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Una biografía no autorizada del Mercosur

Temer-Macri
Temer-Macri
21 septiembre de 2016

(Columna de Luis L. Schenoni)

El Mercosur está sumergido en una gran crisis de identidad. ¿Podrán darle Macri y Temer una nueva oportunidad?

El Mercosur fue concebido el 6 de julio de 1990 (Acta de Buenos Aires) para nacer poco menos de nueve meses después, el 26 de marzo de 1991 (Tratado de Asunción), producto de las relaciones carnales entre los presidentes liberales de Argentina y Brasil.

Hasta entonces, la historia de amor argentinobrasileña recordaba a la de Capuletos y Montescos. Cada cortejo despertó la indignación y la ira de muchos sectores en cada país. Pero sobreponiéndose a la riña entre sus familias, Videla y Figueiredo se enamoraron, Alfonsín y Sarney se comprometieron y Menem y Collor intercambiaron alianzas y dieron a luz al Mercosur

Para dar cada uno de estos pasos, los presidentes liberales de Argentina y Brasil (en adelante, los padres del Mercosur) debieron torcer el brazo de los sectores proteccionistas opuestos al matrimonio (en adelante, los tíos).

Su éxito dependió de la concentración de poder y la determinación en llevar adelante un proyecto liberal, amenazando a ambas familias. Al fin, el matrimonio sudamericano se presentó como una salida decorosa, comparado con a la propuesta orgiástica de abrirse a todo el continente (la Enterprise for the Americas Initiative anunciada el 27 de junio de 1990, luego conocida como ALCA).

Los tíos aceptaron, pero de mala gana. En los meses siguientes, mientras el Mercosur se gestaba, Menem y Collor avanzaron los planes de reforma económica más ofensivos de la historia de sus respectivos países.

Pero el fuego de la pasión tarde o temprano se apaga, y cuando Collor sucumbió a su juicio político, el Mercosur perdió un padre. Precisamente allí comenzaron los trastornos evolutivos de la criatura. Con apenas un año y medio se establecieron las primeras excepciones al proceso de eliminación de aranceles, y en los años siguientes, lo que estaba supuesto en transformarse en un mercado común, no llegó a ser siquiera una zona de libre comercio.

El Mercosur creció para convertirse en lo que algunos especialistas llamaron una “unión aduanera imperfecta”, una malformación única en su especie. Desde entonces, este engendro ha vivido completamente paralizado en su silla de ruedas.

Sin embargo, el episodio más grotesco de esta historia todavía estaba por comenzar. Cuando el Mercosur cumplió los diez años, sus tíos tomaron el control del hogar y se hicieron con su tenencia. Los nuevos tutores le enseñaron que a pesar de llamarse “mercado” sus objetivos no eran económicos sino sociales.

Que no era liberal, sino popular. Utilizaron al niño para mendigar el apoyo de muchos peatones sinceramente conmovidos con la historia de amor argentinobrasileña. Lo adoctrinaron fervientemente, pero no lo nutrieron en absoluto. Finalmente, cuando parecía que no se podía dañar más al pobre crío, los tíos aprovecharon un día que andaba dormido y adoptaron a Venezuela, para que viviera bajo el mismo techo, comiendo de su plato.

Esta historia, cuyo final aún pude terminar en comedia o tragedia, tomó un giro inesperado cuando los padres del Mercosur (los presidentes liberales de Argentina y Brasil) volvieron a casa este 2016.

Con 25 años, el joven está sumergido en una gran crisis de identidad. Está lleno de ideas (y funcionarios, parlamentarios, etcéteras) que le fueron inculcadas desde que era un niño, pero en el fondo sabe que su destino es ser un mercado común ¿O acaso no es ese su nombre?

Pero aún en su silla de ruedas poco puede hacer el Mercosur para cambiar su destino. Su suerte dependerá de Mauricio Macri y de Michel Temer (la presente encarnación de sus padres), y del éxito que tengan en expulsar de la casa a la intrusa y a sus tíos. Su suerte dependerá, como dependió a la hora de su nacimiento, de la capacidad de sus padres de utilizar la fuerza y la amenaza para fortalecerlo.

Pero por sobre todas las cosas, su suerte dependerá de que Macri y Temer lo reconozcan como suyo después de tantos años de distanciamiento y adoctrinamiento. Después de tantas desventuras, ¿se darán los presidentes liberales de Argentina y Brasil una segunda oportunidad?

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