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¿Una victoria pírrica para los republicanos?

05 agosto de 2011

(Publicado en la edición nº37)

Obama necesita recuperar la iniciativa luego de una negociación en la que tuvo que hacer muchas concesiones.

El Congreso de EE.UU. convirtió en ley el proyecto que eleva el techo de la deuda hasta el 2013 y prevé un duro ajuste fiscal que se financiará, exclusivamente, con una reducción del gasto público a lo largo de la próxima década, es decir, no habrá subas de impuestos. Así, la primera economía del mundo evitará el default. Pero el debate ideológico sobre la injerencia del Estado en la economía, más que haberse zanjado, comenzó a aflorar y será, sin dudas, un issue clave de la campaña presidencial que comenzará próximamente.

No es un debate nuevo: demócratas y republicanos ya se han enfrentado innumerables veces en las últimas décadas sobre temas como la presión impositiva, el tamaño del Estado y las políticas sociales, especialmente los referidos a las prestaciones sanitarias y a la tercera edad. El dato nuevo es la viscosidad de las posturas producto, por un lado, de un Presidente decidido a avanzar en políticas progresistas y, por el otro, de una oposición intransigente.

Barack Obama llegó a la Casa Blanca prometiendo un Congreso menos dividido y menos “partidizado”. Uno en que se lograrían acuerdos entre ambos partidos pero al poco tiempo comprobó que no era más que una frase de campaña. La frase del escritor romano Vegecio parece encajar como anillo al dedo con lo que terminó ocurriendo: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”.

En términos políticos fue una derrota para el Partido Demócrata y para el Presidente

que tuvieron que ceder en aspectos esenciales. Era difícil esperar otro resultado porque, como la definió el analista Bill Schneider, en todo momento se trató de una negociación asimétrica porque para Obama era preferible un mal acuerdo a un default, mientras que para los republicanos era preferible el default a un mal acuerdo y en consecuencia tenían todas las de ganar. Pese a ello, lejos está Obama de caer en picada en las encuestas.

Luego de las legislativas de medio término de finales de 2010, los republicanos consiguieron la mayoría en la Cámara de Representantes y emparejaron las fuerzas en el Senado. En ese entonces, se especulaba con que la oposición sería reacia a aprobar los proyectos de la Casa Blanca. Ni los demócratas más pesimistas imaginaban que los republicanos lo iban a poner en una situación tan complicada. Vale recordar que, tras esos comicios, el Presidente debió claudicar su postura y extender las exenciones impositivas de la era Bush a los sectores de mayores ingresos que solicitaban los republicanos.

El Presidente, que acaba de cumplir 50 años, no quería ser el primero en defaultear

la deuda del país, por lo que estuvo obligado, muy a pesar de muchos de los legisladores de sus filas, en aceptar lo que pedían y ofrecían los republicanos. No tenía otra alternativa. El acuerdo afectará su liderazgo sobre el Partido Demócrata, donde hay muchos dirigentes disconformes con su actuación y varios legisladores que no votaron el acuerdo.

EL DEBATE

Otro tema a tener en cuenta, muy poco debatido, es el impacto sobre la economía, cada vez más débil. Démosle la palabra al Nobel Paul Krugman: “El acuerdo alcanzado dañará aún más a una economía ya deprimida y agravará, no mejorará, el problema del déficit de largo plazo”. La economía, dice Krugman, seguirá débil en 2012 y, posiblemente, en 2013. Los sueldos no crecen y el mercado laboral está en su peor momento de los últimos 60 años. Como muchos otros analistas, Krugman cree que el error de Obama fue aceptar la agenda impuesta por la oposición. “El déficit fiscal no es nuestro principal obstáculo. Sí, en cambio, lo son la falta de crecimiento y de empleos”, escribió Robert Reich, secretario de Empleo de la administración Clinton, en la semana.

No es un tema menor: la campaña será muy difícil para Obama si está acompañada

por una economía débil.

Sin embargo, hay quienes creen que, ahora, son los republicanos los responsables del

estado de la economía. Si la misma sigue débil, los republicanos también serán culpables de ello ya que han sido los impulsores, desde el Congreso, de las últimas medidas en este terreno. Ahora, además, Obama buscará retomar la agenda y le exigirá a los republicanos que pongan el mismo tesón legislativo para solucionar el otro gran problema: el alto desempleo. Si quiere quedarse otros cuatro años el Presidente debe recuperar la iniciativa que perdió en estas negociaciones.

Pero hasta ahora los demócratas fracasaron en el intento de construir una corriente política sólida para sostener los cambios económicos que la sociedad estadounidense parecía dispuesta a acompañar luego de los excesos financieros que derivaron en la crisis de 2008.

¿VICTORIA?

Por lo tanto, la pérdida de capital político de los demócratas no implica una ganancia equivalente para los republicanos. Haber debilitado a Obama es, quizás, su mayor (y, acaso, el único) logro. Ninguna figura republicana con pretensiones en 2012 salió directamente beneficiada. Asimismo, el partido ha transmitido una imagen de radicalismo e irresponsabilidad que genera dudas sobre su capacidad para gobernar y puede alejarle de los votantes independientes.

Entre los posibles candidatos para 2012, figuran el ex gobernador de Massachusetts,

Mitt Romney, y los representantes Michele Bachmann (una de las fundadoras del Tea Party) y el polémico Ron Paul, conocido por ser el enemigo público número uno de la Reserva Federal. La ex gobernadora de Alaska, Sarah Palin, aún no anunció si se postulará. Otros también podrían sumarse en los próximos meses.

Según las encuestas, puntea Romney. A diferencia de los otros, es el menos radicalizado, un dato clave para lograr la adhesión de los independientes aunque éstos no sean siempre sinónimo de moderados.

En épocas como éstas, hacer vaticinios es difícil. Sí se puede anticipar que la campaña

será otra vez muy ideologizada y polarizada. A diferencia de otros ciclos electorales en los cuales las cuestiones de defensa y seguridad ocuparon un lugar destacado, la competencia se concentrará en los temas económicos.

Y, como en tantos otros asuntos, la política estadounidense está polarizada. Así lo demostraron las duras negociaciones de la última semana que pusieron al descubierto la atrayente distribución del poder que existe en Estados Unidos pero al mismo tiempo lo difícil que resulta lograr acuerdos cuando un grupo de legisladores con poder y muy radicalizado ?aunque representa sólo a una parte de la sociedad? está dispuesto a jugar al límite.

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