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El discurso de Obama

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02 mayo de 2016

Por Tomás Múgica

El Presidente delineó cuál es la agenda de Estados Unidos en un mundo crecientemente multipolar.

Mientras se despide de la Presidencia, Barack Obama dedica importantes esfuerzos a la política exterior. En estos días fue el turno de Europa. Tras un paso por Gran Bretaña para celebrar el cumpleaños 90° de la reina Isabel y abogar por la permanencia de ese país en la UE, Obama visitó Alemania, dónde se reunió con los líderes de los principales socios europeos: a la anfitriona Angela Merkel, se sumaron David Cameron, Francois Hollande y Matteo Renzi.

Antes de esa reunión, en la inauguración de la feria industrial de Hannover, el 24 de abril, Obama pronunció un discurso cargado de visión. Para todo aquel interesado en entender como el presidente norteamericano ?y buena parte de la elite política estadounidense? mira el mundo, el discurso, dirigido “al pueblo de Europa”, es una pieza de gran interés. Una profesión de fe liberal. Y una herramienta útil para evitar lecturas superficiales de la política exterior norteamericana.

A lo largo de su intervención Obama señaló que los aliados europeos de Estados Unidos ?es decir los miembros de la UE y muy especialmente las potencias de Europa Occidental, como Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia? son los mayores amigos de ese país en el mundo. Y, recíprocamente, Estados Unidos es el amigo más importante con el que pueden contar los europeos. Esa amistad, dice Obama, nace de un conjunto de valores compartidos y de una experiencia común: Estados Unidos y Europa, que comparten los valores de la Ilustración, son los constructores del mundo de Posguerra, un orden internacional edificado en torno a instituciones y normas como la ONU, el Banco Mundial, el FMI y la Declaración Universal de Derechos Humanos. Lucharon juntos en la Segunda Guerra, pero también en la Guerra Fría, que terminó con “el triunfo de la libertad” (es decir, de Occidente). Más aún, Estados Unidos estuvo presente en los momentos más difíciles de la historia europea de este siglo: la intervención en la última Guerra, el Plan Marshall, la constitución de la OTAN para hacer frente a la amenaza soviética, son algunos de los hitos de esa presencia norteamericana. La historia y los valores compartidos implican una unidad de destino: según Obama, la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos y Europa están indisolublemente unidas, como lo están las economías, las culturas y los pueblos de ambos lados del Atlántico.

El mundo en el que Estados Unidos y Europa han jugado un rol tan importante ha realizado grandes progresos. Haciendo gala de un optimismo propio de la visión liberal de los asuntos internacionales, Obama realiza un balance positivo de la actual situación mundial, señalando que vivimos en la “era más pacífica, próspera y progresista de la historia humana”. En las últimas décadas, ha habido progreso en diversos campos: no ha habido guerras entre las grandes potencias, la democracia se ha extendido, las condiciones de salud y educación han mejorado y el crecimiento económico ha permitido sacar a millones de personas de la pobreza.

Sin embargo, dijo Obama, el progreso no es inevitable. El mundo que hemos construido enfrenta amenazas. Mencionó las principales: el terrorismo de las organizaciones islámicas radicales; los conflictos en lugares como Siria e Irak, que causan destrucción y arrojan millones de refugiados sobre Europa; las políticas agresivas de Rusia hacia sus vecinos, que ponen en peligro los progresos logrados tras el fin de la Guerra Fría; y la crisis económica y el crecimiento de la desigualdad.

¿Qué hacer frente a estas amenazas? Una respuesta posible es el aislamiento y el nacionalismo en los asuntos internacionales y una política crecientemente dominada por la intolerancia y la xenofobia a nivel interno. Una réplica equivocada a las dificultades econó- micas y sociales. En realidad, sostiene Obama, las respuestas que la actual situación necesita sólo puede darlas una Europa unida y con vencida de sus valores liberales. Una Europa comprometida con un orden internacional que sostenga esos valores. Obama aboga por cuatro respuestas posibles y necesarias.

En primer lugar, la unidad europea. El presidente norteamericano reconoce que el proyecto de la UE puede ser frustrante por momentos. Pero señala que es el proceso de unidad europea es uno de los mayores logros políticos y económicos de los tiempos modernos. Sólo una Europa unida ?esto incluye a Gran Bretaña? comprometida con la democracia y el libre mercado puede hacer frente a las amenazas y continuar siendo un pilar fundamental del orden internacional.

Segundo, un mayor esfuerzo en materia de defensa. En este punto, Obama replica un viejo reclamo norteamericano a sus socios europeos: que realicen un mayor esfuerzo ?especialmente económico? para contribuir a su defensa. Las fuerzas armadas norteamericanas “las mejores que el mundo ha conocido alguna vez”, no son suficientes para hacer frente a las amenazas que se presentan. Por ello pide que Europa, que algunas veces “ha sido complaciente sobre su propia defensa” asuma su responsabilidad. Traducido: que cada miembro de la OTAN invierta el 2% de su PBI en defensa y realice una mayor contribución al esfuerzo de guerra en Siria e Irak.

Tercero, la libertad económica. Obama señala que las economías de mercado son las mayores generadoras de “innovación, riqueza y oportunidad” en la historia. Defiende el comercio libre y aunque no lo puntualiza en el discurso, Obama ha abogado en su viaje por el TTIP (Asociación Transatlántica de Comercio e Inversiones), el acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y la UE. Pero puntualiza que debe haber límites para proteger a los trabajadores, preservar el medio ambiente, combatir la evasión fiscal y evita los excesos de especulación en el sistema financiero. Optimismo puro, ingenuidad cero.

Cuarto, la apertura a los inmigrantes y la continuidad de un proyecto multiculturalista. Obama llama a evitar posiciones de rechazo contra los inmigrantes. Recibir a los inmigrantes y apostar por una sociedad abierta y tolerante es lo que Europa debe hacer si quiere sostener los valores sobre los cuales se ha construido. No parece tan fácil para los europeos.

Concluyendo: el discurso de Hannover, que una mirada atenta desde la periferia puede y debe cuestionar en varios aspectos importantes ?como su optimismo sobre el comercio libre y el funcionamiento de las instituciones multilaterales? ayuda a comprender quiénes son los aliados, cuáles son los valores (al menos los proclamados) y cuál es la agenda de Estados Unidos en un mundo crecientemente multipolar

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