciones destinadas a volcar “de malas maneras” el sufragio. Desde la largas colas en la sede de uno de los partidos tradicionales donde centenares de personas esperaban los 2.000 pesos (poco más de 100 dólares) prometidos a la increíble tarjeta en la que el candidato del otro partido tradicional prometía depositar 1.500 pesos mensualmente“ de por vida” a su beneficiario. Y todo eso en la Ciudad capital y a la luz del día.

Del otro lado, para los opositores más duros a López Obrador, era imposible que ganara por que representaba “el final” de México, el inicio de la dictadura castrochavista que iba a poner al país en la senda de Maduro. Esos temores sembrados durante años incluyeron la amplia publicidad de una serie documental “Populismo en América Latina” cuyo último capítulo se dedicaba AMLO y cuya trasmisión finalmente fue impedida por el Instituto Nacional Electoral. Y para ellos los imposibles no ocurren y también “algo” iba a pasar, no hablaban de las cosas horribles que antes mencionamos, sino de una mayoría (absolutamente) silenciosa, que imaginaban escondida en las encuestas, y que iba a sorprender a todos.

Finalmente “algo” no ocurrió y pasó lo que iba a pasar. Andrés Manuel López Obrador gobernará a México y un nuevo capítulo se abre en la segunda economía latinoamericana, un país en que siempre algo puede ocurrir pero donde lo que ayer ocurrió se esperaba desde hace treinta años con esa elección de 1988 en la que Cuauhtémoc Cárdenas no pudo llegar a la presidencia pero que sentenció a muerte al partido de Estado y abrió el camino a la democracia en México.

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