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El laberinto de la unidad posible

peronismo-UMET
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27 febrero de 2018

Por Néstor Leone

El rompecabezas del peronismo, entre la renovación como atajo y la necesidad de no fragmentar aún más su oferta electoral. La centralidad de CFK

1. DIAGNOSTICO

El análisis sobre el estado de situación parece compartido, más allá de los matices, las mezquindades políticas y los claroscuros a partir de posiciones relativas diferentes. Si el peronismo en particular, y la oposición en general, persiste en la fragmentación de su oferta cederá más chances ante Cambiemos, oficialismo en varios de los distritos más importantes del país, con recursos institucionales más que estimables y ganador de la legislativas pasadas. La palabra unidad, entonces, aparece como salvoconducto, concepto de moda, como hace un año fue renovación. Aunque tenga significados distintos según su portador y no todos crean en ella, de manera concreta y operativa. Y, por esto mismo, sea de concreción posible pero enrevesada. Gestos de buena voluntad, reuniones formales y reencuentros inesperados formaron parte, en las últimas semanas, de esa confluencia buscada. La ruptura del frente social y político panperonista que explica, en parte (sólo en parte), las derrotas sucesivas del kirchnerismo en 2013, 2015 y 2017, aparecen como antecedente a neutralizar. Mientras que las primaras abiertas, simultáneas y obligatorias (generadas durante el primer gobierno de Cristina, aprovechadas por Cambiemos y ahora en estado de observación) surgen en el horizonte como un instrumento posible para comenzar a saldar diferencias, medir correlaciones de fuerza y evitar esa dispersión de fuerzas mientras se dirime, simultáneamente, liderazgos y conducción.

2. TIEMPOS

Un diagnóstico complementario e implícito que parece existir en parte de este universo opositor (los segmentos más lúcidos, por cierto) registra cierta falta de sincronía, cierta marcha descompasada, entre el desgaste de la gestión de Cambiemos, la recomposición del llamado “campo nacional y popular” y los tiempos electorales. Según estas miradas persistirá la impronta regresiva del Gobierno, no se producirán efectos virtuosos que encadenen muchas buenas noticias en términos de indicadores sociales o económicos y el deterioro de la imagen de Cambiemos y de las expectativas respecto de su gestión será más marcada, con mayor conflictividad social y antagonismo político. Pero esto no supondrá, necesariamente, una capitalización política opositora ni una síntesis electoral eficaz. Y, menos aún, un colapso e implosión, como sostienen algunas lecturas catastrofistas. El descontento de sectores importantes de la sociedad hoy no encuentra cauce en términos organizativos y en nada contribuye la crisis de la CGT, por caso, atravesada por tensiones internas en donde las posiciones más implíopositoras lejos están de ganar terreno. Esta fragmentación parece reproducirse en otros ámbitos, en donde también se habla de unidad como necesidad y como señal de lo que se adolece. En ese sentido, las elecciones presidenciales y su propia dinámica de discusión están más cerca de lo pensado. Y los tiempos escasos tienden a convertirse en una limitante concreta.

SE REGISTRA CIERTA FALTA DE SINCRONIA ENTRE EL DESGASTE DE CAMBIEMOS, LA RECOMPOSICION DEL LLAMADO “CAMPO NACIONAL Y POPULAR” Y LOS TIEMPOS ELECTORALES

3. LIDERAZGOS

Donde no hay consenso es en la cuestión del liderazgo. Cristina Kirchner es la dirigente de mayor peso en el universo opositor y la que mayor cantidad de votos propios preserva, sin rivales internos que le vayan en zaga. Pero arrastra una serie de cuestionamientos que ponen en tensión su liderazgo y que colocan en suspenso su conducción. Hasta nuevo aviso. Hasta que pueda (o no) recapturar (y reordenar) las piezas que hoy la niegan, la reconocen como parte del pasado o que la ubican sólo como una par. Mientras no aparece en el horizonte ninguna contrafigura de peso, atravesados todos sus rivales potenciales por derrotas electorales cercanas e imposibilidades recurrentes de trascender los límites de sus territorios. Entre éstos, incluso, algunos asumen como propia cierta idea de que Cambiemos puede trascender más allá de 2019 y que, por ello, conviene preservarse el lugar conseguido y el buen trato con el Gobierno, sin asumir demasiados riesgos. Gobernadores, sobre todo. El rol de opositora convencida de Cristina, dispuesta a tensar la discusión y mostrar un clivaje más terminante entre opositores y oficialistas, sumado a su buena performance habitual como oradora y la permanente confrontación de modelos que pretenderá instalar en los debates en el Congreso pueden ser un cimbronazo para algunos de esos acuerdos incómodos entre oposición moderada y Gobierno. Aunque hoy se resguarde en el silencio y dosifique sus apariciones. Y, sobre todo, aunque no controle los tiempos y juegue en un tablero más ajeno y con piezas que no puede mover según sus preferencias. Esa ausencia de contrafigura es posible que le permita (¿o la obligue?) a competir nuevamente por la presidencia. Sin embargo, no le asegura que sea sin rivales internos, por “afuera” (el escenario menos querido) o por “dentro” (en una eventual primaria).

ESTA FRAGMENTACION PARECE REPRODUCIRSE EN OTROS AMBITOS, EN DONDE TAMBIEN SE HABLA DE UNIDAD COMO NECESIDAD Y COMO SEÑAL DE LO QUE SE ADOLECE

4. INSTRUMENTO

Con tiempos escuetos y discusiones sin saldar, la mirada pragmática que sobrevuela recomienda ya no discutir tanto en términos de “renovación sí o renovación no”, sino buscar los caminos de alguna confluencia posible que no reproduzca la fragmentación de la oferta opositora. Entonces, la palabra unidad deviene en PASO y el debate sobre el fututo del peronismo, en una abstracción. El movimiento creado por Perón es disciplinado con aquellos que logran capitalizar el liderazgo vacante. Es un espacio acostumbrado a la lealtad (transitoria, la mayoría de las veces) con quienes logran convertir el mecánico verticalismo en ascendencia política. Y es una identidad dispuesta a captar el ethos del tiempo histórico en curso. El kirchnerismo, por caso, supo conducir los liderazgos parciales de un justicialismo desestructurado y ofrecer una salida política luego de la crisis de 2001-2002, perdurable en el tiempo y virtuosa a su modo, con un sentido claro de sus políticas públicas; pero no pudo lograr que esos liderazgos, tan evanescentes como altamente pragmáticos, conformasen una nueva síntesis. Las dificultades para reformular el partido a nivel nacional, darle integralidad; y la baja penetración en términos de identidad y horizonte de sentido comunes entre aquellos parcelados liderazgos territoriales y entre los cuadros políticos medios de los aparatos justicialistas provinciales mostraron esa limitante. Y que hoy tiene expresión en un regreso al llano provisto de pocos espacios institucionales donde hacer pie y la tensión manifiesta con sectores del peronismo-justicialismo que ponen en cuestión la ascendencia de Cristina. No obstante esto, no la alejan del nudo de la discusión política ni le quitan centralidad. En ese sentido, mientras algunos dirigentes ven en esa PASO posible una forma de obligar a Cristina a desistir de una competencia que la pondría en pie de igualdad con otros a los que no considera pares, en el kirchnerismo se entusiasman con ese instrumento como mediación necesaria para contener a quienes en 2013, 2015 y 2017 buscaron otros caminos e impidieron conservar o construir una nueva mayoría.

5. CONTORNOS

Quiénes deberían estar y quiénes no en esa confluencia es otra de las discusiones presentes o que, por lo menos, dejan de estar soterradas. Un sector del peronismo más conservador impugna a Cristina; mientras que desde el núcleo más dogmático del kirchnerismo perduran las imputaciones de réprobos contra compañeros de ruta hasta hace no tanto. Trascendió un reencuentro de Cristina con Alberto Fernández, su jefe de Gabinete, con quien estaba enemistado política y personalmente desde hace casi diez años. Y la misma Cristina, según se supo, habilitó a varios de sus colaboradores para tener puentes con referentes con los que se había distanciado o que habían negado su liderazgo hace no tanto. Los Moyano ingresan en esta nómina menos restrictiva. Pero no son los únicos, como muestran los vínculos ciertamente inéditos con los Rodríguez Saá. En tanto, las conversaciones “filtradas” por la Justicia y reproducidas acríticamente por cierto periodismo la mostraron locuaz, despreocupada por la dinámica del PJ y, sobre todo, activa. La apelación a una Unidad Ciudadana, con nuevos registros discursivos y algunas rupturas estéticas, sin las siglas y los símbolos del PJ, marcaron nuevas búsquedas, que el año pasado resultaron ciertamente limitadas en términos electorales. Quedará por ver si el peronismo no kirchnerista logra imponer sus propios contornos (distintos a los del kirchnerismo), más propios a los del partido conservador popular que pretende ser. O si Cristina logra reinventarse, más acá o más allá del kirchnerismo.

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