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Los medios y los gobiernos progresistas en América Latina

16 agosto de 2011

El brasileño Dênis de Moraes repasa la agenda de temas y enfrentamientos que han marcado los últimos años en la región.

La batalla que desde principios de 2008 (y en particular tras la crisis por la resolución

125) mantienen a todo o nada el Gobierno y el Grupo Clarín ha sido una de las características más sobresalientes de la política local en los últimos años y modificó abruptamente el mapa de relaciones que había sido el paradigma desde el retorno de la democracia, incluyendo a la presidencia de Néstor Kirchner: negocios, pauta y primicias a cambio de un trato amable.

Sin embargo, el fenómeno excede por largo lo sucedido en la Argentina. La proliferación de gobiernos de corte progresista o de centroizquierda en la región trajo de la mano una relación, al menos, difícil y conflictiva con los medios de comunicación en cada uno de esos países. Sólo en las últimas semanas, el presidente uruguayo José Mujica se molestó con los medios de su país por el modo en que tratan la “crónica roja” y les planteó a los presidentes de las empresas públicas la posibilidad de suspender la publicidad oficial. “¿Qué pasa si se reduce la publicidad oficial durante un mes?”, preguntó. El mandatario señaló en el encuentro que el periodismo no está colaborando en la tarea de concienciar a los jóvenes y formuló la propuesta para enviar una señal de advertencia a la prensa.

En Ecuador, el presidente Rafael Correa le ganó a mediados de julio un juicio por injurias al diario El Universo. El periódico publicó una columna del ex jefe de opinión Emilio Palacio en la que se aseguraba que durante el levantamiento policial del 30 de setiembre de 2010 el mandatario ordenó “fuego a discreción y sin previo aviso contra un hospital lleno de civiles y gente inocente”.

En Venezuela, el presidente Hugo Chávez ha cerrado radios y canales de televisión. En

enero de 2010 la señal por cable de Radio Caracas Televisión Internacional (RCTV) dejó de emitir ?por disposición del gobierno? porque la cadena se negó a retransmitir un discurso del mandatario.

En Bolivia, el Gobierno de Evo Morales podría controlar hasta dos tercios de las licencias de radio y televisión con una nueva ley de telecomunicaciones que la Cámara de Diputados, de mayoría oficialista, aprobó este mes y que espera la definición del Senado. Ahora bien, esta oleada de contrapuntos, ¿es casualidad o hay algún hilo conductor?

Por un lado, con la llegada al poder de gobiernos progresistas en la última década, varios países de América Latina han sido testigos de una transformación inédita en el paradigma de los medios de comunicación. Esgrimiendo los mismos intereses que los sectores económicos más poderosos, las empresas mediáticas consolidaron un contrapoder al alzarse como una voz hegemónica que, en no pocas ocasiones, supera incluso la de la oposición política, permitiéndoles establecer su propia agenda en los debates que enardecen la opinión pública.

Muchos analistas ponen el ojo en que, tras las crisis de representatividad y los sistemas de partidos, fueron los medios de comunicación quienes ocuparon un lugar que las estructuras políticas tradicionales dejaron vacante en cuanto a legitimidad a los ojos de la sociedad.

Ante ese panorama, la reacción de los Estados no se ha hecho esperar. Con matices que cada uno le dio a su “batalla”, todos estos gobiernos han tratado de rediseñar el modo de relacionamiento entre medios y política. Muchas veces, las características que han adoptado esas batallas han sido reflejo de la manera de conducir los gobiernos en general y aparecen entonces versiones heterogéneas, con mucha mayor presión y centralismo en Ecuador y Venezuela y, por otro lado, con una ley votada por el Congreso en la Argentina.

Dênis de Moraes, de la Universidad Federal de Río de Janeiro y uno de los teóricos

más destacados en nuevas tecnologías, viajó por ocho países del subcontinente para estudiar este proceso e identificar las características de una nueva realidad teniendo en cuenta justamente las particularidades de cada uno de esos países y regímenes. En “La cruzada de los medios en América Latina. Gobiernos progresistas y políticas de comunicación” (Paidós), el autor analiza con particular agudeza varios de los nudos conflictivos que planean sobre el debate público de estas sociedades cada vez más complejas: la concentración denunciada como “monopólica” de los medios y sus implicancias, el valor estratégico de las políticas de comunicación, las transformaciones propuestas desde los Estados (revitalización de la comunicación estatal a partir del surgimiento de medios propios y fortalecimiento de medios comunitarios, legislaciones antimonopólicas, fomento a la producción cultural, etcétera), y la siempre conflictiva batalla por la libertad de expresión.

Para el investigador, la batalla de los medios de comunicación se divide en dos facetas, diferentes pero complementarias. Primero, el autor discute la carrera por la hegemonía en la sociedad, especialmente a través de los medios de comunicación, utilizando los conceptos del intelectual italiano Antonio Gramsci. Moraes se focaliza así en la concentración de los medios de comunicación, las nuevas tecnologías, sus beneficios y los problemas de la sociedad global, sus efectos en la política y las relaciones sociales.

En la segunda parte, el autor se sumerge en las recientes transformaciones políticas en

América Latina, estudia los cambios de paradigma de la comunicación desde el ascenso de lo que él llama “gobiernos progresistas” y cómo estos han, con matices, establecido o tratado de establecer nuevas relaciones con la prensa.

El principal punto de discusión es los diferentes diseños de estos gobiernos para cambiar el panorama de la comunicación y la lucha social por la hegemonía en su país, permitiendo la democratización de los medios de comunicación y la diversidad cultural en los medios. Para finalizar, Moraes destaca la aparición de nuevas tecnologías, especialmente vinculados a la Internet, y analiza el activo uso de redes sociales y herramientas digitales por parte de los líderes de la región.

(De la edición impresa)

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