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18 junio de 2018

La crisis cambiaria mostró vulnerabilidad en el esquema oficial y puso en jaque varias certezas. Cambios de diagnósticos y pronósticos reservados

Por Néstor Leone

1. REMEZON

La elección de medio término había dejado algunos indicadores que ya se leían como certezas. Inamovibles, hasta nuevo aviso. La buena performance nacional de Cambiemos, con triunfos inesperados en algunas provincias y victorias ratificadas en distritos con peso estratégico, dispuso las fichas en el tablero de modo tal que le permitía al oficialismo entusiasmarse con la posibilidad concreta de trascender más allá de 2019. El esquema de gobernabilidad, sin demasiadas fisuras, y la coalición de aliados, disciplinada en términos parlamentarios y de módicos desencuentros en términos de gestión, confluían como razones complementarias, no necesariamente menores. Sin embargo, el iceberg de la crisis cambiaria no sólo mostró problemas estructurales no resueltos y, en algunos casos, agravados (restricción externa, por caso), y mayor vulnerabilidad del país a partir de la lógica de endeudamiento y fuga. También expuso el retroceso de las expectativas, que se arrastraban desde fines del año pasado, y ciertos límites en términos de conducción para afrontar los contratiempos. La coalición de aliados, por cierto, se mantuvo inalterable en lo sustancial. Y el esquema de gobernabilidad sufrió bastante menos que el temblor podía presagiar. Pero la erosión de algunas certezas conspira contra las chances de que esos ejes se mantengan inalterables. La búsqueda de una nueva "normalidad” y el control de daños que ensayó hasta aquí tuvieron buenos resultados en lo coyuntural. Pero no los asegura en el tiempo.

2. TIMON Y TIEMPOS

Tiempo es, precisamente, lo que el Gobierno pareció haber comprado con el pedido de auxilio, mediante un acuerdo stand by con el Fondo Monetario Internacional. A un precio alto, si se quiere. Por las resonancias y reminiscencias que tiene la entidad en la memoria colectiva. Los próximos vencimientos de Lebac, es posible, contengan menos zozobras de las que tuvo en el último caso. Pero supone un avance más acelerado en términos de ajustes, en un contexto menos propicio. Cuánto de esto puede generar fricciones en el esquema de acuerdos con gobernadores (uno de las facetas más eficaces del Gobierno) es algo que está por verse, dado el recorte previsto en términos de obras públicas y de transferencias de recursos y la invitación a compartir costos. La ampliación de la mesa chica y la convocatoria a un gran acuerdo nacional, en tanto, intentan ser las patas políticas de ese intento. Como forma posible de dejar en claro que el timón del barco lo sigue teniendo el Gobierno en sus manos. Más allá de los remezones.Y , más allá, también, de que haya sido el“ mercado” (y no el peronismo, el populismo, el kirchnerismo u otro ismo) el actor que generase ese temblor ante un equipo económico compuesto por varios referentes de las finanzas locales, vinculados incluso con actores relevantes a nivel global.

3. DIAGNOSTICOS

En el cuadro de situación que habían dejado las elecciones de medio término, varias hipótesis operaban en la cabeza de buena parte de los actores políticos. Por caso, que Cambiemos, como se dijo, tenía chances concretas (y altas) de trascender más allá de 2019. Hoy las conserva, pero en menor medida. La dificultad para mostrar indicadores económicos y sociales auspiciosos, en un año que se supone más complicado respecto de los pronósticos iniciales, aparece como dificultad. La incapacidad de la oposición fragmentada para capitalizar el retroceso del Gobierno en términos de imagen positiva y expectativas resguarda esas chances. Otra hipótesis que se barajaba entonces también estaba ligada con los tiempos. El Gobierno los tenía a su favor. Las elecciones de 2019 estaban demasiado cerca como para generar una recomposición del universo opositor y el deterioro posible parecía no conspirar contra el respaldo cercano de las urnas en las legislativas de 2017. Esto quedó trastocado, por cierto. Se sabrá con los meses en qué medida. Para el Gobierno, hoy, las elecciones aparecen como demasiado lejanas. Mientras que, para la oposición fragmentada, esa mayor distancia aparente también ofrece oxígeno para dirimir sus déficits y deficiencias. De alguna manera, abre una hendija no prevista. Recuperar cierta “normalidad”, mantener el esquema de gobernabilidad más o menos inalterable y ofrecer la idea de autoridad serán desafíos para el Gobierno en ese trance, más allá o más acá de lo que suceda con el bolsillo. Por más que éstas sean cuestiones que no se puedan escindir fácilmente. Lo mismo que preservar la figura de María Eugenia Vidal para apuntalar sus chances o como recambio.

4. PRONOSTICOS

Se modificaron parcialmente los diagnósticos. Pero eso no supone cambios importantes, hasta aquí, en términos de estrategia y de acción política. A la espera de que la dinámica acomode las cosas. En un sentido o en otro. Los gobernadores peronistas persisten en su vínculo cordial con Nación. La mayoría de ellos, por cierto. Con el cordobés Juan Schiaretti y el salteño Juan Manuel Urtubey como interlocutores privilegiados en la negociación. Pero sin capacidad de asegurar

el acompañamiento de sus pares, ante la ausencia de liderazgo más allá del límite de sus fronteras provinciales, e incluso sin sumar en todos los casos a sus legisladores nacionales a los acuerdos alcanzados con el Gobierno. Al oficialismo, en tanto, le sirve ese vínculo bilateral, de compartimento estanco. Mientras que el resto de los mandatarios privilegia su supervivencia política, “alambrando” sus territorios, por sobre cualquier otro intento de articulación posible. El peronismo nacional, en ese contexto, sigue siendo una federación de líderes parciales, acotados, con un partido intervenido por la Justicia (el PJ) y con la relación con el kirchnerismo como principal clivaje, por encima de la evaluación misma de la gestión de Cambiemos. Y el kirchnerismo oscila entre la crítica dura e intransigente al Gobierno para marcar diferencias taxativas (respecto del oficialismo, pero también de la oposición moderada) y la posibilidad de generar condiciones para que la unidad vociferada contenga algún instrumento que permita limitar la dispersión posible. El silencio asumido por Cristina, distante de la primera línea de pelea, aunque pendiente de los movimientos del tablero, le quita más peso al“ discurso de la herencia” y, a su vez, la reafirma como contraparte, sin exponerla en el barro, pero sin garantizarle tampoco que se modere los niveles rechazo que registra. Los indicadores socioeconómicos del país ampliarán o reducirán los márgenes del Gobierno o de las oposiciones. La recuperación o la generación alternativa de alguna noción de futuro posible, también.

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