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Macri ante su desafío histórico

Cambiemos3
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07 abril de 2017

(Columna de Martín D'Alessandro*)

El apoyo difuso logrado que recibe el Gobierno puede llegar a alcanzar para ganar las elecciones, pero difícilmente alcance para cristalizar la modernización prometida.

Este nuevo aniversario de el estadista invita una vez más a una reflexión sobre la política argentina del momento a través del uso de teorías y conceptos propios de la Ciencia Política. En efecto, creo que el éxito de el estadista está asociado a un inédito proceso de desarrollo de la Ciencia Política como disciplina científica, que además de crecer intramuros, es a la vez capaz de salir de la torre de marfil de la academia para ofrecer su conocimiento a la sociedad. Los amigos y colegas politólogos que han publicado sus análisis en estas páginas durante estos años han contribuido de una manera significativa con la sociedad argentina, divulgando el saber de la disciplina a un público más amplio, ofreciendo matrices de pensamiento, innovaciones conceptuales, datos empíricos y pistas para el análisis que evidentemente son demandados y valorados por muchas personas interesadas en observar y entender la política más allá de la superficie.

La relación entre la Ciencia Política en sentido estricto y el análisis político en sentido amplio ha sido más que positiva. En esa misma línea, algunas otras características de la Argentina actual podrían iluminarse utilizando herramientas académicas.

La novedad de las últimas semanas es que el presidente Mauricio Macri y su gobierno parecen empezar a transitar aguas peligrosas, no tanto porque vayan a enfrentarse electoralmente con adversarios bien preparados sino por sus ya famosos errores y/o ineficiencias varias en el management del Estado, sobre todo en cuanto a resultados económicos concretos pero también en muchas otras áreas de la administración, incluido el fuerte del PRO: la comunicación política. Adicionalmente, algunos encuestadores y analistas han señalado que está cayendo el apoyo al presidente Macri y al gobierno. ¿Cómo debe entenderse esto? ¿Cuál es su real significancia de cara a las elecciones legislativas de este año?

En su famosa teoría de los sistemas políticos, el canadiense David Easton planteó que no todos los apoyos que reciben los gobernantes son de igual tipo. Diseccionando un poco la coyuntura, se observa que muchos votantes de Cambiemos empiezan a sentir que, ya transcurrido un tiempo prudencial, no perciben que sus demandas y/o expectativas estén recibiendo los resultados esperados, y esa insatisfacción provoca que las autoridades empiezan a ser evaluadas de manera negativa en sus decisiones, políticas, acciones, modos y/o declaraciones, generando niveles ya considerables de estrés a nivel sistémico, es decir, en la capacidad del sistema político para compatibilizar demandas con resultados. Se trata de lo que Easton llamó “apoyo específico”. En otras palabras, las disconformidades están vinculadas a resultados palpables. La eficiencia empresarial de los CEO está demorando en ser percibida, y paradójicamente, la sensación de que al PRO “le falta política” es más fuerte ahora que hace uno o dos años.

Sin embargo, el Presidente y su gobierno siguen siendo receptores (nuevamente en términos de Easton) de un “apoyo difuso”, que es independiente de los resultados concretos y/o las prestaciones producidas por el Gobierno. Se trata de una reserva de actitudes y/u opiniones favorables que descansan en la buena voluntad y que ayuda a los gobernados a aceptar o tolerar políticas y decisiones a las cuales son contrarios o que ven como dañinas para sus propias exigencias. De más largo plazo, el apoyo difuso ayuda al sistema y al gobierno a superar las tormentas que suelen sobrevenir cuando los resultados no están a la altura de las demandas. En otras palabras, gran parte del apoyo difuso del que goza el Gobierno se debe a la conciencia de la pesada herencia (económica y social, pero más significativamente moral y cultural) que dejó el kirchnerismo y por las expectativas que todavía despierta la idea de una convivencia mejor. Más concretamente, el Presidente no niega los problemas, se asume como responsable por ellos, y no representa una amenaza para la democracia ni para una convivencia armoniosa.

Hasta aquí los tantos parecen balanceados. Pero sin embargo deben prenderse las luces de alerta. En primer lugar, porque según Easton la pérdida de apoyo específico puede impactar sobre el apoyo difuso, corriendo el riesgo de erosionar la autoridad misma. Y en segundo lugar, porque el apoyo difuso puede llegar a alcanzar para hacer un buen papel, o incluso ganar, en las elecciones legislativas de este año, pero difícilmente alcance para cristalizar la modernización prometida en la política, la economía y la administración.

Macri representa un corte y un contraste con el pasado en muchos sentidos. Su promesa de un país posible (encarnado en el concepto de “diálogo”) sigue siendo su principal fortaleza. Pero su estilo flexible, vaporoso y posmoderno de la política también tiene sus riesgos. La búsqueda de lo inmediato, el endiosamiento del futuro y el divorcio con las certezas del pasado pueden ser actitudes liberadoras de las dimensiones más asfixiantes y paralizadoras de lo anterior y también pueden generar virtuosos impulsos hacia adelante. Pero también pueden operar como un peligroso desanclaje, dando lugar a un despertar de la nostalgia por las dimensiones del pasado, que brindaban (y siguen brindando) identidades, estilos arraigados, lazos de unión, escenarios tradicionales, tentaciones destituyentes y conflictos conocidos. El Presidente tiene todavía la oportunidad, el “momentum” para articular un bloque de apoyos específicos y difusos que conjuguen la construcción de las sólidas bases de apoyo político que requieren los objetivos de largo plazo que tiene por delante. Pero para lograrlo el Gobierno debe tener un diagnóstico más amplio, complejo y preciso de su propio papel en la Historia, y conjugar esa visión con la acción estatal y con una orientación definida de su liderazgo social. Llegar a la Presidencia no es la conclusión de ese camino, sino su comienzo.

(*) Politólogo y presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP)

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