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Senado 2019: una Odisea peronista

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24 noviembre de 2017

Por Miguel De Luca y Andrés Malamud

En la política argentina, un bienio es una eternidad. Y también lo que falta para llegar a terra incognita: un Senado con mayoría no peronista

En octubre de 1983 sucedió lo imposible: el peronismo perdió una elección presidencial. Nunca había pasado. Después se hizo costumbre: el peronismo gobierna largo pero al final pierde. La Alianza en 1999 y Cambiemos en 2015 institucionalizaron esta rutina. Sin embargo, y aunque suene raro, nuestra democracia todavía no conoció todo de la vida: le falta ver un Senado donde el peronismo no sea mayoría. Y eso quizás suceda en 2019, si Pichetto no lo entrega antes.

Mientras en 2017 a Cambiemos le tocó jugar en el Grupo de la Muerte, o sea el tercio con más provincias peronistas, dentro de dos años el recambio será en el Jardín de las Delicias: ocho distritos accesibles para el oficialismo.

El Gobierno tiene muchos puntos a favor en esa votación que abarca a la CABA, Chaco, Entre Ríos, Neuquén, Río Negro, Salta, Santiago del Estero y Tierra de Fuego. El primero es que renueva sólo cuatro senadores sobre veinticuatro: se anticipa una panzada.

El segundo es que estos distritos fueron históricamente amables con candidatos no peronistas: seis tuvieron entre uno y varios gobernadores radicales, y Neuquén fue siempre gobernada por un partido provincial.

Tercero, en estos distritos el oficialismo quedó bien parado en 2017: aplastó en uno (CABA), triunfó en otros cuatro (Chaco, Entre Ríos, Neuquén, Salta) y arañó la victoria en un sexto (Tierra del Fuego, a apenas doscientos votos del primero).

Cuarto, Cambiemos puede ganar minorías en las cinco provincias donde hoy no tiene siquiera un senador (Neuquén, Río Negro, Salta, Santiago del Estero, Tierra del Fuego). Incluso con derrotas poco dignas, pero saliendo segundo, puede asegurarse esos cinco senadores adicionales.

Quinto, si Macri se candidatea a la reelección, Cambiemos contará con la ventaja del incumbente, que arrastra a las demás categorías en juego.

Sexto, aunque varios gobernadores peronistas también irán por la reelección y podrían neutralizar la ventaja anterior, si el candidato presidencial de su partido es poco competitivo los compañeros desdoblarán las elecciones o alentarán el corte de boleta. Dos distritos deberán votar en forma separada en cualquier caso, porque así lo mandan sus constituciones: Chaco y Tierra del Fuego.

¿Cómo enfrentará “Ulises” Pichetto este riesgo de odisea peronista en el Senado? ¿Pondrá cera en los oídos de sus compañeros de bloque para aislarlos del canto de Cristina, la sirena? ¿Podrá navegar entre gobernadores concesivos y una lideresa intransigente? El próximo bienio lo verá piloteando entre Escila y Caribdis, entre el acuerdo y la confrontación. ¿Flotará o se hundirá en el intento?

Al escenario planteado, favorable al oficialismo y complicado para la oposición, se le pueden formular tres objeciones. La primera es que subestima a la tremenda maquinaria de poder que es el peronismo. Es verdad. El justicialismo exhibe una inusual capacidad de recuperación y persistencia. Pero que lo haya hecho siempre no garantiza que lo haga para siempre.

La segunda objeción es que sobreestima al oficialismo. Hasta ahora, los analistas erramos para el otro lado: subestimamos sistemáticamente a Macri, al PRO y a Cambiemos. Pero ahora la situación es diferente: por primera vez en su historia, el primer partido nuevo juega de banca. Hay peligro de hubris.

La tercera objeción es la imprevisibilidad del principal actor político: la economía, que depende más de Trump, del Lava Jato y del euro que de las medidas del gobierno.

Mientras acondicionan sus despachos del Senado, Esteban Bullrich y Gladys González se ríen de todas las objeciones

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