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Sin incentivos para las PASO

02 febrero de 2011

OTRO ESCENARIO Con el declive que vienen mostrando los independentistas, la nueva ley electoral pierde sentido táctico

Al análisis de la coyuntura política claramente le interesa saber cómo es el calendario político que viene, porque ya contamos con un escenario base, que es la reelección de Cristina Fernández de Kirchner, y queremos saber cómo continúa. Todos, analistas y protagonistas, quieren saber si el escenario se congela, ayudado por las corrientes antárticas del crecimiento económico, los éxitos incuestionables de la actual gestión en algunas materias y la fragmentación opositora, o si hay factores de cambio que lo pueden descongelar. Y el descongelamiento, se sabe, requiere tiempo.

La nueva legislación electoral acorta esos tiempos. Recordemos que, aprobada en el Congreso Nacional por el oficialismo y un contingente clave de legisladores radicales, la ley prevé elecciones primarias obligatorias 60 días antes que las generales de octubre ?es decir, a mediados de agosto?, con lo que las precandidaturas deberían inscribirse en la Justicia Electoral a mediados de junio. No obstante, cabe preguntarse si la ley, aún no del todo reglamentada, efectivamente se aplicará.

Los incentivos políticos favorables a ella desaparecieron. Un año atrás, tanto el oficialismo kirchnerista como el radicalismo querían la ley, entre otras razones, porque les resultaba conveniente en el proceso de construcción de la oferta electoral. Un proceso fundamental cuya importancia la opinión pública habitualmente ignora, ya que ella tiende a creer ?la muy ilusa? que son sus votos los que eligen al presidente, sin reparar acabadamente en que ella se limita a optar entre pocas alternativas que otros, a los que ella apenas controla, les dan para el descarte.

La ley de primarias, decíamos, resultaba conveniente para peronistas y radicales “oficiales” porque hacía valer su peso frente a otros, peronistas y radicales “disidentes”, con aparente poder electoral pero débilmente estructurados en lo formal y organizativo. Ellos eran Reutemann y sus peronistas federales, Carrió y sus diputados cívicos, el vicepresidente Cobos y aun otros dirigentes basados en distritos, como Macri o Solanas.

Aquel contexto difería sustancialmente del actual. Las encuestas decían que Cobos era el dirigente más popular del país, seguido por Reutemann y Macri. Carrió, que había quedado por mérito propio en segundo lugar en las elecciones de 2007, conducía el Grupo A en la Cámara de Diputados. “El campo” estaba políticamente activo. Era el fin del kirchnerismo y el ascenso de la oposición “moderada”. En materia partidaria, la principal preocupación del kirchnerismo, que presidía el PJ y controlaba sus órganos, era el drenaje de peronistas hacia el polo disidente. Y la de los jefes partidarios y parlamentarios del radicalismo, que ya se habían abierto a la alianza con Carrió y estaban indultando a Cobos, era que estos dos presidenciables díscolos e inasimilables actúen con prescindencia de ellos. Cobos parecía ser aún más inmanejable que Lavagna y su insistencia en la creación de un nuevo partido “lavagnista”, la ya extinta UNA. Ni hablar de Carrió. Ambos, kirchneristas y radicales, convergieron en su deseo de poner en caja a todos estos candidatos independentistas que querían robarse a sus electorados. Los pisos electorales que imponía la ley, tanto en las afiliaciones requeridas para la inscripción de candidaturas en las primarias como en el total mínimo de votos en la primaria exigidos para competir en las generales, y en el freno a las “colectoras”, no tenían por meta limitar el crecimiento del Partido Humanista, sino el de estos presidenciables independentistas que en los últimos años se habían especializado en política mediática pero habían descuidado la política partidaria y territorial. El PJ y la UCR volvían a ser instrumentos centrales en el 2011.

Indudablemente, unas cuantas cosas cambiaron a lo largo de 2010. La constitución del ambicioso Grupo A, un error opositor, expuso prematuramente sus contradicciones. Recuperación económica y distribución mediante, el kirchnerismo fue recuperando espacio en la opinión pública. Reutemann dejó al peronismo federal sin un candidato competitivo, y a medida que crecía Ricardo Alfonsín, la estrella de Cobos se diluía. Carrió, tras acusarlos de corruptos, rompió ?tal vez definitivamente? con los radicales. Con el fallecimiento de Néstor Kirchner terminaron de consolidarse la recuperación del oficialismo y la ineficacia del “antikirchnerismo” como estrategia opositora. El resultado de todo esto fue que las amenazas independentistas de ayer, hoy ya no son tales. El PJ y la UCR pasan por un buen momento comparado con las crisis recientes. Desaparecida la razón principal, es válido preguntarse si los mismos que convergieron en su aprobación, no coincidirán en su desestimación parcial para 2011. En lo que hace a la regulación de las campañas electorales, es más probable que la nueva normativa se termine aplicando. La designación de Juan Manuel Abal Medina, autor del proyecto de reforma, en la Secretaría de Comunicación, que tendrá injerencia en la publicidad electoral, es una señal fuerte. Las primarias, en cambio, para muchos kirchneristas y radicales se convirtieron hoy en un obstáculo. Estos últimos ya lo han hecho explícito con su propuesta de la consulta previa. De todos modos, esto fue un análisis puramente político y contextual del caso: a veces, las lógicas jurídicas de los procesos institucionales son las que se imponen.

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