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¿Hacia dónde va el peronismo?

Congreso-PJ
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12 junio de 2017

El justicialismo debería oponerse a la nacionalización que propone Cambiemos con una estrategia de reconstrucción del partido en la provincia de Buenos Aires.

Tomo prestado el título de una actividad organizada hace unos días por Clivaje en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Al peronismo -llamemos así al espacio FPV-PJ, sin herir peronómetros- se le hace la pregunta porque nadie sabe la respuesta.

Juan Manuel Abal Medina dijo en el encuentro que lo intermedio es un problema. Y tiene razón. El peronismo que gobernó durante 12 años tuvo virtudes y defectos. Y a diferencia de otros gobiernos de la democracia reciente no dejó un país en llamas. También, el peronismo perdió el ballotage de noviembre de 2015 pero ganó en primera vuelta, en la segunda vuelta bonaerense, y en las elecciones legislativas. Por último, el peronismo tiene una dirigente principal, la ex Presidenta, que no perdió las elecciones en forma personal y directa. Todo lo anterior podría discutirse, pero así es entendido por buena parte del movimiento y eso es lo que produce la situación intermedia: estar a mitad de camino entre el éxito y el fracaso. El peronismo que fue derrotado en noviembre de 2015 aún no siente la derrota en toda su magnitud.

Hay un código docente: se aplaza con uno o dos, no con tres. El tres es cruel. Paradojicamente, hay quienes creen que perder por dos o tres puntos era lo que deseaba el peronismo en aquella oportunidad. La versión más conspiranoica de esa tesis sostiene que las huestes peronistas cometieron fraude con el objetivo de acortar la brecha entre el primero y el segundo. Y sin embargo, a veces perder por goleada puede ser un alivio. Se echa al técnico, se cambian los jugadores, el estilo y la estrategia; volver a empezar. En este caso, la situación intermedia deja al equipo sin esa esperanza refundacional, atrapado en los misterios de la elección que no debió perder.

ESTRATEGIAS

El meollo del problema, razona el peronismo, estuvo en la provincia de Buenos Aires. En no haber tenido allí un candidato con una potencia electoral a la altura del desafío. Por eso, tal vez, acepta mansamente la invitación que hace Cambiemos de librar allí la batalla principal. La ventaja competitiva del peronismo está en las provincias chicas, como pudimos ver en las primarias de Corrientes, Chaco y La Rioja del 4 de junio: ganó dos de tres, y estuvo cerca en Corrientes. Lo lógico sería que el peronismo enarbole la bandera federal, y una lectura del resultado basada en bancas y provincias. Pero no: acepta el juego cambiemita porque tiene que resolver un entuerto pendiente. En la provincia madre, piden revancha los dos candidatos que no pudieron ser en 2015 ?la Presidenta que no tenía reelección y el presidenciable que no tuvo primaria.

Así como en la provincia perdió el modelo, kirchneristas y poskirchneristas plantean resolver allí una lucha de modelos. Igualmente, Cambiemos diseña su campaña como una revolución cultural. En la provincia, los candidatos de Cambiemos saldrán a plebiscitar al Presidente. De hecho, por ahora lo más probable es que su cabeza de lista sea un ministro macrista.

Lo de Cambiemos es comprensible, porque su fórmula política es, en la práctica, la unificación de la Nación, la provincia de Buenos Aires y la ciudad homónima bajo un mismo liderazgo modernizador. Todo indica que la campaña cambiemita tenderá a diluir el elemento provincial. Porque diluir la provincia es diluir al peronismo. Cambiemos y el Frente Renovador, que reclaman su parte de la herencia peronista, lo hacen en nombre de una dilusión de su identidad (“peronistas somos todos” equivale a consagrar al peronismo como pasado); solo el FPV-PJ se hace cargo del paciente y sus pecados presentes.

Por esa razón, podría pensarse que el peronismo debería oponer a la nacionalización que propone Cambiemos con una estrategia de provincialización. Defender a la provincia. Después de todo, uno de los principales problemas que tiene hoy el peronismo como alternativa nacional es que el peronismo bonaerense quedó severamente lastimado. La elección de 2017 debería ser una herramienta para reconstruir al partido en el distrito clave. ¿Están los candidatos que piden pista pensando en ello?

Cristina Kirchner y Florencio Randazzo son nacidos y criados en la provincia -la primera en el conurbano platense, el segundo en la cuarta sección. Pero no fueron intendentes, gobernadores o autoridades partidarias allí.

En los parteaguas de la política argentina, el peronismo siempre se posiciona en el lado mayoritario: es el partido de los pobres, de los sindicatos y de los provincianos. Este último elemento no ha aparecido. La batalla cultural que libran el PRO y Cambiemos contra el peronismo realmente existente propone una nacionalización desde el ejercicio del gobierno. Y el peronismo bonaerense, por primera vez en mucho tiempo, podría hacer lo mismo desde la oposición.

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