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Peña, el heredero de Alfonsín

07 enero de 2017

La manera de ejercer el cargo del actual jefe de Gabinete es la más parecida a la idea de Alfonsín cuando propuso incorporarlo en la Constitución.

Raúl Alfonsín pensaba que Argentina debía moderar su sistema presidencialista y adoptar instituciones del parlamentarismo. Entre ellas, estaba la figura de un jefe de Gobierno con responsabilidad ante el Congreso. Eso se plasmó en el artículo 100 de la Constitución reformada en 1994 pero quedó una figura híbrida ya que Alfonsín pensaba en un primer ministro a la francesa mientras que Carlos Menem pensaba en que sería un colaborador más. Por eso hubo jefes de Gabinete de distintos perfiles. Entre ellos cabe recordar a los primeros de Menem que tenían poco peso político, Fernando De la Rúa nombró a Rodolfo Terragno - a quien no quería ? para fortalecer la coalición. Néstor Kirchner designó a Alberto Fernández que conocía el funcionamiento del Estado pero que carecía de fuerza política. Cristina Kirchner recurrió a Sergio Massa para oxigenar al Gobierno luego del fracaso de la 125 y al final se recostó en Aníbal Fernández para la etapa más confrontativa previa a las elecciones.

Pero la forma en la que se está desempeñando Marcos Peña es lo más parecido a lo que pretendía Alfonsín. Peña, no sólo está presente en la administración del Estados, sino que tiene un papel relevante en definir la estrategia política del oficialismo. Mauricio Macri lo considera un buen gestionador pero también una figura clave para darle una visión y una orientación general. En el anuncio del desplazamiento de Alfonso Prat-Gay quedó claro que no se limitó a transmitir una decisión presidencial sino que él también tuvo un papel relevante en la elección de ese camino.

Los límites

Por supuesto que la sociedad apoya o critica a Macri y no a Peña porque la cultura presidencialista es muy fuerte en Argentina. Y nadie piensa que la remoción de un jefe de Gabinete puede cambiar el rumbo de un gobierno o descomprimir una situación políticamente compleja. Pese a sus detractores el presidencialismo latinoamericano pudo sortear las crisis de principios de siglo en la región mejor de lo que se suponía.

Desde 1995 nadie ejerció el cargo de jefe de Gabinete de una manera tan cercana al modelo alfonsinista.

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